Comentario a MENA MALET, Patricio y JOHNSON, Felipe eds.: De la transpasibilidad. Henri Maldiney ante el acontecimiento del existir. SB, Buenos Aires, 2021.
Me pregunto a veces qué nos encontramos cuando se encuentra un pensamiento, qué se saluda con ello, porque no ocurre tan a menudo. A lo mejor en tres o cuatro ocasiones, y no es seguro que puedas hacerlo en cualquier momento de tu propia vida como lector y que no esté vetado por la lógica de las cosas el hecho de que exista todavía un hallazgo tardío. Por cierto que lo tardío no resulta en absoluto ajeno al mismo Maldiney, quien se preocupó antes de enseñar y de vivir que de publicar sus propios libros. Poco menos que desconocido entre nosotros, también es raro incluso en Francia. Sin embargo el horizonte de sus investigaciones, que abarcan la psiquiatría, la estética y la fenomenología, me permite pronosticar que hay un nicho para su recepción aquí. Yo descubrí este libro colectivo, en el que está incluido un texto fundamental de Maldiney, De la transpasibilidad, en un largo y muy caluroso verano junto al mar, que había dedicado en principio a la lectura de algunos póstumos de Edmund Husserl. El hechizo fue inmediato. Como el filósofo llega tarde, no nos concede otro tiempo que el de la escucha. Basta con leer su inicio para comprender cuál es el estilo del filósofo: «Sea orgánica o vesánica, para un hombre su enfermedad es sobre todo una prueba humana. Y sólo se podrá comprender esta prueba si se sabe primero lo que significa «ser un hombre». Ahora bien, de entre tantas teorías psicológicas, psiquiátricas, psicopatológicas como interpretaciones que hay del hombre, solo una es verdadera; la que, por lo mismo, no es una interpretación: aquella que, para comprender la existencia, abre las mismas vías que el hombre abre para existir. Transposibilidad y transpasibilidad definen dos maneras de existir en trascendencia, de las que el estar enfermo es, precisamente, su fracaso. Pero el fracaso de la una o la otra revela también su sentido. Así nos permite comprender en qué se oponen ellas, poniendo de manifiesto el pliegue existencial en el cual esta oposición se encuentra implicada.»[1]MALDINEY, Henri: De la transpasibilidad, en MENA MALET, Patricio y JOHNSON, Felipe eds.: De la transpasibilidad. Henri Maldiney ante el acontecimiento del existir. SB, Buenos Aires, 2021, p. 18. [En adelante se citará el número de pagina entre paréntesis]. Así, aunque comienza con una cuestión que hace mención a la patología, esta nos lleva a la misma como una prueba a contrario del qué de lo humano. Del mismo modo que la novedad terminológica nos conducirá, a través de la oposición pasible–posible a la teoría aristotélica del intelecto y mucho más allá. Pasible, susceptible de pathos, y el trans como un índice de cualidad diferente, igual por ejemplo que se dice de lo transfinito en el cálculo cantoriano. Pero ahora hay que llevarlo a lo que supera, con su trans, a lo posible mismo, de tal manera que lo transpasible es el poder de lo transposible, la disponibilidad que excede con mucho a la mera posibilidad, hasta lo inimaginable y que escapa, antes de su venida y evento, a cualquier expectativa. Nos ha empujado, sin pausa, hasta una fenomenología del acontecimiento, del sentir como apertura, del mismo modo que su estética artística, desde el retorno a la aisthesis nos lleva hasta la estética radical de la experiencia, del sentir.
Y ahora es preciso detenerse, tomar aliento siquiera durante un instante. El estilo de Maldiney le valdrá un lugar característico dentro de la psicopatología más cuidadosa con la filosofía, como la de Ludwig Binswanger, pero que se subraya también como una crítica de su matriz fenomenológica. Sobre ese particular desplazamiento, que va en zig zag entre antropología y fenomenología, ha escrito Emmanuel Housset algunas páginas importantes,[2]HOUSSET, Emmanuel: L´antropologie au risque de la phénomélogie, en DE GRAMONT, Jérôme et GROSOS, Philippe eds: Henri Maldiney phénoménologie, psychiatrie, esthétique. Presses Universitaires de Rennes, Rennes, 2014, pp. 53-73. y que puedo resumir ahora para nuestros intereses. Maldiney se mantiene fiel a Husserl y a Heidegger, a su llamada hacia las cosas mismas, en la medida en que los desborda. Por un lado se alinea en la descripción de fenómenos excesivos, en los que la correlación entre lo noético y lo noemático no se puede efectuar, lo que nos recuerda la noción de fenómeno saturado de Jean-Luc Marion, aunque desprendida de cualquier intención teológica. Lo real, la cosa misma, es lo que se resiste a mi poder de anticipación, ni puede comprenderse por la remisión a un a priori del sujeto. Y desprendiéndose de Heidegger, a pesar de que sus existenciarios permiten hacerle un nicho de experiencia a lo abierto, dirá que el acontecimiento, el tema de una espera que no admite ningún a priori, que es no tético, siempre adelantado a sí mismo, excede también a nuestro proyecto. Y que el Dasein en Ser y tiempo remonta lo yecto de su ahí con el pro-yecto.
