El atleta va por delante de todos; su sueño ya no muestra más obstáculos que superar salvo las últimas vallas antes de alcanzar la meta. Ignora que existe una concordancia universal entre la vida del ser humano y la de otras criaturas. Esa es la razón por la que ha tropezado al salir de la última curva. De ahí que observe desconcertado cómo primero los pies y, poco a poco, el resto del cuerpo, se desvanecen como si fueran los ecos fracturados de un espejismo. Todo ello sucede al mismo tiempo que una oveja cansada de contar entra en un sueño profundo.