
Todo sucede tan rápido… que ya nada parece quedarse.
Lo que vivimos, lo que sentimos, lo que recordamos… se desvanece en un instante. No es solo una impresión pasajera. Es un cambio profundo. El mundo digital ha transformado nuestra forma de vivir el tiempo, de recordar, de proyectarnos.
Antes, el tiempo tenía peso. El pasado era un lugar al que volvíamos, y el futuro…Hoy, ese equilibrio se ha roto.
Lo que estamos viviendo tiene nombre: presentismo. Una forma de estar en el mundo donde solo importa lo que pasa ahora. Y lo que pasó hace apenas unas horas, ya parece viejo. El pasado pierde valor, el futuro se desdibuja, y el presente exige atención constante.
Las noticias duran minutos. Las ideas, segundos. Todo es reemplazado por lo siguiente, y después, por lo siguiente otra vez. No hay descanso, no hay pausa. No hay memoria.
Y en medio de esta aceleración, aparece otra herida: la del tiempo roto.
Las tecnologías que usamos cada día —las redes, los dispositivos, las plataformas— nos imponen ritmos que no se sincronizan con nuestra experiencia humana. Vivimos en múltiples tiempos a la vez: el de la realidad, el de la actualización, el de la respuesta inmediata. Y esa mezcla nos fragmenta. Nos agota.
Es como si el tiempo ya no fluyera.
Esto no es solo confuso. Es peligroso. Porque la memoria —esa que nos da sentido, raíces, identidad— necesita algo más que velocidad y conexión. Necesita historias compartidas, necesita duración, necesita cuidado.
Pero hoy todo es fugaz. Se descarga, se usa, se borra. Lo común se vuelve personal, lo personal se aísla. Y lo que alguna vez fue parte de una memoria colectiva, hoy se reduce a un meme, a un clip, a una imagen que brilla unos segundos y luego desaparece.
Pasamos de guardar y contar nuestra historia… a consumir fragmentos de ella.
Y sin historia, sin relatos que nos unan, quedamos vulnerables. Porque sin conocer el pasado, corremos el riesgo de repetir sus horrores.
Lo vemos hoy. Lo sentimos hoy. Basta mirar a Palestina, al genocidio silenciado y normalizado, para entender lo que pasa cuando la memoria es reemplazada por el ruido.
El mundo digital nos da acceso a todo. Pero nos quita lo más valioso: el tiempo para comprender.
Y comprender no es solo saber. Es recordar con sentido. Es imaginar con esperanza. Es detenernos. Es sentir.
Yo en el cine lo que necesito es sentir. Emocionarme, llorar, reir…
Es cuánto menos curioso que La primera película proyectada en esta edición de Zinemaldia (“1984 2+2=5”) nos alertara con una asombrosa Lucidez de esta falta de memoria colectiva.

Raoul Peck En su último trabajo “1984 2+2=5” nos cuenta que la manipulación de la verdad y la opresión del individuo bajo sistemas autoritarios NO es algo del pasado. La distorsión del lenguaje presente 1984 es algo que padecemos a diario. Orwell y Peck nos muestran los peligros de la deshumanización y el autoritarismo, empujándonos como espectadores a reflexionar sobre el presente y el futuro de la libertad.
La película usa con brillantez el montaje, alternando fragmentos de Las películas basadas en la obra de Orwell con las cartas que escribió a lo largo de toda su vida.
Y avisándonos con la frase aterradora de Umberto Eco:
“El fascismo en el futuro no vestirá uniformes“
La película en su extrema lucidez PROVOCA pavor.
El siguiente plato fuerte en esta edición fue El último trabajo de Richard Linklater Nouevelle Vague.
El director de la maravillosa trilogía Antes de del amanecer nos regala su particular carta de amor al cine que rompió las reglas. Godard y el rodaje de su primer film “Al final de la escapada” le sirven de excusa para soltar una tras otra las más famosas frases lapidarias de Jean Luc.
Solo eche en falta en la película la también frase lapidaria de Agnès Varda refiriéndose a Godard:
“RATA“
Furtivos de José Luis Borau fue el siguiente gran título del festival en mi caso.
José Luis Borau contrapone la belleza serena del bosque con la brutalidad de los actos humanos que en él ocurren. El entorno natural, aparentemente pacífico y armónico, se convierte en el escenario de violencia, represión y deseo reprimido. Esta paradoja resalta cómo lo salvaje no siempre está en la naturaleza, sino en el interior de las personas. El bosque, símbolo tradicional de libertad, aquí encierra secretos, abusos y muerte. Así, el filme desmantela el mito del bosque como refugio, mostrándolo como un lugar tan hermoso como inquietante. Todo esto se resalta gracias a La actuación de Lola Gaos. LA GRAN LOLA GAOS, transmite una autoridad opresiva y una perturbadora complejidad emocional. Su presencia domina la pantalla, encarnando la represión y el control con una intensidad casi asfixiante. Una de las más grandes actuaciones del cine español.
