Escribía Gerda Lerner, en La creación del patriarcado, que «la Historia de las mujeres es indispensable y básica para lograr la emancipación de la mujer». En ésta obra, junto a la segunda parte de la misma La creación de la conciencia feminista, la autora hace un trabajo impecable de disección genealógica del papel de las mujeres en la Historia: desde las primeras civilizaciones occidentales pasando por la Edad Media hasta 1870.
Precisamente la falsa premisa de que las mujeres carecen de Historia, o que el papel de las mujeres no ha sido un factor determinante en la misma, que no han aportado ni hecho grandes cosas, ha operado como un fuerte dispositivo de desposesión de la transmisión de saberes, luchas, conocimientos… que ha hecho que las mujeres hayamos tenido que volver a empezar cuando de nuestra voz y posición en el mundo se trataba. Sin embargo, tal y como decía Gerda, es importante hacer —lo que se ha venido llamando— Herstory en todos los campos del conocimiento —y entiéndase ese conocimiento desde una mirada integral y horizontal de la producción de saberes y epistemologías—, tan importante que de ello depende nuestra propia liberación y habitar el mundo.
Pienso en esto mismo cuando me acerco a proyectos tan necesarios como del que os vengo a hablar hoy. Se trata de Woman Art House, un proyecto que está haciendo una gran labor en el mundo del arte, el cual se define en su web como «un espacio que surge con el objetivo de reivindicar el papel de las mujeres artistas contemporáneas en la historia del arte, reconociendo el trabajo de creadoras que son el punto de partida, referente y estímulo para muchas artistas que están trabajando en la actualidad». Y digo necesarios porque aún queda mucho que hacer por la visibilización de las mujeres en la Histoira del Arte. Muestra de ello, y sin irnos muy lejos, es la performance del pasado 19 de abril en la parada de metro “Estación del Arte” de Madrid donde un buen grupo de mujeres denunciaron que solo se expone la obra de 2 mujeres frente a la de los 31 hombres que decoran dicha parada.
a modo de charloteo
Hablo con Emma Trinidad y Sandra Seldas, dos de las integrantes del colectivo, sobre el proyecto y sobre la necesidad de seguir trabajando por hacer el mundo del arte un espacio en el que el papel de las mujeres sea reconocido en todos sus sentidos.
¿Cómo surge y qué principios tienen el proyecto?
El proyecto lo iniciaron Sara Torres y Emma Trinidad en 2017 con el objetivo principal de reivindicar el papel de las mujeres artistas contemporáneas en la historia del arte. El nombre del proyecto, Woman Art House, hace un guiño a la primera exposición feminista, Womanhouse, organizada por Judy Chicago y Miriam Schapiro en 1972, donde un grupo de estudiantes intervino una casa abandonada en Los Ángeles convirtiéndola en una proclama del arte creado por mujeres.
El proyecto Woman Art House comenzó reflexionando sobre artistas icónicas del siglo XX, se inició de hecho con Maruja Mallo, y desde entonces ha ido avanzando hacia las nuevas generaciones de jóvenes creadoras, aportando una nueva manera de entender el arte contemporáneo, y analizando su trabajo siempre desde la perspectiva de género.
La iniciativa pretende crear un espacio abierto a todos y a todas, que sea accesible tanto para entendidos y aficionados al arte o curiosos con ganas de descubrir una parte de la cultura que no ha tenido la repercusión necesaria o incluso se ha obviado. Para ello, el proyecto comenzó en Twitter y ahora, además de en Twitter, publicamos también en Instagram. Cada semana una autora presenta el trabajo de una artista contemporánea, primero los domingos en Twitter, donde se lanza un hilo sobre la artista, y ese hilo se transforma a lo largo de la semana en distintos posts y stories que publicamos en Instagram, así como en un artículo semanal, más extenso, que se publica en el weblog creado para el proyecto.
