Inmóvil sobre el escenario, parece un esmalte de rostro blanco. El kimono brilla con textura de agua y con los primeros acordes sus mangas fluyen en cascada. La luz cenital proyecta la sombra de Kaori, ahora un insecto mutante que se despereza antes de emprender vuelo. Kaori ondea sus abanicos, ingrávidas prolongaciones palmeadas de sus dedos, que se persiguen, se rozan, se separan, como dos mariposas que escenificasen un cortejo nupcial.
Nervioso e indeciso, Johnny juguetea con el papel. Una ráfaga repentina de aire se lo arranca y lo aleja en una coreografía imposible que acaba, precisamente, en las manos de Ann. La niña lee la carta de amor y busca con ojos incrédulos a Johnny. Se miran ruborizados, con las bocas entreabiertas. Una nube de mariposas cubre el patio del colegio y se escinde en dos flechas vibrantes, que se abren paso entre sus labios y anidan traviesas en sus estómagos.
Precioso Ana.
Besicos muchos.