«Podría pararme en medio de la quinta avenida, dispararle a alguien y aun así no perdería votos»
Donald Trump, candidato a las elecciones presidenciales de los EE.UU. en 2024.
No podíamos dejar pasar por alto en esta sección de Amanece Metrópolis la nueva película del guionista y director Alex Garland; una magnífica obra estrenada en este 2024, un año que puede acabar resultando determinante para la historia.
Su argumento resulta a priori sencillo, dos periodistas acompañados por otros dos fotoperiodistas de guerra tendrán que dar un rodeo de 1.300 km para llegar a Washington desde Nueva York, en medio de una guerra civil, con la intención de entrevistar al presidente de los EE.UU. atrincherado en la Casa Blanca.
Para ello tendrán que adentrarse en un terreno inhóspito por el que pasarán terribles vicisitudes en un ambiente de lo más hostil donde su instinto de supervivencia necesitará salir a relucir una y otra vez en medio de una violencia inusitada.
Civil War no es una película de guerra al uso. Ni al autor, ni al espectador le interesa quiénes son los bandos contendientes, dónde y porqué empezó todo y quienes son los malos o los peores. Porque Civíl War de lo que trata es precisamente de eso, de los horrores de la guerra.
Al margen de las cuestiones técnicas e interpretativas, en ambos casos excelentes, impactantes y con una carga dramática extraordinaria, la película pone en evidencia hasta donde puede conducir la deriva social y moral por la que está discurriendo la sociedad actual y que, de momento, ya está teniendo síntomas de ambiente prebélico.
«Civil War es una reflexión sobre las ansiedades, el extremismo y el fracaso en contenerlo»
Alex Garland, director de cine (Londres, 1970- )
Garland nos avisa que esas imágenes de muerte y destrucción que estamos visualizando casi en directo en la televisión y que se desarrollan ya a unos pocos miles de kilómetros de los centro de poder, pueden darse en medio de nuestras calles de manera tan posible como inmediata.
La actual deriva ultra nacionalista y ultra conservadora que se hace cada vez más fuerte en todos los países del hemisferio occidental, ensimismada por los símbolos y las tradiciones mientras aborrece todo lo que resulta diferente ha representado siempre el último paso antes de que ríos de sangre desborden pueblos y calles.
Los protagonistas son periodistas. Los que cuentan el espanto de la guerra, la zozobra y la furia de los que combaten entre sí en cualquier parte y para los que sobrevivir pasa por eliminar al otro por venganza, por miedo a morir también o simplemente porque sí.
No son los tertulianos que escupen improperios desde cualquier plató de televisión y envenenan las redes sociales lejos del frente de batalla. Los altavoces de políticos mesiánicos que han hecho del insulto constante el arma arrojadiza para derrocar a su oponente.
Esos no tienen nada que ver con el periodismo. Esos no tienen nada que informar, ni enseñar, ni entretener. Sólo inculcar odio y más odio hasta que como en Civil War la democracia salta en pedazos y ya no haya donde poder opinar. Sólo sobrevivir.
No se la pierdan. Civil War es una historia de lo más pesimista pero más que una película es una advertencia de lo que podría estar por llegar si no somos capaces de poner freno a tanto delirio.
«Este año podremos cerrar una etapa infame de la civilización occidental, el orden mundial basado en la hegemonía progesista liberal (…) Estas elecciones coinciden con cambios importantes en las tendencias políticas y geopolíticas mundiales; el orden del mundo está cambiando, y debemos hacer que nuestra causa triunfe en medio de estos cambios (…) Los liberales progesistas sienten el peligro; reemplazar esta era significa reemplazarlos a ellos».
Viktor Orbán, primer ministro de Hungría en el discurso de apertura de la Conferencia de Acción Política Conservadora en Budapest el 25 de abril de 2024.