Lo estoy pensando mejor y he llegado a la conclusión de que me equivoqué.
Me equivoqué al inaugurar esta sección, que amablemente me permite escribir sobre mis sempiternos ídolos literarios, al recordar 1984 de George Orwell porque Animal farm (traducida como Rebelión en la granja) es una novela corta demoledoramente actual. Tanto o más que la ya mencionada. Pensemos por un momento en cualquier régimen sea a baja o gran escala: un pequeño chiringuito, empresa, estado o macroestado poderosísimo. ¿Acaso no sigue las mismas reglas que las que el periodista y escritor británico del siglo veinte ya especificó con buena dosis de humor inteligente? Recordemos brevemente la historia contada a manera de fábula satírica: Resulta que hay unos animales en una granja inglesa que están hasta los mismísimos de que los exploten dicho claramente y entonces cogen y, organizándose como novatos entre paja y huevos, montan una revolución. El enemigo no es pequeño.
Es el mismísimo ser humano, lógicamente. Todo sale a la perfección. Aniquilan a los explotadores y dictadores y montan su propio chiringuito liderados por el enorme cerdo Napoleón (un nombre que ni a medida). Tras tirar a la basura todas las normas humanas instituyen un nuevo decálogo y estandarte de su sistema. Pero resulta que hay un fallo. Empiezan a caer en la creación de desigualdades que antes existía con sus jefes y su nuevo gobierno ya no es tan nuevo sino que ha caído en la corruptela y el vicio que anteriormente existía. He aquí la cuestión. He aquí el dilema. Nos encontramos con que por mucho que se quiera somos un desastre. Destruimos un sistema para crear otro que a la larga se desvirtúa igual que el anterior porque – y esto es lo que Orwell nos enseña- el problema no está en ser animal u hombre, en ser de un país u otro. Está en el interior del corazón humano. He ahí el verdadero problema. Que mientras no cambie y sepa autolimpiarse, regenerarse y actuar conforme a unos principios morales de igualdad y solidaridad (suena bien, ¿verdad?), hasta entonces no podemos hablar ni de revolución ni de nada porque obedecemos a leyes eternas de machacarnos los unos a los otros. Por eso quizás la novela aboga por unos principios de rebelión eterna al igual que de corrupción eterna. Por eso quizás Orwell es uno de los grandes escritores universales.