Actualmente, estamos en la cuarta temporada del proyecto y somos ya catorce autoras colaborando y escribiendo sobre artistas, profesionales de diferentes sectores como la gestión cultural, el comisariado de exposiciones, la educación de museos, la comunicación o las bibliotecas (Sara Torres Sifón, Emma Trinidad, Isabel González, Naiara Valdano, Éncar Martínez, Montaña Hurtado, Yasmina García, Marina P. Villarreal, Beatriz Pereira, Laura Pinillos Villanueva, Zanora Coperías, Sandra Seldas, Yadira de Armas y Celia Gallego).
¿Qué papel tienen las mujeres en el arte contemporáneo?
Actualmente los datos siguen mostrando que existe una gran brecha. En España, la información que recogen asociaciones como MAV (Mujeres en las Artes Visuales) muestran que las mujeres suponen el 70% del alumnado que cada año se licencia en Bellas Artes, pero su presencia en las galerías españolas se sitúa en torno al 27% y reciben en torno al 30% del total de las ayudas convocadas para creación en nuestro país.
Igualmente en las colecciones de los museos estatales sigue quedando mucho para conseguir cierta paridad para igualar los fondos que se conservan, pero el camino a recorrer es aún más largo. A veces, aún estando las obras de las mujeres en las colecciones, no están suficientemente investigadas, no hay información suficiente en la página del museo cuando acudes a buscar información sobre esa obra. A veces no está disponible ni la imagen, y a veces está incluso mal atribuida, como pasaba hasta hace poco con las fotos de Gerda Tardo
Nos queda mucho por hacer y hay un primer paso que necesariamente pasa por investigar el trabajo de estas artistas, situarlo en su contexto político y social, y a través de él cuestionar esas nociones de jerarquías artísticas o nociones como la del genio.
¿Existen jerarquías en la Historia del Arte?
Claro que existen jerarquías. Existen en cuanto a las disciplinas, a los materiales, e incluso en cuanto a los temas que se representan. Durante buena parte de la historia las Academias fueron las encargadas de pautar esas jerarquías muy claramente, donde las grandes pinturas de historia eran el género más noble frente a otros, como los bodegones o los paisajes, considerados como menores. Y es habitual, y para nada casual, encontrar un gran número de artistas mujeres que, durante los siglos XVI, XVII, y XIX, pintaron paisajes, bodegones y retratos.
No es suficiente solo con hacer el ejercicio de recuperación del trabajo de una artista y contar que pintaba bodegones. Es necesario cuestionar por qué los pintaba y por qué se entendía como un género menor.
Eso sí, hay que añadir que las artistas en la Europa desde el Renacimiento al academicismo del XIX no solo pintaron bodegones y retratos, también pintura mitológica y de historia, a pesar de las dificultades para acceder a la formación y el poder obtener la titularidad de sus propios talleres o de la firma de contratos. La cuestión de la emancipación e independencia de las mujeres es clave para entender que hemos creído que se dedicaron a un tipo de pintura, considerada no profesional, o por qué muchas de sus obras fueron firmadas o atribuidas a sus padres, hermanos o maridos. A lo largo de la Historia las mujeres siempre participaron en los talleres artísticos familiares realizando todo tipo de tareas. Y muchas alcanzaron un alto grado de maestría y reconocimiento.
Hoy en día ya no existe esa división tan obvia entre las jerarquías, pero sigue sucediendo. Los trabajos que utilizan técnicas como las textiles, la cerámica o la cestería, por ejemplo, se consideran como artes menores, porque se entienden trabajos artesanales, a pesar de que en muchas ocasiones tengan un gran valor artístico. Sigue siendo necesario hablar de esos trabajos, pero también cuestionar el lugar al que se los ha relegado y por qué se ha hecho. Por ejemplo, el trabajo de Aurelia Muñoz gozó de éxito a nivel internacional, pero después fue olvidado durante mucho por considerarse que trabajaba un género “menor”. Es irónico leer eso a una artista que llegó a hacer instalaciones de hasta 6 metros, pero es a lo que se la reduce a veces por hacer arte textil.
