Sentado en la mecedora balancea su soledad y el cansancio de toda una vida. Sobre la mesa un par de velas encendidas en memoria de sus difuntos. La rojiza luz del atardecer otoñal se filtra por la ventana envolviendo la habitación. El viento pasea algunas hojas secas que parecen escudriñar desde los cristales. La visita que esperaba acaba de llegar. La recibe con serenidad, mirándola de frente como parte de la vida. La muerte se sienta junto a él en la otra mecedora. Los dos se balancean mientras oscurece y asoma la noche.
