La vida es tránsito. El camino entre una etapa y la siguiente. Subidas y bajadas. Gente que se va y gente que viene. Ahora me despido de esta casa medio en ruinas y comienzo un nuevo ciclo.
Mis sueños son pequeños, quizá porque así cuando llegue la decepción esta irá en la misma proporción que el tamaño del sueño. Yo quería un trocito de tierra que pudiera convertir en huerto y surgió esta casa abandonada con mucha más tierra de la que puedo necesitar. Trabajamos duro por adecentarla y hacerla habitable. Restauré muebles sin saber hacerlo, reciclé maderas, recogí y renové objetos de otros y así conseguí este hogar de cachitos de historias.
En realidad, lo mejor de todo no está bajo techo, está fuera, donde están las moreras, la parra, el laurel, los jazmines y algunos naranjos que siguen sobreviviendo al abandono y la falta de agua.
Llevo más de cuatro años aquí y tan solo el primero fue un buen año para el huerto. Quizá ese año la naturaleza descansó de nosotros por el confinamiento y demostró que remonta en nuestra ausencia. Llovió bien y todo lo sembrado brotaba y daba fruto.
Los siguientes años los pasamos mirando al cielo, esperando la lluvia, combatiendo plagas, desaprendiendo de fechas de siembra. Pero he aprendido a sentarme a observar la tierra, a escuchar y a oler al viento, a convivir con insectos y culebras. A estar en silencio para ser parte de este ecosistema, porque algunos silencios son buenos y así el ciclo de la vida da su fruto, el que ella quiere, ya sé que no siempre es el que espero.
Solo quería escribir de esto, de lo aprendido estos años, pero no puedo porque algo ha cambiado. Ha llegado la lluvia en forma de castigo. Otra vez este país está en alerta, así llegué y así me voy de esta casa. La gota fría ha caído sobre Valencia y el Barranco del Poyo se ha desbordado. Poco antes de un día festivo el agua siguió su curso. Su antiguo curso, no podía salir por el mar y llegó al pueblo. Arrasó con todo, también con vidas humanas. Ya está, el tiempo conocido se ha acabado.
Se me agolpan las ideas y las preguntas. Mi cabeza es un trastero desordenado. Intento buscar sentido, pero no lo tiene. El Mediterráneo lleva años llorando y no lo escuchamos, lo invadimos y lo saqueamos. Los cauces de los ríos los llenamos de cosas y de casas, nunca es suficiente. La tierra ha enfurecido y dice que basta, quiere recuperar lo que es suyo y nosotros no cuidamos.
La naturaleza ha estado dando señales y los que la estudian y la entienden alertaron, pero una vez más no les hemos hecho caso. Hay un científico en la tele que repite sin parar una frase, “el agua tiene memoria, ¿seguiremos haciendo lo mismo que hasta ahora?” Pero creo que nadie lo escucha.
La prensa se desplaza al lugar al que ya llaman zona de guerra, aunque no sé quién es el enemigo. A cada hora que pasa el número de fallecidos crece. Algunos, sin conocer el peligro, murieron por salvar su coche.
Mucha gente ha desaparecido y las comunicaciones no funcionan. La gente comienza a achicar agua y a limpiar sus casas.
Se amontonan muebles en las calles, fotos, pianos, recuerdos. Hay una cinta VHS que ha resistido intacta, se titula “Historia de una gaviota”. Un señor carga algunos de los trastos amontonados en su furgoneta y la reportera de televisión le dice que él recoge la vida de la gente.
Los vecinos que conservan un techo cobijan a los que han perdido sus casas, pero en realidad todos han perdido algo. Empieza a faltar comida y agua. La gente tiene hambre y quiere culpables. Los políticos enmarañan sus palabras, comienzan a culparse los unos a los otros y el pueblo estalla.
La naturaleza sigue su curso, sale el sol, los pájaros vuelan, sopla el viento, todo pasa al margen de nuestras guerras sin enemigo o con todos como enemigo. Porque en esta tierra no somos nada, tan solo insignificantes seres en un ecosistema que sobrevive sin nosotros.
Se volverá a repetir, en forma de lluvia, de fuego, de huracán o tornado, pero nadie se sienta a escuchar a la tierra en silencio, con respeto, para aprender a cuidarla y que quiera volver a ser nuestra casa.
O quizá comienza un nuevo ciclo.