―¡Cómo me apetece una tortilla de patata con pimientos! ¡Mmmm, qué rica tiene que estar! ¿Me oyes, Fernando?
―Yo con este vinito ―dice derramando media copa sobre el mantel― me fumaría un cigarrillo. Qué chulo, echar humo por la boca.
―Deja un poco el cariñena y atiéndeme, anda. Mira, he estado pensando que deberíamos ampliar el reino. Los niños están creciendo y necesitan más espacio para jugar. Y alimentos más nutritivos. Me preocupa sobre todo Juana, la noto muy delgaducha y últimamente anda como atolondrada. Sí, ya sé que está en la edad del pavo, pero antes de que se nos descarríe quiero encontrarle novio. Uno que sea guapo.
―Te veo pensando en boda, Isabel, y en tarta nupcial. Pues te diré que el chocolate engorda.
―Tú qué sabes, si aún no lo conoces ―contesta enfadada.
―Ni tú las patatas. Ni los pimientos ―se defiende él, despatarrándose sobre el trono.
―Mañana sin falta ―insiste tozuda― avisas al amigo tuyo aquel, el genovés que tenía un barco. ¿Cómo se llamaba? Crispín, o Críspulo, o algo así, y le convences para que vaya a colonizar nuevas tierras. Con un poco de suerte igual hasta descubre el picante.