Manuel Menéndez Miranda nació en Oviedo y es ingeniero técnico, aunque practica multitud de actividades deportivas, musicales y culturales. Black is black es su primer libro de microrrelatos, editado por Ediciones Camelot.
Eva García y Ana Fúster hablan hoy con él de su publicación, además de lecturas, música y cine.
♫DOble black, de preludio, en el título. ¿Qué significa el negro para ti?
Bueno, en principio dicen que el negro adelgaza, pero me temo que es una leyenda urbana… Bromas aparte, el género negro me ha apasionado desde muy joven, tanto en literatura como en cine. Si tuviera que buscar una razón diría que es un género que, en el fondo, representa la realidad de la vida. Los planes brillantes que nunca salen como estaba previsto, el azar y la casualidad, que desbaratan nuestras planificaciones más meticulosas y, sobre todo, la presencia de la muerte oculta tras la esquina más imprevista.
♫RElatos agrupados en «pistas» como un CD e incluso con el detalle de un bonus track. ¿Por qué decidiste dividirlos así? ¿Y por qué esas canciones en concreto para titular cada una de las partes? ¿Qué papel juega la música en tu producción literaria?
El motivo es sencillo. Siempre he visto que en los libros de microrrelatos resulta difícil encontrar un nexo común que sea capaz de agrupar las temáticas tan diversas que se abordan. Cuando decidí publicar este libro, empecé a darle vueltas al tema, y, el azar hizo que escuchando Paint it black se me ocurriera lo de agrupar los capítulos por canciones. A partir de ahí la única dificultad fue escoger entre los temas que me podían encajar. La selección final trata un poco de conseguir canciones que tengan el ritmo, el ambiente, de lo que se cuenta en los relatos. La música está siempre presente en mi vida, en cada momento, así que al publicar este libro fue algo natural que, precisamente la música, acabara estructurando sus capítulos.
♫MIrando el prólogo y la contraportada encontramos que la escritora Arantza Portabales te describe como un hombre honrado y la poetisa Mª Belén Mateos envuelve de dulzura tanto negro, arropando ambas tu obra con la buena amistad que recoge el que siembra. ¿Es este otro de los premios que te ha dado la escritura?
Sin ninguna duda no son “otro” de los premios que me ha dado la escritura, son (sois) el auténtico y valioso premio que me ha dado la escritura. Todo lo demás no deja de ser un bonito acompañamiento.
♫FAn, sin duda, del film noir, además tienes múltiples referencias cinéfilas a géneros variados en los títulos: hemos encontrado La noche del cazador, El día de la Bestia, Por un puñado de plata ―que remite a Por un puñado de dólares―, ¡A Dios pongo por testigo! ―de la archiconocida Lo que el viento se llevó―, Apocalipsis Now, Expiación, Deuda de honor, Sexo, acordes y dinosaurios ―¿trasunto de Sexo, mentiras y cintas de vídeo o quizá de Acordes y desacuerdos? ―, Fábrica de sueños ―omnipresente Hollywood―, Juego de niños, Testigo mudo, Amor a quemarropa, Último crepúsculo ―que alude a la saga de vampiros adolescentes― y Al este del Edén. ¿Cuáles son tus películas favoritas de este listado? ¿Hay algún género cinematográfico que te resulte especialmente inspirador además del noir?
No nos olvidemos de A hard day´s night, la película mítica de los Beatles. De todos estos títulos escogería La noche del cazador, para mí una obra maestra, un cuento de terror negro, casi gótico, con un Robert Mitchum inolvidable. Y de Al este del Edén me quedo con la nostalgia de esa pareja que se reencuentra a las cuatro y diez bajo la magia de Aute.
Me gusta mucho el western crepuscular (supongo que volvemos al tema de los perdedores) y el buen cine histórico en general, el que es capaz de hacerme creer que por un par de horas vivo en otra época.
♫SOLo la influencia de música y cine hubiera bastado para proveer a Black is black de abundantes historias, pero además encontramos relatos de carácter metaliterario ―Una triste odisea (La odisea, claro), El extraño caso del visitante nocturno y la harina (con Sherlock Holmes), It (con el payaso de la novela homónima de Stephen King), Nunca Jamás (Peter Pan), Marlowe y el caso de la mujer invisible (protagonizado por el famoso personaje de Chandler). ¿Cuáles son tus autores favoritos? ¿Te reconoces influido por ellos?
