Contando ovejas pasa de ser una frase tópica y típica de cualquier mortal, cuando tiene sueño y se pone a contar hasta dormirse, a ser toda una declaración de intenciones del ser humano en sus contradicciones, sus frustraciones, sus deseos y sus egos de la mano del director José Corral Llorente.
Ernesto es el portero y persona de mantenimiento de un edificio, y ahí mismo vive, en uno de los apartamentos de alquiler. No duerme por la noche, aunque recurra a contar ovejas. En el edificio todas las noches la música está a todo volumen debido a las fiestas diarias de su vecino narcotraficante. Un día parece que la vida de Ernesto va a cambiar, tres aliados han aparecido en su casa para cambiar su vida tan monótona y gris.
Tres personajes principales que están dotados de numerosas personalidades que van brotando a medida que las locuras, dinámicas o no tanto, de Ernesto avanzan. De cómo su habitación cobra vida y los animales que eran de papel son de verdad, andantes y parlantes, acabando siendo sus yoes más dispares.
Contando ovejas es tanto un despropósito, como un estudio sicológico del ser humano de sus distintas caras y facetas emocionales. El director y guionista lo encara virando a cada personaje con los sucesos de los demás, haciendo un círculo vicioso aquello de todo influye en bucle y pasando de ser lo mejor a ser los peor dependiendo del momento, o de cuando la ruleta de lo negativo recaiga en cada personaje.
Es tanto un thriller como una comedia negra, aunque por mucho que incidan en la comedia no encontré atisbo de risas en mi persona durante todo el metraje, si los tonos los oscuros incrustados en los protagonistas.
Todo resulta surrealista dentro de la casa de Ernesto. El hogar de ese portero, que parece no tener muchas virtudes para su puesto, es un recinto donde todo puede pasar. Sí que es verdad que el resto de personajes son igual de caóticos, sin rumbo, pero más veraces en su perfil.
Al mismo tiempo abarca la situación laboral, la picaresca en el submundo de sobrevivir en una sociedad centrada en aparentar y no mostrarse tal cual y cuando lo hacen son pisoteados por quienes les rodean.
Algo que me llamó muchísimo la atención es cómo Ernesto al final tiene que pagar por vivir en un edificio en el que se supone que trabaja, pero su sueldo no llega para pagar el alquiler, una metáfora de cómo la vida hoy en día no tiene equilibrio entre ingresos y gastos.
He de reconocer que lo mejor de la cinta, y con creces, y es algo nada habitual en el cine español, es la pronunciación, certera, eficaz y que no desconecta al espectador para nada. También destacar las actuaciones, pero que no se ven favorecidas por lo predecible de todo, aunque la historia parezca alocada.