Publicado en 1984, Teoría feminista: del margen al centro, supuso el segundo libro de bell hooks después del aclamado Ain’t I a Woman: black women and feminism. En esta ocasión hooks se lanzaba al abismo de elaborar una praxis feminista que fuera más allá de los márgenes del movimiento. Con solo 32 años escribió este ensayo donde muestra su profundo compromiso con la lucha feminista, aportando alternativas y modelando una teoría en la que el feminismo es concebido esencialmente como un movimiento para acabar con todo tipo de opresiones.
El ensayo se estructura en doce capítulos breves en los que la autora examina el punto en el que se encuentra movimiento feminista de su época y sus propuestas para hacer de la lucha feminista un frente amplío que realmente incluya a todos los sujetos del feminismo.
Partiendo del contexto social de los Estados Unidos de los años 70, hooks comienza su ensayo cuestionando el malestar sin nombre mencionado por Betty Friedan en su obra la mística de la feminidad. Un malestar que será adoptado, en muchas ocasiones, desde la teoría feminista como el punto de partida común del movimiento. Hooks se pregunta por qué nunca se ha cuestionado si la situación en la que se encontraban las mujeres blancas con acceso a la educación superior era la experiencia que realmente podía ser extrapolable al resto de mujeres.
¿Por qué se ha tomado a las mujeres blancas, burguesas con formación superior como sujeto mayoritariamente representativo del sujeto mujer dentro de la teoría feminista?
Hooks lo tiene claro, «puede ser visto como un caso de estudio de narcisismo, insensibilidad, sentimentalismo y auto indulgencia». Si las voces de las mujeres negras hubieran sido escuchadas en ese momento, hubieran puesto el foco en otras demandas: acabar con el racismo, tener acceso a mejores trabajos remunerados o acceso a una educación. La autora matiza que por ejemplo, la maternidad nunca hubiera sido un tema en la agenda de las mujeres negras, ya que ellas han trabajado desde los tiempos de la esclavitud hasta sus días en condiciones más precarias. La maternidad estaba en la agenda feminista blanca, ya que las mujeres blancas carecían del sentido de comunidad que sí estaba presente en las comunidades negras.
Según nuestra autora no hubo un cuestionamiento profundo detrás del planteamiento de Friedan, ¿realmente representaban estas mujeres al sujeto mujer? El resultado fue un planteamiento en cuyo marco teórico quedaban obviados los privilegios de clase y raza. Eran muchas más las mujeres que pertenecían clases sociales más humildes. Será para hooks este error el que haga que sea tan difícil para las mujeres de clases sociales más humildes y para mujeres negras, chicanas o latinas definirse como feministas. Sin darse cuenta el punto de partida de Friedan había obviado las desigualdades, convirtiendo el feminismo en una demanda de mujeres blancas privilegiadas.
Sin embargo para hooks las mujeres negras pueden conectar con la lucha feminista más fácilmente que las blancas ya que pertenecen a grupos oprimidos. Son las circunstancias sociales las que hacen que muchas mujeres negras ya sean conscientes del patriarcado y que ya hayan adoptado estrategias de resistencia desde sus contextos. A pesar de ello, las feministas blancas de la época trataban a las mujeres negras con condescendía, pareciendo que les aportaban un marco de análisis que podía liberarlas. Un maternalismo que realmente no es más que otra de las muestras del racismo intrínseco a algunos planteamientos feministas. Otro aspecto a señalar respecto a este tema, son los mitos sobre las mujeres negras que continuaban operativos en el contexto feminista de su época. Prejuicios que favorecían la perpetuación de ver a las mujeres negras ancladas en estereotipos racistas y sexistas, o bien como víctimas o bien como supermujeres.
Hooks tiene la convicción de que el feminismo es un movimiento para acabar con la opresión. Insistiendo en el hecho de que sea complicado llegar a un consenso sobre la definición del propio término. Parte de esta incapacidad de llegar a una definición sencilla que pueda ser fácilmente entendible le preocupa e igualmente lo encuentra peligroso, al impedir que pueda convertirse así en un movimiento político amplio.
En este sentido, propone dejar de utilizar la expresión “soy feminista” y utilizar “defiendo el feminismo”. Para hooks afirmar “yo soy” es convertir el feminismo en nuestra identidad, cuando lo que deberíamos indicar es nuestro compromiso político. Vincular la identidad a una lucha política es diluir el hecho de que existe una voluntad de participar de un movimiento político. Es decir, se reduce la acción que requiere de una decisión y compromiso a una mera cuestión de identidad. Desactivando lo poderoso del movimiento feminista y reduciéndolo a un mero estilo de vida.