Yo mismo me encuentro con Maldiney, me ocurre o sucede, igual que un verano acaso demasiado largo y caluroso. Ocurre de golpe. No es una filosofía mundana en Francia, casi desconocida en Italia y puede que completamente desconocida en España. Sin embargo hay huellas de su paso, aunque furtivas, en mi biblioteca. De quien lee mucho mejor que yo, con otras maneras de atención y otras perspectivas. Por ejemplo en Gilles Deleuze, quien vuelve sobre lo bizantino, cualidad que Maldiney atribuía de manera provocativa a Cézanne, para mencionar el reemplazo de un espacio háptico por otro puramente óptico,[3]DELEUZE, Gilles: Francis Bacon. Lógica de la sensación. Arena, Madrid, 2002, p. 127. o se refiere a la fluctuación de la experiencia del mismo Cezanne o de Paul Klee. Más extraña es la huella dejada en Jacques Derrida, quien une a Maldiney dentro de su mismo desfase con respecto a la negativa de Merleau- Ponty, por lo que supone la protesta de lo impersonal frente a su reinscripción subjetiva.[4]DERRIDA, Jacques: El tocar, Jean-Luc Nancy. Amorrortu, Buenos Aires, 2011, p. 302. Presumiremos que lo que dice Derrida de la lectura de Merleau-Ponty vale también para Maldiney: apasionante, difícil, irritante, en ocasiones decepcionante. En cambio, si leemos al propio Derrida sobre la singularidad del acontecimiento, y la posibilidad de lo imposible, sobre la espera de lo inesperado[5]DERRIDA, Jacques, SOUSSANA, Gad, y NOUSS, Alexis:: Decir el acontecimiento, ¿es posible?. Arena, Madrid, 2007., no podemos sino señalar la cercanía, es decir, algo que, en el caso del filósofo judío franco argelino, también por esa triple identidad, se traduce las más de las veces como una resistencia a toda identificación, a toda herencia o comunidad simples. Puede que la explicación a esta maniobra de desvinculación la hallemos a través de otra huella de Maldiney, la que hace sobre el pensamiento de Claude Romano, y su magistral tesis doctoral sobre el acontecimiento, quien no oculta ni tampoco alardea de su débito con el filósofo, aunque su punto de partida, nada menos que la teoría estoica de los lekta,[6]ROMANO, Claude: El acontecimiento y el mundo. Sígueme, Salamanca, 2012. sea tan ajeno al mucho más tradicional punto de partida ontológico que señalábamos en De la transpasibilidad. Sin embargo, el desarrollo de la descripción de lo événementiel, eso que Fernando Rampérez traducirá como «contecedero», neologismo elegido por su cercanía a lo acontecedero del acontecer, hace que el encuentro con Maldiney, el mío junto al mar que busco todas las mañanas, sea también, de una manera casi subliminal, una suerte de reencuentro, extraño y paradójico, sí, como una variedad todavía más anómala del déjà vu.
Sin embargo, ésta aparece como enrarecida por una stimmung bastante ajena al autor de Ser y tiempo. Me refiero a la melancolía, y ese énfasis continuado de alguna manera muestra hasta qué punto se halla Maldiney desplazado de la perspectiva heideggeriana. Sobre este sentimiento contamos con un texto, uno o tres, verdaderamente delicado(s), en el que apreciamos un diario de la guerra (Chemin des Dames), una mirada a Melancolía II, el célebre grabado de Durero, y La dernière porte, que es uno de los primeros escritos de Maldiney (1945), sobre las paradojas de la Liberación, de tal manera que se escribe hacia atrás, se da testimonio o se piensa con un movimiento de retrogradación: desalojados de nuestro propio pasado, ya no es el pasado del presente que soy, sino que se despliega un pasado absoluto y un tiempo abolido.[7]MALDINEY, Henri: In media vita suivi de La dernière porte. Cerf, Paris, 2013, p. 22. A la vez que nos muestra, a contrario, el cierre melancólico, la clausura del tiempo, porque para Maldiney toda enfermedad del alma supone un déficit o una cancelación del acontecimiento, el estudio del mundo circundante biológico (Umwelt), que sigue de la mano de von Uexküll no menos que del mismo Heidegger, se percibe sobrepasado, gracias en particular a von Weizsäcker, por la forma (Gestalt) del movimiento, que ya es Gestaltung, un hacerse forma a partir de sí misma; línea de vida o transformación constitutiva. (p. 24). Esta posibilidad, iniciada por la mera realidad fáctica de lo animado de lo animal, sufre sin embargo una obnubilación (Benommenheit), dice Heidegger, y se queda atrás. Lo que contesta Maldiney es que esa obnubilación también demarca los límites del orden melancólico (p. 25), y esto es lo que le permite despegarse, añadimos nosotros, del análisis biológico propuesto, pero también de la psicología clínica propiamente dicha. Y es allí, en la estética, donde alcanza su más sorprendente capacidad de sorprendernos, pues, como señala Giuseppe Santonocito en una muy valiosa monografía, «el ser obra de una obra de arte es una autogénesis que abre el dónde de su tener lugar.»[8]SANTONOCITO, Giuseppe: L’esperienza estetica. La fenomenologia di Henri Maldiney. Mimesis, Milano-Udine, 2008, p. 116.
