Estimado amigo,
Era martes y estaba en el trabajo cuando recibí la noticia de que su nuevo libro había sido galardonado con el Premio El Ojo Crítico de Narrativa 2014. Se me dibujó una sonrisa en la cara y permaneció allí el resto mis clases. Ya sabemos cómo, de un tiempo a esta parte, se ponen en duda la transparencia, la calidad y el merecimiento de los premios literarios en este país. No se trata hoy de alimentar polémicas, sin embargo, puesto en este caso concreto el fallo no ha podido ser más justo. Servidora le conocía y admiraba en formato breve: hace un par de años, la editorial Salto de Página publicó Los que duermen, que mi querida Z. me recomendó como lectura indispensable. Ya entonces supe que cualquiera de sus trabajos posteriores me merecería enormemente la pena, pero, como se encargan de recordarme cada cierto tiempo, soy joven e impresionable, así que el reconocimiento a El cielo de Lima me alegra el doble al darme la razón.
Tardo en escribirle por falta de tiempo o tal vez por vergüenza o por no saber cómo hacerle llegar esta misiva. O porque sigo impresionada por su modo de convertir una bella anécdota del Maestro y aquellos dos proyectos de poeta en una recreación de la realidad limeña de principios del XX. Lo burgués contra la revolución obligatoria de la juventud. Las copas limpias y las solteras ricas contra los bares oscuros y las prostitutas. La aristocracia dando con la cara ensangrentada sobre suelo proletario, pensando durante la caída que tal vez la posibilidad de cambio, que tal vez la necesidad de cambio. Y yo leyendo esta dualidad mientras camino por unas calles que no son ya mi ciudad, mi país o mi siglo; cruzándome con personas que no son personas sino personajes. Porque, querido, también yo pienso en ellos como secundarios. También yo conozco la dificultad de encontrar a un protagonista y el vuelco en el pecho cuando aparece. He querido enamorar con una voz que han inventado mis manos y he acabado cayendo enamorada; he sabido dolerme con, por, gracias a ella. He llegado a dudar si el personaje no sería yo. Quién me estaría pensando, quién me estaría escribiendo, sabe, tecleando mis pasos mientras yo recorría sus páginas. Y no sé, he querido no despertarme. Poder dirigirle unas líneas no de felicitación sino de agradecimiento. Por el viaje y por el deseo fugaz de convertirme en otra, quizá no tan musa pero, durante el breve periodo de tiempo que tarde usted en leer esta carta… Si es que sobrevive al hambre voraz de las ratas.
Suya siempre,
C.
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