Alertando de lo perverso de realizar una definición que deje a un lado las cuestiones de raza, clase. ¿Cómo pueden las mujeres que no son blancas y de clases humildes pensar en la igualdad? ¿Qué ocurre cuándo se señala a la familia como estructura a destruir por generar opresión? ¿Por qué las mujeres negras no conciben la familia como una institución opresiva?
Hooks insiste en la necesidad de que las activistas feministas afirmen la importancia de la familia. La familia no es el problema. Muchos movimientos feministas han señalado a la familia como fuente de opresión, cuando es una figura necesaria para nuestro cuidado y bienestar. El problema no es la familia: es el patriarcado. Es también asunto del feminismo pensar en la familia como un foco de represión pero no solo en esos términos.
También reflexiona sobre los rígidos estereotipos vigentes en la concepción del papel de los hombres en la lucha feminista. Incidiendo en un análisis sobre la violencia hacia las mujeres. Los opresores son para hooks también oprimidos, por pertenecer a una estructura de poder patriarcal, racista y capitalista que se ha encargado de socializar a hombres para que actúen de esta forma. Hooks alerta del peligro de quedarnos en la superficie y no ser capaces de ver la complejidad del asunto.
En el caso de las mujeres negras, la autora vuelve a insistir en que llevan toda la vida luchando contra la violencia, pero nunca han visto en la teoría feminista una solución a sus problemas. Se precisa entonces, de una teoría feminista que permita que las mujeres y hombres utilicen en su día a día. Además insiste en la importancia de que se socialice a los niñxs desde la infancia con el cuidado. Para poder así garantizar que ejerzan una paternidad presente y responsable. Señalando también, que la creencia por parte de muchas mujeres de que en los primeros meses de vida el bebé solo necesita de los cuidados de su madre encierra la perpetuación de los roles sexistas. Los padres deben poder cuidar de sus bebés y deben asumir una igualitaria responsabilidad.
Pero todo esto no puede ocurrir sin una reconsideración de muchos más temas como: el poder, la naturaleza del trabajo, el acceso de las mujeres a la educación, la opresión sexual que sufren muchas mujeres y la violencia que también reciben niñxs en el seno familiar. ¿Cuántas veces es la violencia la solución para acabar con conflicto con un niñx?
Y no solo eso, hooks pone énfasis en cuántas mujeres negras se encontrarán en su formación superior con humillaciones por parte de sus profesores. Generando así, una situación en la que según la autora, entenderán el abuso como un elemento más de sus relaciones personales. También debería ser asunto de la teoría feminista acabar con el militarismo tan íntimamente relacionado con el patriarcado. En definitiva acabar con cualquier estructura jerárquica, opresiva y violenta.
Hay detrás de su teoría feminista una experiencia catártica en la escritura, de todo lo vivido, de su lucha, una brújula que intenta señalar la dirección entre las oscuras brumas del patriarcado. A pesar de los años que nos separan de la publicación y de pertenecer a un contexto social completamente diferente al de la sociedad americana de la autora, son muchos los puntos en común, con la lucha feminista actual en nuestro país. En algunos aspectos no hemos avanzado ni un solo milímetro desde los 70.
Llegamos al feminismo a veces por suerte, otras por un pálpito intenso de que algo falla. Pero una vez ahí en ese páramo que al principio parecía refugio, sucede el desencanto del caminar feminista. Ese fenómeno que hace que algunxs queden expulsadas, sientan dolor y se retiren ¿Cómo aprender del caminar? Tengo la sensación que una de las piezas del puzzle de la respuesta está aquí, en la lectura pausada escrita con dudas, inseguridades y amor. De la fortaleza de darle significado al camino para entender que no estamos solas, que los aprendizajes son muchos y aunque diversas, nos necesitamos unidas haciendo de la diferencia más unión y comprensión mutua.
No necesitamos según hooks acabar con la diferencia para sentir solidaridad, pues:
“Podemos ser hermanas unidas al compartir intereses y creencias, unidas en nuestro compromiso con la diversidad, unidas en nuestra lucha para acabar con la opresión sexista, unidas en nuestra solidaridad política.”
[…] volvamos a las madres, también me mosquean que digan que son feministas. Me gusta pensar en lo que bell hooks propone: no se es feminista, ser es un verbo incorrecto. No se trata de un estado que otorgue […]
[…] volvamos a las madres, también me mosquean que digan que son feministas. Me gusta pensar en lo que bell hooks propone: no se es feminista, ser es un verbo incorrecto. No se trata de un estado que otorgue […]