Lejos de realizar un análisis sobre los numerosos personajes literarios que se han suicidado, o sobre sus razones psicológicas y sociales, este comentario propone describir cómo el suicidio de Amparo Sánchez Emperador, la protagonista de Tormento (1884) de Benito Pérez Galdós está influenciada por toda una tradición literaria donde el suicidio femenino está relacionado con un amor perdido o con un ultraje al ideal de virtud femenina. Sin embargo, la ironía que Galdós muestra es la de un autor que está en contra de las normas sociales preestablecidas en la España de finales del siglo XIX, puesto que ni Amparo es un ejemplo de virtuosidad (es decir, de castidad), ni finalmente consigue su cometido.
«—Pues tendrás la bondad —dijo lentamente Amparo, registrando su bolsita y sacando un papel—, de ir a la botica, que está en esta misma calle, dos puertas más abajo… Toma la receta; me traes esta medicina… Es una cosa que tomo todos los días para los nervios, ¿sabes?.. Aguarda, ten el dinero… Corre prontito, aquí te aguardo…»
Amparo espera a que Felipe le traiga el veneno, pero finalmente el muchacho le cambia el medicamento porque tal y como confiesa a Agustín más tarde, en la farmacia le habían avisado que se trataba de un veneno mortal. Pero, ¿qué motivo empuja a Amparo a tal desesperación? La razón es la de proteger el poco honor, que a su parecer y al de otros personajes de la novela, le queda. Un honor que se basa principalmente en la pérdida de la virginidad. Debemos tener en cuenta que para la moral religiosa del momento, esto era un tema de vital importancia: la mujer debía ser sumisa, complaciente y, sobre todo, recatada en gestos, palabras y actos.
En La dominación maculina (1998) Pierre Bourdieu afirma que la mujer está constituida como entidad negativa y sus virtudes sólo pueden afirmarse en una doble negación. Así, para ser una buena mujer, Amparo no debe haber mantenido relaciones con ningún hombre, no debe defenderse de las injurias, no debe hablar más de la cuenta, etc. Su prometido, Agustín Caballero, es un hombre de costumbres conservadoras que, después de tantas aventuras en América, quiere casarse y tener hijos. De ahí que vea en Amparo ese ideal que tanto anhelaba encontrar. El drama llega cuando este ideal parece ser sólo eso, un ideal; puesto que la virtud de Amparo se pone en entredicho al saberse la existencia de unas cartas que escribió al eclesiástico Pedro Polo donde se deja entrever que ambos tuvieron un affaire amoroso.
El suicidio en la España del XIX
Hay que tener en cuenta que por aquellos años España vivía un período conocido como la Restauración borbónica, y por lo tanto, un retorno de las posturas más conservadoras, donde la Iglesia católica tenía un peso determinante. Para este tipo de sociedad el único amor carnal permitido es el del hombre y la mujer unidos en santo matrimonio. Cuando el asunto de Amparo se descubre, tanto ella como Agustín caen en una profunda tristeza. Lo que hallamos en ambos es un anhelo de felicidad. Ante este desencanto la respuesta de cada uno es diferente en los métodos, pues Amparo intenta suicidarse y Agustín intenta huir de Madrid. Sin embargo, ambos desean desaparecer.
Por lo que respecta a Amparo, su suicidio está cargado de fondo moral e ideológico, ya que su desesperación es una especie de remordimiento angustioso. Debemos tener presente que para la Iglesia era indispensable morir bien, en obediencia con el orden establecido, es decir, con Dios; y por lo tanto, no se es juez de uno mismo. Esto viene a corroborar que si Amparo está dispuesta a cometer un acto sacrílego como es el suicidio, es porque ya en definitiva no le interesan las leyes morales de una sociedad que le ha dado la espalda.
En un informe publicado en España en 1875, titulado “Tratado de Medicina y Cirugía Legal” por Pere Mata, catedrático de Medicina Legal en Madrid, se expuso los métodos principales de los suicidios acaecidos entre 1859-1862. Entre los tres primeros métodos están el ahorcamiento, la inmersión y el envenenamiento; por lo que respecta al suicidio femenino, es el envenenamiento el principal. Precisamente así es como Amparo quiere poner fin a su vida, con veneno.
«Perdida toda esperanza y segura de su vergüenza, pensó que era gran tontería conservar la vida y que ninguna solución mejor que arrancársela por cualquiera de los medios que para ello se conocen. Pasó revista a las diferentes suertes de suicidio: el hierro, el veneno, el carbón, arrojarse por la ventana. ¡Oh!, no tenía ella valor para darse una puñalada y ver salir su propia sangre. Tampoco se encontraba con fuerzas para dispararse una pistola en las sienes. Los efectos seguros e insensibles del carbón la seducían más. (…) Pero muy pronto variaron sus pensamientos. La desesperada tenía un arma eficaz y de fácil manejo… Acordose de ella mirando el retrato de su padre, que se había vuelto a poner derecho. Cuando el buen portero de la Farmacia estuvo enfermo de aquel mal que le acabó, fue molestado de una tenaz neuralgia que no cedía a la belladona, ni a la morfina».
Crítica de un intelectual
Al contrario que otras mujeres de la literatura que se suicidan, Amparo no es virgen, ni, apriori, valiente. No es una heroína clásica, sino un personaje de novela realista-naturalista. Amparo siente miedo ante la muerte: «¿Llamaré? ¿Pediré socorro? Es horrible… ¡morirse así!… ¡qué pena!, ¡y también pecado!…». Amparo quiere evitar el sufrimiento que le ocasiona la pérdida del amor, así como el oprobio de la sociedad, pero también quiere librarse del padecimiento de la muerte. Por lo que su suicidio está más relacionado con un acto liberador, que con una cuestión de honor, algo que la aleja de las idealizaciones de personajes como Lucrecia y Cleopatra.
El suicidio de Amparo en Tormento, o mejor dicho, el intento de suicidio, no es un capricho de Galdós. Se trata de una crítica a la hipocresía de la España de finales del XIX. Galdós supo mostrar una burguesía hipócrita, que a pesar de haber luchado contra la aristocracia, copió conductas propias de la nobleza. Una burguesía que además de imitar a la élite nobiliaria, vivía de apariencias. En Tormento aparecen todo un conjunto de mujeres muy católicas para las que la virginidad de Amparo es más importante que su propia conducta.
Juzgar a Amparo de cobarde es un argumento absurdo, puesto que el único acto de valor que parece mostrar la joven en toda su vida es precisamente el de darse la muerte. Sólo en ese momento, es Amparo libre de decidir sobre el devenir de su historia. Esto representa, sin lugar a dudas, una crítica mordaz a la burguesía española que oscilaba, según le convenía, entre las ideas progresistas y las retrógradas, y que por lo tanto carecía de decisiones firmes. Y es que es ésta y no otra la finalidad de todo intelectual: exponer lo bueno y lo malo de la matriz social en la cual se haya inmerso.