Moradas III: Lo que Emily supo
No hay otra fórmula posible, para comenzar, que la literatura misma en tanto que lenguaje. En otras palabras, un lenguaje que es ya proposición de algo más, en el sentido de que ese algo, la idea en sí, resulta ajeno al mundo. En el sentido de que es imaginario. Un lenguaje que, en un primer […]
“La juguetería errante» de Edmund Crispin, una farsa detectivesca
A todos, en alguna ocasión, nos ha sucedido. Hemos sido testigos de algo insólito -en casa, en el trabajo o en mitad de la calle- y hemos sentido la necesidad de correr y contárselo a alguien; incluso de animarlo a que viniera a comprobarlo, con insistencia y premura. Lo peor ha ocurrido después, cuando el […]
Retratos: Bajo el Volcán o sobre una distopía textual de Lowry (II)
Al igual que el Dios de la Cábala debe retirarse para dejar un vacío en el que crear, todos estos mitos apuntan a un desgarro constitutivo de nuestra humanidad y de lo que la trasciende. Tiene nombre, pérdida de la unidad primaria, división de los sexos, fractura entre amor y conocimiento, signo y sustancia. La barranca profundiza así, de forma dramática, en la dimensión de la pérdida y la carencia.
La peste como ejercicio de literatura comparada
A la hora de proponer un canon literario sobre la enfermedad, creo que hay tres grandes obras para estructurar nuestro estudio. La primera, desde luego, es esas falsas memorias con las que Daniel Defoe no narra la cruenta epidemia de peste que asoló Londres en 1665. Y digo que son falsas memorias, porque en realidad Defoe era entonces un niño de cuatro o cinco años, un superviviente, sí, pero cuyos recuerdos han sido guarnecidos a través de una ficción. Nada menos que sobre la ficción de ofrecernos un documento, un texto no ficcional en el que se subrayan las reiteraciones, la escritura a ratos sumaria y el balance llamativo entre las tablas numéricas de mortandad y la imprecisión. Pero si por algo nos atrapa Foe es porque también ofrece un canto funerario sobre la ciudad misma.
Retratos: Bajo el Volcán o sobre una distopía textual de Lowry (I)
En la superficie de este espacio plano las relaciones narrativas no son de causalidad sino de contigüidad y sucesión recurrente. Todo sigue su curso y se repite, el indio y su caballo marcado con el número siete, la mujer con las fichas de dominó, las cantinas, la barranca, los puentes. El destino del Cónsul está escrito al pie de la letra en la carta de un gigantesco juego de la oca astrológica o se despliega a la manera de una baraja de tarot. Delante o detrás de él, su destino es igual a sí mismo. Porque, como en una película, se puede cambiar el orden de las secuencias pero no las imágenes, todo deviene, entonces, figurativo o prefigurativo.