No eran voces, eran mensajes encontrados dentro de su ser. No había cabida a gritar para un desahogo, ya no había fuerzas, todo estaba en su mirada distante pero dibujando un hasta siempre.
Ni su interior ni su exterior querían seguir, pero ¿cómo lograrlo? No había un poder más allá del deseo, de ese que no era otro que llegar a la meta final, sin corresponderse a una derrota, ni resignación si no a la justa llegada de la hora.
Su cuerpo y mente hacía tiempo que no se correspondían a su nombre, a su ayer, a su determinación y genio… Ahora era la sombra de lo que un día fue, en espera de la luz que necesitaba para no irse a oscuras.
Ya encontraba a su entorno frío, no le acariciaba y ella necesitaba una mano y aliento de amor, pensó que ya era hora de ir al encuentro de quién llevaba tiempo durmiendo solo, ya que el tiempo de la soledad terrenal se acababa.
Ahora ya no dormirán solos, ni quien dejaba el sombrero al entrar en casa, ni quien tejía con alegría y tesón.