Sin duda Chandler, Hamet, Poe y Stephen King. También me gustan muchísimo John Connolly, Denis Lehane, Jim Thompson y gran parte de la obra de Arturo Pérez Reverte. Posteguillo y Simon Scarrow en novela histórica.
♫LAs magníficas ilustraciones del libro, obra de Joel González, enriquecen sin duda los textos. ¿Cómo surgió la idea de colaborar? ¿Cómo fue el proceso de elegir los textos que irían ilustrados?
Surgió sin duda el día que se hizo novio de mi hija, jaja. Bueno, también porque había hecho algún dibujo ilustrando algún relato mío, especialmente uno de mi perra Nala que está en el libro y me gustó mucho como enriquecía los textos. Quería poder ofrecer algo más que una colección de historias en el libro.
♫SI hubiese que asociar tu nombre a algún músico, está claro que sería el Sabina de micrófono, guitarra, chaleco y sombrero. Nos vas a permitir unas preguntas rápidas con citas de sus temas:
• «Está bien tener sombrero por si se presenta una buena ocasión para quitárselo». ¿Ante quién o qué se lo quitaría Manuel Menéndez?
Mi abuelo decía que el sombrero se quitaba ante una dama y al entrar bajo techo, no sé si esto es correcto actualmente. Yo me lo quito ante la gente solidaria, empática, ante los que se ponen en el lugar de los demás, ante los que intentan cada día sacar una sonrisa a su alrededor, ante los seres de luz.
• « No soy un fulano con la lágrima fácil». ¿Qué sigue conmoviendo hasta las lágrimas a este “tipo duro”?
Soy lo más alejado de un “tipo duro” que se pueda imaginar. Lo más fácil del mundo es que se me humedezcan los ojos, aunque es cierto que me cuesta soltar la lágrima, con seguridad porque me educaron en aquella machista creencia de que los hombres no lloran. Me emociona muchísimo el sufrimiento infantil y el abuso de los débiles por parte de los fuertes me supera, no puedo con ello. No soporto el maltrato animal, los malos tratos de palabra u obra, el acoso…tantas cosas.
• « Si quieres encontrarme ya sabes dónde estoy». ¿Dónde te encontraremos cuando no estás en tu trabajo?
Ojalá te pudiera decir que en el gimnasio.
• «Siempre que me confieso, me doy la absolución». ¿De qué pecadillo te absuelves sin la menor duda?
Del de querer demasiado, del de creer en la gente, del de darlo todo, del de ser un eterno ingenuo.
• « Pero si me dan a elegir/ entre todas las vidas yo escojo…». ¿Cuál escoges tú?
Difícil, soy una persona muy contradictoria, necesito la soledad a ratos y otras veces siento que me engulle, me costaría elegir solo una vida. Me gustaría ser una mezcla entre ermitaño y estrella del rock, sin despreciar nunca al canalla pirata cojo.
• ¿«Dónde habita el olvido» para Manuel?
Me cuesta mucho olvidar tanto lo bueno como lo malo. Es una bendita maldición. Ahora si hablamos de objetos cotidianos soy capaz de perder cualquier cosa más rápido que ningún otro ser humano y encontrarlo varios meses después en algún lugar que por un momento se me antojó “el sitio idóneo para no perderlo”.
Gracias, Manuel, por tu paciencia y tu tiempo. Mucha suerte con el libro, que esperamos que tenga «lo malo de los besos» y cree adicción entre los lectores.
Les dejamos con algunas «estrofas» de Black is black que puede conseguirse en la librería Cervantes de Oviedo, en Casa del Libro y Amazon. También se puede contactar con el autor.
Un hombre honrado
Vivir a lo grande de los bienes gananciales nunca fue su objetivo. Había sido una enamorada fiel hasta hoy, me confesó entre lágrimas mientras yacíamos exhaustos y desnudos. Tras meses de aburrida vigilancia, aquella tarde le había desvelado el encargo de su millonario marido y, tras la desconfianza e incredulidad, llegó la rabia que dio paso al sexo salvaje. Me vestí contemplando su joven y hermoso cuerpo. Después le disparé a quemarropa y salí del hotel. El viejo me pagaba por saber si ella tenía un amante, cierto, pero también por matarla si lo descubría y yo era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad.
