Toquemos las campanas que aún pueden tañer
Rara vez una secuela cinematográfica, dura lex, sed lex, está a la altura, como mínimo, de su predecesora. Bien es verdad que podríamos comenzar por las excepciones y citar La novia de Frankenstein (James Whale, 1935), El Padrino II (Francis Ford Coppola, 1974) o, por ejemplo, Aliens el Regreso (James Cameron, 1986), pero no es […]