Este es el último, he asegurado sin mucha convicción. Nos besamos con la pasión de los amantes recién estrenados, poco importa lo demás. Cada vez que intentamos parar, uno de los dos propone otro de despedida. Llevamos cuatro, o cinco, he perdido la cuenta. Quién sabe, a lo mejor es fruto del amor a primera vista, nos hemos conocido en el tren. Bajamos al andén todavía abrazados. Suéltame tú. No, tú. Y así continuamos en una espiral sin fin hasta que le digo con amargura que tengo un encargo que no puede esperar. Estoy casada, se siente obligada a confesar. El sonido de otro tren que pasa ahoga mi respuesta. Ya lo sé, le he contestado antes de empujarla a la vía.