A Rafa Heredero
Las estrellas tienen rostro de mujer. Los espíritus celestes invocan a la nieve, que cae copiosa sobre un valle de estalagmitas donde los cráteres escupen fumarolas anaranjadas. Y a su regreso los acoge un mar verde cobalto poblado por medusas y tritones.
Lo despierta la luz de la mañana, que se derrama desde el techo de cristal. Se pregunta si las imágenes han brotado del sueño o si, cuando cayó dormido en el estudio de puro agotamiento, ya estaban allí, mimetizadas con los decorados, esperando a que su genio de dios ilusionista las conjurase. En su mente repasa la película, resuelta casi por completo, excepto por la secuencia central: solo sabe que la Luna tendrá la cara de su adorada Bleuette. En un arrebato de inspiración repentina, Georges decide estrellarle la nave en un ojo. Será su pequeña venganza por todas las veces que ella lo ha rechazado.