Hoy amanecemos con Raquel Lozano Calleja, que nació en Palencia, según afirma, con voluntad de oveja negra. Pronto destacó en su etapa escolar por su falta de interés en el adoctrinamiento de rebaño y comenzó a escribir para relatar los mundos que encontraba allá por las Batuecas, por Babia o por las Chimbambas. En su juventud ganó algún concurso de cuentos y escribió canciones que nunca tuvieron música y poemas que carecieron de métrica. Poco después descubrió que el microrrelato era un género en el que se sentía cómoda y fue alzándose con premios importantes como el Cristina Tejedor de Palencia, el A qué sabe Cantabria del Parlamento Cántabro o el concurso de relatos sobre la San Silvestre de Salamanca. En 2017 publicó su primer libro de microrrelatos Pecados poco originales (Ed. Piediciones) y en 2021 el libro de relatos Peccata diminuta (Ed. Nisio).
A su interés por la microficción le unió la narrativa audiovisual y produjo y realizó los guiones de tres cortometrajes, siendo el de Cosas que hacer el que más premios ha recibido hasta ahora.
En la actualidad imparte charlas sobre microliteratura y es profesora de escritura creativa en la Universidad Popular de Palencia y en varias bibliotecas de Palencia y provincia.
Aquí podemos disfrutar de algunos de los textos de Raquel:
Selección natural
Nunca supimos lo que su madre cazaba y le ponía en el pico. Tenía que hallarse en la alimentación o en algún inexplicable código genético la razón para que fuera capaz de alzar el vuelo de forma más veloz que todos nosotros.
Tampoco entendimos nunca el porqué de su graznido melodioso, el irisado de sus plumas que atraía a las hembras irremediablemente, esa altivez elegante al surcar los cielos.
Lo que descubrimos pronto fue que la naturaleza no siempre se encarga de la selección natural. A veces necesita de un encuentro furtivo en un callejón sin salida para que todo sea como tiene que ser.
El mapamundi de tu cuerpo
Antaño buceaba desde mi orilla a la tuya con la ayuda de una escafandra gris y un plano hidrográfico de todos tus caudales. Cada vertiente, cada cuenca, todas tus frías aguas eran un júbilo para mis sentidos.
Años después, la orografía de tu piel era un relieve acogedor en el que ya había coronado todas sus cimas y por el que entre los líquenes y los helechos prehistóricos de tus recodos se alzaban palabras bellas formando la toponimia más sensual del planeta, una vasta región donde los peces viven en paz.
¿Pronas o supinas?
Y así, como un “¿Cueces o enriqueces?”, o como un “¿De Ciencias o de Letras?”, me hiciste esa pregunta desde el asiento de al lado en la sala de espera, y yo, absorto únicamente en tus labios y olvidando el callo bajo el pulgar derecho que me había llevado a aquel podólogo, acerté a contestar casi por inercia… Prono. Yo, prono. Que no sé ni lo que es pero que, para mí, fue como si pudiera contestarte “Sí, quiero”, así, sin conocerte de nada pero ansiando saber todo de ti.
Entraste tú primero en la consulta y pegué mi oreja a la puerta. Descubrí tu nombre, tu exploración articular y muscular, tu análisis dinámico de la postura y de la huella del pie. Quise ser tus nuevas plantillas y acompañarte a esa carrera que no recuerdo bien si te escuché decir que era de Piolín o de Silvestre.
Relato ganador del Concurso de relatos “San Silvestre Salmantina 2019”
Aromas
He visto pasar a tu perfume disfrazado de otra piel y sí, todavía duele a ti.
Plantas de interior
Con el paso de los daños voy aprendiendo que, si el amor no se riega, se muere. Pero si lo riegas demasiado, también.
Rayas azules sobre fondo gris
La muerte se ha olvidado de nosotros y también de las ratas, que nos despiertan con su corretear entre las mantas, o el afilar de sus dientes en la madera de las literas.
También ellas pasan frío aquí dicen los que ya han sobrevivido otras nevadas en este infierno, y lo dicen con esa quietud lacerante que se filtra entre los huesos, allí donde alguna vez tuvimos carne.
Hoy se ha colado por la alambrada una mariposa. Sus colores rojizos destacan sobre el gris, sus alas me trasladan a otros momentos. Creo incluso que he llorado; pero su cuerpecillo es insípido. Prefiero las ratas.
Geometría
Lo peor de llevar una vida demasiado recta es que te pierdes las mejores curvas.