El cineasta-poeta antioqueño, Víctor Gaviria, representa el pensamiento roto y agrio de aquello que se quiere obviar y ocultar. Sus propuestas descubren lo que otros ningunean, lo más escondido y profundo de los seres humanos. El universo gaviriano queda implícito en todo lo que vislumbra. Ese ver lo que los demás no vemos, oír lo que los otros no escuchan, hacer entender lo que otros niegan, acoger lo despreciado y convertir en poesía lo que para muchos no tiene valor, añaden a su trabajo una perspectiva diferente dentro del contexto cinematográfico donde se ubica geográficamente, Medellín (Colombia) y, por extensión, Latinoamérica. La marginalidad será tema prioritario desde una perspectiva humanística que lo sitúa en posición de referencia a la hora de indagar el alma de las personas convertidos en sus personajes
Medellín como ciudad protagonista
Su cine se reinventa con nostalgia con los análisis fílmicos actuales. Será la ciudad de Medellín, actriz natural del director antioqueño. El fenómeno de exclusión social de las personas procedentes de los pueblos hacia la ciudad de Medellín producido a partir de los años 80 del pasado siglo XX ocupa el corpus narrativo de Gaviria. La avalancha de los migrantes rurales es un fenómeno que condiciona la exclusión y por el que la urbe se transforma. Los personajes que ocupan las películas en estos primeros inicios no tienen guiones establecidos ayudando a la ciudad de Medellín a personificarse como actriz natural. En “Rodrigo D: no futuro” (1990) los vemos vagar por la misma sin rumbo fijo. La inestabilidad política, aumento de desempleo, criminalidad e inseguridad general, narcotráfico, cartel de Medellín consolidan los asentamientos en sus laderas urbanas los acompaña junto a ajustes de cuentas, riñas, atracos y homicidios en su mayoría de los casos ocurrían donde se ubicaban los bajos ingresos, por las noches, preferentemente los fines de semana y en la calle.
Esta primera película largometraje “Rodrigo D: no futuro” recoge a la población inexistente que pasa a ser real cuando muere. La ciudad aparece simbólicamente como madre que abandona a los niños, adolescentes y jóvenes. Prestando su fisonomía al servicio de una violencia juvenil con el narcotráfico como jefe todopoderoso que la instrumentaliza. La juventud aparece expresándose a través del rock y del punk, ambos toman cuerpo y exponen situaciones cotidianas. Será en las terrazas de los barrios marginales donde habitan donde se escucha la banda sonora de los invisibilizados. Acompaña la estética del cuerpo de los actores: cicatrices, tatuajes, posturas y ademanes, junto a ello los útiles cotidianos, portan armas de fuego, navajas, machetes…

Los protagonistas del cine de Gaviria
Gaviria necesita mostrar imágenes que presentan la realidad dañada. Cuatro títulos ilustran las vivencias de la soledad y la exclusión de los antioqueños: “Rodrigo D, No futuro”; “La vendedora de rosas” (1998); “Sumas y restas” (2004) y “La mujer del animal” (2017). Las cuatro películas muestran como los individuos tienen un destino marcado por la invisibilidad de su existencia.
El director se expresa con un cine realista, documental comprometido. El “pueblo invisible” emerge con fuerza en sus producciones cinematográficas, personas sin futuro con vidas inestables. Un cine local, provinciano, alejado de los discursos hegemónicos de la ciudad de Bogotá. Nutrido del devenir cotidiano de los marginados. Poblado de personajes que se niegan a fingir, incapaces de construir objetivos para sus vidas, ni marcar un destino. En “La vendedora de rosas” segunda película del director, sitúa al espectador ante un mundo incómodo, siniestro y desapacible donde lo cotidiano es violencia. Las niñas protagonistas se acompañan de consumo de cocaína, sacol (bóxer o pegamento) y aguardiente, inductores a estados de delirio donde lo consciente y lo onírico se mezclan. Un ethos social (conjunto de actitudes, valores, creencias y normas que caracterizan a un grupo social y que influyen en su comportamiento e interacción) compuesto por la violencia, el desamparo, la indigencia, el desencanto. Este grupo de jóvenes, casi niñas transitan sin rumbo por la ciudad expuestas sin ningún rubor a todos los peligros que las acechan; venden flores, se suben a los coches de hombres que las reclaman, en un estado semiconsciente. Lady Tabares da vida a Mónica, la protagonista que vende flores en las discotecas, terrazas y bares del lugar. Junto a ella nos encontramos al grupo de iguales, sus amigas y amigos. La deshumanización que sufren los personajes tanto de “Rodrigo D, No futuro” como de “La vendedora de rosas” no estará exenta de afectos entre ellos. Enternece ver a las niñas conviviendo en su propia familia artificial formada en la pensión donde descansan sus cuerpos y su alma.

El leguaje propio de los actores
Los mundos recreados tienen que ver con los lenguajes propios que sus protagonistas utilizan. Este lenguaje se constituye en la visión de su historia, y sus valores. Inentendibles muchas veces, con sus jergas exclusivistas. El acto creativo de la palabra es quien expresa el conocimiento de los antioqueños marginales y los conecta a unos con los otros. Gaviria nunca separo a los personajes filmados de su dicción. Este es uno de los rasgos más peculiares de su cine. Nos presenta a los personajes siendo ellos mismos y adecua su narrativa a la que los actores protagonistas crean. Por ello se pueden considerar en ocasiones coguionistas de la película. El cine estaba acostumbrado de manera cotidiana a plasmar historias que los escritores guionizaban, Gaviria con su trabajo observacional construye los mundos en función de lo que los protagonistas viven y le cuentan.

Conclusión
Víctor Gaviria ocupa un lugar preferencial dentro del panorama de cine latinoamericano. Sus méritos son cuantiosos. Conocedor minucioso de los temas que trabaja en sus películas, utilizado gran parte de su tiempo en investigar sobre marginalidad y violencia en la ciudad de Medellín. Capta a través de su cámara y con una sabia dirección actoral, los porqués de las actitudes y comportamientos de los niños, jóvenes y adultos que nos brinda. Con gran poder de convicción para sensibilizar sobre las consecuencias de la violencia y el abandono socio-político. La crítica y sectores de población que se alejan de estos problemas no siempre han sido justos, debido a que el director hace visible a un pueblo que molesta ensuciando entornos sociales. Las consecuencias que algunas veces han alejado a los públicos de las películas de Gaviria tienen que ver con la utilización de los lenguajes propios, por parte de los actores naturales, a quienes escuchamos hablar en su “jerga” cotidiana muchas veces incomprensible para los demás. Para acercarnos a su cine se necesita voluntad, comprensión y ganas de conocer a este gran creador de imágenes, llenas de contenido y de denuncia social que es VICTOR GAVIRIA.