En realidad era la inauguración de una exposición fotográfica en el sala Aifos preparada por el CEMAB y la embajada de Chile en España sobre escritores chilenos, que terminaba con una mesa redonda en la que Carmen Alemany moderaba un diálogo en torno a momentos decisivos en las relaciones entre ambos países, la Guerra, los golpes de Estado, el Winnipeg y Allende, y en el que participaron Alejandro san Francisco, agregado cultural de la embajada de Chile en España, Matías Barchino, profesor de literatura latinoamericana y Juan Carlos Mestre, poeta, que recitó algunos versos de poetas chilenos contemporáneos.
No obstante, lo que pasa en ocasiones excepcionales es que hay personas con un magnetismo espiritual que arrasan con lo demás. Juan Carlos Mestre es una de ellas. Un poeta suele emocionar con sus letras, no por sus gestos. Suele enganchar con su verso, pero no siempre con su voz. El viernes Mestre no venía hablar de su libro, el último, La bicicleta del panadero, Premio de la Crítica 2012, sino a charlar sobre Chile y a recitar sobre Chile. Y sin embargo todos los que estuvimos en la sala acabamos atraídos por el misticismo del humanista. El resto daba igual.
Vestía traje oscuro, con la mirada potente y la sonrisa cómplice, pelo rizado y unas gafas que iban y venían desde los papeles a los ojos. Un aire despistado y su voz, su tono de voz. Las modulaciones de una voz que parecía emerger de la profundidad del océano, de los abismos del alma, como diría él mismo. Podría vender tarifas Delfín 90 o cantarle a la banalidad de las retransmisiones deportivas como Bobby Deglané, pero no es esa su misión, no la quiere. No es esa la misión del poeta. Declamó su palabra clara y dura y las reverberaciones del aedo anunciaban la necesidad de un discurso comprometido y crítico. Leyó a Neruda y a Nicanor Parra, y eligió unos versos más bien desconocidos del poema LIII de Gonzalo Millán sobre el golpe de Estado en Chile en 1973 que casi hace llorar a la fotografía de Benedetti.
En su voz había una búsqueda de reconciliación del hombre con su especie, con los actos de su especie. En su voz había sentencias para los practicantes de la inmoralidad de lo privado y del fraude de lo público. Una tabla donde agarrarse en medio del mar huracanado, su voz. Había un grito a la necesidad del poeta, como dijo, legisladores de lo invisible. En su voz había algún tipo de secreto, el secreto del mundo.
Enlaces de interés:
Página web de Juan Carlos Mestre
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