Variaciones sobre lo inacabado
Lo que es indudable es que Meyrink modifica por completo, no ya la mística sefirótica y del hombre primordial (Adam Kadmon) de raíz hebrea, sino también la leyenda específica de la creación del Golem por Rabbi Löw, el Maharal de Praga. De hecho, el Golem no es nadie, no en el sentido de la identidad convencional, sino una singularidad traspersonal, como refiere el marionetista Zwakh, quien tal vez debido a lo proporcionado de su oficio para dar cuenta de este gran guiñol espectral, transmite la que tal vez sea la más medular de las versiones o variaciones del Golem que presenta en la novela.
La peste como ejercicio de literatura comparada
A la hora de proponer un canon literario sobre la enfermedad, creo que hay tres grandes obras para estructurar nuestro estudio. La primera, desde luego, es esas falsas memorias con las que Daniel Defoe no narra la cruenta epidemia de peste que asoló Londres en 1665. Y digo que son falsas memorias, porque en realidad Defoe era entonces un niño de cuatro o cinco años, un superviviente, sí, pero cuyos recuerdos han sido guarnecidos a través de una ficción. Nada menos que sobre la ficción de ofrecernos un documento, un texto no ficcional en el que se subrayan las reiteraciones, la escritura a ratos sumaria y el balance llamativo entre las tablas numéricas de mortandad y la imprecisión. Pero si por algo nos atrapa Foe es porque también ofrece un canto funerario sobre la ciudad misma.