¡Por mí y por todos mis compañeros!
«¡Ya voy!». El grito le sorprendió sin que hubiera tenido tiempo de ocultarse. Todos los escondites buenos estaban ocupados cuando llegaba y no lo dejaban entrar con ellos. Como era el más pequeño, siempre se burlaban de él porque le pillaban el primero. Las lágrimas empezaban a surcar sus mejillas cuando al fin una cara amiga le hizo señas. Con una sonrisa corrió a esconderse agradecido en aquel lugar tan perfecto.
Aquella vez lo consiguió. Fueron incapaces de encontrarle. Tampoco sus padres, ni la policía, hasta varios meses después. Y desde ese día nadie vende barquillos en el parque.
El día de la bestia
Toda nuestra raza conocía la profecía desde tiempo inmemorial, pero nunca creímos que nos fuera a tocar precisamente a nosotros. Cuando, de recién nacido, vimos que nuestro hijo carecía de cuernos y cola, pensamos en una terrible enfermedad, pero hoy se cumplieron los peores presagios: le han salido alas blancas.
Al este del Edén
Mis dedos tamborilean nerviosos sobre la mesa del ordenador, mientras la barra que muestra el progreso de la transferencia va rellenándose con una lentitud exasperante. Detrás de mí, Eva contempla la pantalla con sus manos crispadas sobre mis hombros, lacerados por sus uñas durante la noche anterior. Cuando al fin aparece el aviso de que el dinero ha sido ingresado, lanzo un aullido de alegría salvaje, al tiempo que ella se limita a efectuar una exhalación de aire un poco más fuerte de lo habitual. Eva es así: fría, calculadora y brillante, la más prometedora ingeniera informática de Apple que un día decidió que su talento estaba infravalorado y dedicó toda su energía a darle un buen bocado a la sabrosa manzana del dinero de su empresa. Y ahí entré yo en la historia: apasionado, entusiasta e impulsivo, un mago de los movimientos financieros entre bastidores, de los fondos ocultos; un tiburón totalmente carente de escrúpulos.
Paso el resto del día barajando nuestro botín entre cientos de cuentas desperdigadas por el mundo, hasta que el rastro está tan difuminado que ni el más pertinaz sabueso que nos persiga pueda encontrarlo.
Agotado, me reúno con ella en la arena, llevando conmigo una botella de ron y dos copas; disfrutar de la puesta de sol en una playa privada de las Islas Caimán es solo el primer paso en la vida regalada que ahora nos espera. Bebemos despacio, paladeando el momento, hasta que uno de los últimos rayos de sol refleja un brillo metálico en las manos de Eva. Aunque lo esperaba, finjo sorprenderme. Protesto, gimo e incluso suplico, teniendo cuidado de no sobreactuar. Sus ojos me contemplan con una expresión ligeramente divertida mientras me humillo tratando de ganar tiempo. Cuando detecto una súbita expresión de sorpresa en sus pupilas, golpeo velozmente su mano haciendo caer el revólver. Ella no intenta recuperarlo, su única preocupación ahora es tratar de seguir respirando. La tráquea se le está cerrando por efecto del veneno vertido en su copa y sus asmáticos resuellos compiten con el murmullo de las olas. La contemplo agonizar, dando boqueadas como un pez fuera del agua, hasta que con un último estertor queda inmóvil en la orilla. Ante la súbita calma sobrevenida me gustaría permanecer sentado saboreando mi ron, pero me queda mucho trabajo por delante. Arrastro con dificultad su cuerpo hasta la lancha y navego en la oscuridad hasta una distancia prudencial de la costa. Allí deposito su cuerpo lastrado en el mar, sin rencor, pero también sin remordimiento. Dos depredadores pueden unirse para cazar, pero al final es inevitable que se enfrenten para dilucidar quién es el más fuerte.
Regreso extenuado a la casa. Tras una ducha caliente, conduzco mi cansado cuerpo al lecho, donde aún percibo su olor. Acabo de cerrar los ojos cuando una dolorosa mordedura en el tobillo me hace tomar súbita conciencia del error cometido: Eva siempre se guardaba un as en la manga y yo he olvidado que en todo paraíso hay una serpiente.