Resulta complicado en un tiempo como el nuestro, con tendencia a la sobreexposición personal en la red, comprender qué puede llevar a alguien a fotografiar su realidad más cercana de forma compulsiva para después no mostrar ni una sola imagen.
Ese fue el caso de Vivian Maier a quien podemos conocer a través del documental Finding Vivian Maier donde se nos presenta a una mujer alta, un tanto peculiar y excéntrica que caminaba de manera robótica, casi como si estuviese en una marcha militar. Vestida con grandes abrigos, con sombreros de otra época y con su cámara Rolleiflex al cuello como parte de su atuendo habitual. Trabajó como niñera en Nueva York y en Chicago, período durante el cual solamente imprimió unos pocos negativos y dejó el resto (unos 100.000) acumulados en cajas en las casas donde solía trabajar. Recelosa de su privacidad hasta niveles obsesivos. Ninguno de sus conocidos sospechaba lo prolífico de su obra, ya que su afición por la fotografía había pasado desapercibida entre una de las rarezas más de nuestra protagonista.
Fue John Maloof quien por pura casualidad se topó en 2009 con este trocito de historia olvidada, cuando en una subasta adquirió una caja llena de negativos por 300 dólares. Abrumado por las fotografías que encontró y sin saber muy bien qué hacer con ellas se animó a publicarlas en Flickr con el mensaje: What do I do with this stuff (other than giving it to you)?. La buena acogida que tuvieron las fotografías animó a John a mostrar la obra y visibilizar la figura de Vivian Maier. Dando origen así al documental Finding Vivian Maier.
Maloof, resume la forma en que la describen lxs niñxs que ella crió: “Era socialista, feminista, crítica de cine, y no tenía miedo de decir lo que fuera. Aprendió Inglés yendo a las obras de teatro que ella amaba. Llevaba una chaqueta de hombre, zapatos de hombre y un gran sombrero, la mayor parte del tiempo. Ella estaba constantemente tomando fotos que no enseñó nadie.”
No queda espacio en el documental para una visión romántica de Maier, igual que observamos su faceta más dicharachera y dulce jugando con lxs niñxs, descubrimos el lado más oscuro y siniestro de la fotógrafa, ofuscada con el almacenamiento de periódicos, especialmente de los sucesos más trágicos y macabros. Quizá lo fascinante de esta historia y de su trabajo sea precisamente eso, lo humano que hay detrás de su labor. Lejos de la imagen clásica y glamurosa de la artista, nos topamos con una obra fotográfica que arranca desde lo más humano, precisamente por terrible, enigmático y conmovedor. Una fotografía que mira a los ojos de sus protagonistas quienes parecen establecer una sintonía con nuestra mirada, unos ojos que nos atrapan y reflejos que permiten instaurar un juego cuyos secretos solo ella conoció.
Aún quedan unos días para poder ver algunas de su fotografías en España, hasta el 26 de septiembre en la Galeria Bernal de Madrid, dentro de la exposición Portrait (self) portrait.
En casi todas las reseñas sobre esta excepcional fotógrafo se destaca el que no expusiera su obra. Pero alguien con tal capacidad para captar luces, encuadres y motivos tenía que tener tan integrada la fotografía en su vida cotidiana que poco podía decir a la hora de su su exposición publica. Prefiere ser la sombra recurrente entre el objetivo y el disparador, la sombra reconocible con sombrero, su firma personal, como los hombres con sombrero hongo de Rene Magritte. Entre tantas y tantas fotos de exteriores a veces se ve obligada a encerrarse en su habitación para retratarse más allá de los espejos ajenos, pero pronto se ve obligada a salir a la calle y a disparar constantemente su Rolleiflex. Quizás para descansar de tanto registrarlo todo a su alrededor eligió cuidar niños y participar de su mirada inocente, mirada que no parecía acompañarla habitualmente.
Hola Cesitar
Compartimos tu opinión. Es todo un descubrimiento todo el trabajo de Vivian Maier.
Nos alegra que te haya gustado y que hayas comentado. Vuelve por estos lares siempre que quieras 🙂
Saludos.
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