Desde pequeña le gustaron los castillos. Cuando iba a la playa jugaba junto con su hermano y sus primos a montar el mejor de arena. Era un casi un ritual. No solo utiliza los cubos como moldes, también realizaba las rejas con palillos cuál maqueta. Ella desde muy temprana edad visionaba un castillo. Su mente lo recreaba y fantaseaba.
Ahora en la edad adulta seguía con su imaginación, con los posos de la ilusión de todo de color de rosa. Una vida, una familia, con marido e hijas y todo eso estaba. Era la perfección natural, tal y como esos veranos moldeaba su castillo, en la actualidad su vida estaba creada con sigilo, paciencia e ilusión, como si fuera una meta pero al mismo tiempo un juego para no perder la inocencia y creía que lo había conseguido.
Un día la similitud de su vida con un castillo se tornó castillos en el aire. La arena dejó la silueta homogénea y paso a ser mero suelo que pisar, todo había perdido forma y ahora era aire. Ya solo quedaba castillos en el aire.