En torno a la Gestaltung, a ese formarse con su forma singular de la obra de arte, que es una presencia de lo impresente, en cierto modo llegado ex nihilo, reservará Maldiney sus observaciones sobre el vértigo, el ritmo y el pasaje por el vacío, que hallamos en un coloquio sobre su legado que tuvo lugar en Lyon en 2010. Se trata de tres textos de una gran intensidad, breves pero fundamentales. Y es que esa es la principal consecuencia del tardío florecimiento como pensador de este profesor que ejerció casi toda su carrera en dicha ciudad. No hay textos de circunstancias ni se perciben instantes de reposo o duda. El vértigo es una inversión y una contaminación de lo próximo y lo lejano. No hay vértigo en el libre abandono al espacio, como en la danza. Pero lo encontramos en determinadas visiones estáticas que inducen a su vez un acontecimiento extático, ya sea ante determinadas retos arquitectónicos, como en la catedral de Santa Sofía, o de índole natural, como deja escrito en su bellísima descripción del monte Cervino: «Ser ahí, surgir son términos que por lo común se oponen como lo estable y lo móvil. Aquí, coinciden. El Cervino que surge no está localizado en el espacio, eso mueve el espacio único de todo lo que tiene lugar. Su aparición no solo interrumpe el curso de la experiencia sino que refuta el estilo. Ella no posee la estructura de la intencionalidad, no viene a satisfacer una intención objetivante, ni proporciona un contenido en vista de cualquier objeto cuya convexidad vuelta hacia nosotros nos provoque a aprehender.»[9]MALDINEY, Henri: Cervino. Tarara’, Verbania, 2002, p. 3. Este librito espléndido posee como portada una no menos espléndida pintura de Elsa Maldiney, su mujer, hasta el punto de que no es posible decidir si la pintura ilustra el texto o el texto mismo es un comentario a su pintura. La cercanía de Elsa o la amistad con Tal Coat son tan fundamentales para la comprensión del acontecimiento estético, como lo serán la amistad con Francis Ponge o André du Bouchet a la hora de reconocer la nueva poesía.
En cuanto al ritmo, Maldiney aclara que casi siempre hemos sido víctimas de una malentendido, al confundir a este con la cadencia, que es previsible, que se tematiza sin dificultad con un recorrido virtual. En cambio, los constituyentes de un ritmo no son rítmicos. No hay ritmo parcial. Todo ritmo es único, entonces, como creación de un espacio y de un tiempo solo suyos. El ritmo, de nuevo, no es forma (Gestalt) sino formación (Gestaltung) constitutiva, y para dar cuenta de ello cita el célebre lema de Paul Klee en sus lecciones de la Bauhaus, Werk ist Weg, la obra es el camino. Ahora vemos hasta qué punto el vértigo, que es una crisis de lo temático y recursivo, supone además el (trans) posible despliegue de un espacio y un tiempo singulares. Esto lleva, entre otras cosas, a desestabilizar la dualidad entre lo abstracto y lo figurativo. Como vendrá a plantear en Espacio, ritmo, forma. Por un lado puede decirse lícitamente que toda pintura es abstracta, y por otro, que en tanto que toda obra de arte actualiza un espacio potencial, ella genera una figuración del mismo.[10]MALDINEY, Henri: Espacio, ritmo, forma. Cerf, Paris, 2022, p. 73. Si yo me viese obligado a elegir dos instantes de excelencia de esta acuidad de Maldiney para percibir el acontecimiento de la forma rítmica en la obra pictórica, señalaría su lectura del retrato de la Condesa de La Solana, Marquesa de Carpio, de Goya, y los seis kakis de Mo Ch’i, ambas centrales en Art et existence, y que revelan a las claras hasta qué punto Maldiney es ajeno a cualquier preferencia estilística o de época.