Daniel Sánchez Arévalo vuelve a su mejor cine con Rondallas, una mezcla casi perfecta de comedia y drama aderezada con la habitual mirada empática del director con los personajes complejos y vulnerables. La amistad, la identidad y los vínculos familiares se muestran con calidez y humanidad, y la combinación de humor y emoción sin caer en el sentimentalismo fácil funciona como un tiro. Espero que sea uno de los grandes estrenos españoles de la temporada.
En palabras del director:
“Siempre he sentido que las comedias más significativas se construyen sobre una base dramática. Como espectador, me encantan las películas que me conmueven y me hacen sonreír al mismo tiempo. Como cineasta, estoy obsesionado con dominar el arte de contar historias que toquen el corazón y el alma, sin perder el humor. Creo que esta película tiene todos los ingredientes correctos: comedia, drama social, Galicia, el mar, rondallas, tradición y rock ‘n’ roll.”
Quiero remarcar, especialmente, cuál ha sido la mejor película de la sección oficial.
Las Corrientes de Milagros Mumenthaler.
Imaginen una película que mezcle Vértigo con los dilemas modernos de las mujeres hoy en día. La protagonista, atrapada en un papel tradicional de esposa, madre y profesional, comienza a perder su identidad en la rutina diaria. Su vida parece seguir el guion perfecto, pero una experiencia traumática del pasado la lleva a obsesionarse con el agua, con las corrientes. A medida que la protagonista se adentra en la obsesión por descubrir quién es realmente, su mundo exterior empieza a desmoronarse, reflejando una crisis interna. El control de su vida por las expectativas sociales choca con su deseo de reconectar con sus propios sentimientos y deseos, como si estuviera huyendo de su propio “Vértigo”. Mumenthaler nos desafía como espectadores a cuestionar las normas establecidas sobre el rol de la mujer.
El uso de los colores, de la música, la estudiada frialdad de la protagonista antes del estallido emocional final me ha recordado al mejor cine de Atom Egoyan. Una maravilla.
Para terminar con la sección ofical, intentare hablar sobre la flamante concha de oro de esta edición: Los Domingos De Alauda Ruiz de Azúa.
Todo está bien en esta película. Dirección de actores y casting sobresaliente. Puesta en escena perfecta e invisible. Guión medido y muy desarrollado.
Parece todo genial…pero…
Hablando con una compañera acreditada en el festival, la pregunte si no consideraba que el evitar posicionarse claramente en un tema tan “polémico” no es en sí mismo una manera de tomar partido, me respondió que ella era católica y que estaba harta de que en el cine “siempre” se tachara a la iglesia como algo negativo, y estaba encantada con los Domingos por su “respeto” a la hora de tratar los asuntos de la fe.
En mi caso Lo que me cabrea bastante de Los Domingos es exactamente ese supuesto respeto. ¿Por qué se pide y se muestra respeto cuando la iglesia católica intenta imponer sus creencias al resto, y no muestra ningún respeto hacia los que no comulgamos con su creencia?
Finalizo pidiendo encarecidamente que vayamos tod @s al cine a ver La Voz de Hind de Kaouther Ben Hania
Hind Rajab tenía seis años cuando subió al automóvil familiar a las 7:30 a.m., hora de Gaza, el 29 de enero de 2024. Estaba tratando de huir con sus familiares del barrio de Tel al-Hawa en la parte suroeste de la ciudad de Gaza, después de que el ejército israelí ordenara a los residentes de la zona evacuar y avanzar hacia el sur.
Poco después se topó con un tanque israelí. Nadie sobrevivió.
“Tengo mucho miedo, por favor, ven”.
Hind Rajab suplicó así por teléfono a una operadora de la Media Luna Roja Palestina que viniera a salvarla. La llamada fue el 29 de enero de 2024.
La película narra en 89 terribles minutos la estremecedora llamada entre la niña y los servicios de emergencia de la media luna roja, y lo hace usando los escalofriantes audios reales.
El montaje alterna imágenes reales con ficción rompiendo la cuarta pared de manera brillante, los actores están tod@s magníficos y se nota que están implicados emocionalmente con el guión. La puesta en escena esta siempre diseñada para explotar al máximo la implicación emocional del espectador, y lo consigue, ya lo creo que lo logra… La mitad de la sala estaba ahogada en un mar de lágrimas, yo entre ellos, por supuesto.
Nadie puede permanecer neutral ante el genocidio de Gaza. El film nos confronta directamente con el sufrimiento de una niña, Hind, cuya voz se convierte en el eco de todo un pueblo atrapado en la violencia. La impotencia y tristeza que se experimentan al escuchar su súplica trascienden la razón, afectando profundamente al cuerpo y la conciencia. La película nos muestra cómo, en medio de la brutalidad, Gaza se convierte en un grito de auxilio ignorado por el mundo, una metáfora del abandono y la indiferencia global. El dolor de Hind representa a todos los inocentes atrapados en el conflicto, despojados de su dignidad y humanidad. Ignorar este sufrimiento es optar por el silencio y la complicidad. La pasividad ante una tragedia tan desgarradora no solo es inmoral, sino una traición a los valores fundamentales de justicia y compasión. No podemos ser neutrales cuando un pueblo entero grita por ayuda y nadie responde.
Wissam Hamada (madre de Hind)