Cada año en Ascaso, La muestra de cine más pequeña del mundo, dedica un día a una proyección de un clásico, y suele ser los miércoles. Este año es el turno de Sed de mal de Orson Welles.
Han pasado cincuenta años del estreno de Touch of Evil, en Estados Unidos y poco a poco se fue pasando a nivel mundial, una cinta de cine negro que comienza con tres minutos de plano secuencia del Séptimo Arte y una gran película donde destaca el expresionismo, desde la mirada de la cámara y el resto de las partes de la cinta.
Antes se proyectará el cortometraje «El mal de Schneider» de Javier Chillón, película ambientada en el mismo año de creación de la película protagonista, pero con otro fondo más actual. Después será el coloquio con el director de cine y periodista de «El cine que viene» de RTVE Samuel Alarcón, quién ha sido el responsable este año, la novena edición, de la selección de todos los cortometrajes. También estará para hablar del clásico el especialista en cine mexicano Héctor Orozco.
Además este año la exposición que está expuesta, es en blanco y negro, Amnios de Juan Zamora Lamas, quien estuvo de fotógrafo durante el año pasado, y repite este año. Regalando a la calle única de Ascaso todas las fotos que ha hecho durante el confinamiento, una por día. Por ello hoy Ascaso es en su totalidad en blanco y negro.
Os dejo lo que Juan Zamora ha escrito y está en el folleto de la muestra:
Una propuesta desgerundiada…
Amnios se podría describir como un «ejercicio de introspección y expresión íntima sobrevenidas». El detonante fue la extraña situación en la que nos vimos inmersos los meses de marzo a junio de 2020: un confinamiento, sin previo aviso, que trastocó de cuajo nuestra cotidianidad, nuestro día a día.
Todo comenzó como un juego: hacer una foto al día utilizando la realidad que tenía más a mano. «De puertas adentro»: los rincones, las luces, la cotidianidad; «de ventanas afuera»: la realidad –sorprendente y muchas veces desconcertante– que se asomaba al balcón a través de esa membrana traslúcida. No pretendía llegar a ser una crónica periodística de ese paréntesis. Tampoco buscaba ser ningún reto personal. Al menos, eso parecía al principio.
Noventa y nueve días y noventa y nueve fotografías. De ellas, en esta exposición presentamos algo menos de una tercera parte. Noventa y nueve muestras de lo que el autor encontró más acá de esa membrana extraembrionaria que lo envolvía y lo protegía: imágenes fruto de la curiosidad, de la imaginación, y a veces del dolor y del sentimiento de pérdida.
Lo que empezó como fruto de la inmediatez para mostrar lo sorprendente de la rara situación, ha terminado siendo la más pura expresividad de un mundo interior. La rareza de la situación colectiva ha devenido en algo más más íntimo y personal. Ya no es solamente el fruto de un confinamiento, de un estado de emergencia; sino más bien de la necesidad de reencuentro y de reconciliación.
No pretendía ser una crónica. Pero lo ha sido. Lo descubrió solo al final…