He estado activa como feminista varios años intensos en los que he conocido grandes amigas, hemos construido juntas, hemos hecho cosas muy chulas, y hemos aprendido mucho también. Pero es cierto que en los últimos años mis quehaceres, mis derroteros, mi falta de tiempo, quizás también el vivir un poco lejos de la ciudad, ha hecho que dejara de participar en eventos y de seguir mano a mano junto a otras compañeras en el activismo.
Sigo la actualidad, las redes sociales, me emociono de ver cómo nos hemos multiplicado y cada vez somos más. A veces escribo colaborando en proyectos feministas, mantengo contacto a través del teléfono, los WhatsApp, los correos, pero ahora no me movilizo, lo tengo que reconocer.
Esto se ha juntado últimamente con la necesidad de un tiempo de introspección, de un trabajo personal, de comprender cosas que me han pasado en la vida, de buscar porqués, de atravesar dolor y sufrimiento, de aceptación… para ser capaz de tener los pies pisando tierra y empezar a vivir de otra manera. Es verdad que dar el paso de asomarnos a nuestras entrañas nos suele llegar con la vivencia de experiencias duras, con los años, con llegar a situaciones que colman nuestros vasos, y nos hacen tener que parar y recorrer parte de nuestra historia, para poder seguir hacia delante comprendiendo y asimilando algunas cosas.
Estoy consiguiendo abrazarme a mí misma aprendiendo a protegerme evitando saltos en caída libre, a través de unas nuevas gafas que me hacen tener una mirada renovada más consciente que recupera y fortalece mi intuición. Está siendo una gran liberación.
Y desde este recorrido personal como feminista siento que he hecho cosas importantes, y que también he dado muchos “palos de ciega” para mí misma, sin ser capaz de darme cuenta que sostener la sororidad por bandera ha sido un arma de doble filo. Buscando la cercanía y la compresión desde las opresiones que sufrimos como mujeres, en algunos casos me ha hecho mirar hacia otro lado para reconfortarme sin poder reconocer que la condición de mujer no exime de causar dolor a otras mujeres, da igual cuáles sean los lazos que nos unen. Porque las mujeres pertenecemos al género humano donde hay de todo, y me refiero en concreto al narcisismo y la perversión.
Mis nuevas gafas me hacen ver que olvidarme de mis sentimientos, y creer a ciertas mujeres importantes en mi vida solo por el hecho de serlo ha sido un autoengaño. Priorizando verlas solo como víctimas del hetero patriarcado me ha llevado a obviar su falta de empatía, sus abusos, y esconder las heridas que me han causado, tapando mi dolor. Un dolor que se ha ido calentando como un volcán hasta que sentía cómo me ardía su lava, y no sabía de dónde venía.
Los feminismos hacen falta porque el mundo será feminista o no será, pero mi experiencia me lleva a revisarme para no confundirme, para cuidarme filtrando sin culpa quien me quiere bien, y disfrutando de verdad de mujeres que sí quiero tener cerca en mi vida.
Ahora me siento una feminista con varias gafas, de momento tres, jeje, porque la presbicia también ha llegado a mi vida.