Hablar del dolor, de las enfermedades o de los miedos no es fácil, y mucho menos si eres algo popular. Ese fue el caso de los últimos días de Robin Willians, tal y como lo muestran en El deseo de Robin. Documental que trata los últimos años del actor y el descenso a su sufrimiento casi en silencio pero dejando huella de ello en muchas personas
El director Tylor Norwood ha llevado a la gran pantalla el drama del actor, de los que vivieron junto al mismo sus últimos días con declaraciones de ellos, y mezclándolo con tomas de la vida artística del personaje, y algo de la persona.
Cuando el actor falleció los medios hablaron sin tener conciencia de lo que había detrás, algo que no es lícito, linchar a una persona sin saber lo que hay detrás. No es algo que nos sorprenda, pero no por ello lo vamos a alabar. Bien es verdad que el documental no va de moralista, simplemente expone esas declaraciones como quién escribe un diario para que algo no se olvide.
Aquí en la película el director, junto con el guionista Scott Fitzloff, tratan desde la óptica del oyente las versiones de quiénes le conocieron, quiénes vivieron sus cambios y quiénes con el paso del tiempo supieron y conocieron que había después de su marcha, todo ello tras la autopsia metódico.
Hay enfermedades silenciosas que hacen que de puertas para dentro el mundo se derrumbe, y de puertas para afuera le vean como si estuviera cambiando, pero no naturalmente, si no por deseo. Esa parte de incomprensión, de intolerancia, y vivir en una era que juzga y prejuzga a diario hace que la verdad siempre cueste salir.
No solo es un documental que trate la vida y deriva de un famoso, es plantear lo que significa tener una enfermedad no diagnosticada, y la importancia de lo mismo para poder llevar el día a día con una patología.