[11]MALDINEY, Henri: Art et existence. Klincksieck, Paris, 2017. El último de esos tres pequeños y fulgurantes textos enfatizará el papel del vacío seco, del blanco, de la nada en la que se asienta y articula el aliento; pues eso que es propiamente el acto estético se debe al cociente de profundidad y al gradiente de apertura en el que consiste la transformación de la mera superficie en espacio. Uno de sus ensayos más deliciosos, hecho en ese instante de la vida, normalmente bien lejos de la juventud, en el que cada uno de nosotros ya no solo escribe a partir de la biblioteca sino sobre la biblioteca misma, está dedicado a ese juego de la escritura sobre el blanco, pues el que abre el libro abre un mundo. Pero eso no supone ninguna inclinación espiritualista, sino que Maldiney lo cerca en la materialidad del mismo, claramente concernido por Du Bouchet, Agrandi jusqu’au blanc[12]DU BOUCHET, André: O el sol. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz, 2014. (Las rigurosas prescripciones de impresión hace que en este caso las páginas no aparezcan numeradas, para no interrumpir de manera arrítmica el blanco o el vacío generadores).: «Un libro impreso de poesía solo sirve a su destino si pone en obra una poética del espacio que responda al espacio poético que se encarga de hacer visible:»[13]MALDINEY, Henri: L’espace du livre. Cerf, Paris, 2014, p. 38. Es que el poder de los blancos, que es el del vacío, resulta común a la poesía y a la pintura, como reconocerá a menudo en el trabajo a menudo extremo de su amigo Tal Coat. Este filósofo, tantas veces concernido por lo nuevo, sabía que eso nuevo no tiene nada que ver con la novedad, sino con lo singular, y que esto singular no está anclado en el tiempo sino que produce su propia temporalidad. Pero eso no se revela gratuitamente sino que, de un modo u otro, hay que pagar por la revelación. El tiempo de la crónica sólo resplandece como tal tiempo en la crisis o ruptura. Hace unos años nos dejaba un poeta y cantor canadiense, Leonard Cohen, que revolucionó nuestro mundo al recordarnos que hay una grieta en todo y que es así como entra la luz. Antes de eso Octavio Paz, de lo que se hace eco el propio Claude Romano, señalaba que la herida es una fuente. La vida de Henri Maldiney, que hoy nos transmite tanta alegría, tenía un lema tomado de Esquilo y que le acompañó en momentos oscuros: Páthei máthos, aprende de la prueba (p. 37). Nos ha ocurrido este pensamiento como lo hace un verano.
Título: De la transpasibilidad. Henri Maldiney ante el acontecimiento del existir |
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Referencias
↑1 | MALDINEY, Henri: De la transpasibilidad, en MENA MALET, Patricio y JOHNSON, Felipe eds.: De la transpasibilidad. Henri Maldiney ante el acontecimiento del existir. SB, Buenos Aires, 2021, p. 18. [En adelante se citará el número de pagina entre paréntesis]. |
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↑2 | HOUSSET, Emmanuel: L´antropologie au risque de la phénomélogie, en DE GRAMONT, Jérôme et GROSOS, Philippe eds: Henri Maldiney phénoménologie, psychiatrie, esthétique. Presses Universitaires de Rennes, Rennes, 2014, pp. 53-73. |
↑3 | DELEUZE, Gilles: Francis Bacon. Lógica de la sensación. Arena, Madrid, 2002, p. 127. |
↑4 | DERRIDA, Jacques: El tocar, Jean-Luc Nancy. Amorrortu, Buenos Aires, 2011, p. 302. |
↑5 | DERRIDA, Jacques, SOUSSANA, Gad, y NOUSS, Alexis:: Decir el acontecimiento, ¿es posible?. Arena, Madrid, 2007. |
↑6 | ROMANO, Claude: El acontecimiento y el mundo. Sígueme, Salamanca, 2012. |
↑7 | MALDINEY, Henri: In media vita suivi de La dernière porte. Cerf, Paris, 2013, p. 22. |
↑8 | SANTONOCITO, Giuseppe: L’esperienza estetica. La fenomenologia di Henri Maldiney. Mimesis, Milano-Udine, 2008, p. 116. |
↑9 | MALDINEY, Henri: Cervino. Tarara’, Verbania, 2002, p. 3. |
↑10 | MALDINEY, Henri: Espacio, ritmo, forma. Cerf, Paris, 2022, p. 73. |
↑11 | MALDINEY, Henri: Art et existence. Klincksieck, Paris, 2017. |
↑12 | DU BOUCHET, André: O el sol. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz, 2014. (Las rigurosas prescripciones de impresión hace que en este caso las páginas no aparezcan numeradas, para no interrumpir de manera arrítmica el blanco o el vacío generadores). |
↑13 | MALDINEY, Henri: L’espace du livre. Cerf, Paris, 2014, p. 38. |