En cuanto a los materiales también existen connotaciones, y no tienen la misma consideración los materiales “nobles” que otros más cotidianos. Aquí además entronca una cuestión de clase muy clara: muchas artistas, por su posición económica, no pueden acceder a determinados materiales, por lo que sus trabajos incorporan materiales domésticos o recurren a técnicas más accesibles, como la fotografía o el videoarte.
Una parte importante del proyecto de WomanArtHouse tiene que ver con poner en valor el trabajo de artistas que, por cuestiones como el género artístico al que se dedican, los materiales que emplean o los temas que tratan, se han dejado fuera del “canon” artístico que sí entra en los museos y en los discursos oficiales.
¿Por qué una crítica a la institucionalidad del arte?
Las jerarquías en el arte han sido el gran impedimento para el acceso, desarrollo y promoción de las artistas en la Historia del Arte, especialmente el obstáculo que se inventó el siglo XIX para ningunearlas. Ahora estamos recuperando grandes nombres, obras y trayectorias pero los museos tienen que emplear más esfuerzos en su recuperación, estudio, promoción y adquisición de obras. Esto es ineludible. Por definición el museo se compromete a la conservación, estudio e incremento de colecciones. Y debe aplicarse también a las mujeres artistas. Si somos la mitad de la población también somos la mitad del talento creativo.
El museo es por definición una institución misógina en su origen. Es el museo y la academia las instituciones que en el siglo XIX crearon esas jerarquías y ese canon que dejó fuera todo lo que ahora reclamamos recuperar. No solo se trata de las mujeres y las consideradas artes menores, también debemos abordar, en el caso de España, por ejemplo, el arte y la cultura virreinal como parte de nuestra historia y legado cultural.
Desde hace más de 50 años los estudios de género vienen poniendo en crisis los conceptos decimonónicos de obra maestra y genio artístico, también las jerarquías de los géneros. Conceptos que aparecen en el siglo XIX, un siglo especialmente hostil para las mujeres. Ahí se encuentra el origen de la misoginia que hemos heredado. La que aparece precisamente al mismo tiempo que las mujeres en occidente comienzan a reclamar sus derechos e independencia. La misoginia del XIX es el programa institucional creado para frenar la libertad que las mujeres comenzaban a reclamar y disfrutar tímidamente desde Olympe de Gouges en 1791.
La crítica de arte feminista ha puesto en crisis el canon artístico. Para que entre en el museo y en la Historia del Arte todo lo que ha quedado excluido, es necesario romper con la rigidez de las definiciones artísticas del XIX, la del propio museo también. Esa misoginia estereotipó a las mujeres como sujetos pasivos, musas y modelos, en lugar de sujetos activos creativos. Estas ideas se mantienen en los museos tanto en los clásicos como en los de arte contemporáneo.
Romper con estas definiciones se percibe aún como peligroso, pues necesariamente supone una pérdida de privilegios.
girar la rueda, desencajar el androcentrismo
Volviendo a Lerner, y para cerrar, en las últimas páginas de La creación de la conciencia feminista ya nos decía que «el periodo de hegemonía patriarcal sobre la cultura ha llegado a su fin. A pesar de que en la mayoría de los lugares del mundo e incluso en las democracias occidentales, la dominación masculina en las grandes instituciones culturales persiste, la emancipación cultural de las mujeres ha destruido el sólido monopolio que los hombres disfrutaron durante tanto tiempo sobre la teoría y la definición».
Proyectos como Woman Art House en el mundo del arte, y otros muchos en el resto de campos del conocimiento y la cultura, hacen que la rueda siga girando y girando hasta desplazar cada vez más el androcentrismo, hasta hacerlo desaparecer/desencajarlo. Hay que seguir girando esa rueda para limpiarnos de otras intersecciones de opresión/privilegio que nos atraviesan, para contar la Historia desde una mirada más transversal y horizontal, en la que no imperen cánones ni jerarquías o unos cuerpos y territorios frente a otros.
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