Llega septiembre y con él vuelve la vida a las aulas, supongo que esto es lo que hace que me resulte imposible dejar de medir los años en cursos escolares. En cierto sentido es como si el profesorado también nos alienáramos de las dinámicas escolares.
Rutinas, planes y la aparente ilusión de normalidad hace que sigamos a Sísifo en eso de repetir las mismas estrategias para empezar de nuevo. Cada una empujamos nuestra lucha particular, nuestra roca, esa obligación que te exige (re)plantearlo todo y de vez en cuando, la estúpida sensación de frustración. Y en la odisea de la rutina, derrotas y victorias se desdibujan al más puro estilo de alguna escena de Little Miss Sunshine. La película ha sido denominada por algunas críticas como un retrato sobre la victoria de lxs perdedorxs. A mi personalmente me gusta más visualizarla como una invitación al placer de lo cotidiano, una bocanada de aire fresco que devuelve alegría y optimismo sin artificios ni pretensiones. La familia Hoover es solo la excusa para contar una historia más grande. Quizá la de la batalla por lo que nos parece inalcanzable y precisamente por inalcanzable, pocas veces nos arrojamos a la aventura de su conquista. En palabras de Roberto Mangabeira Unger en su ensayo España y su futuro ¿Un país en transformación?
De la imitación de la grandeza, también nace la grandeza
David Soto, quien pronto podrá reengancharse a Amanece Metrópolis, me sugirió su lectura y hacia tiempo que un libro no me sacudía tanto la cabeza.
Feliz vuelta a la rutina y feliz resistencia.
http://youtu.be/PBraHI5DwJ0
Me encantaaa…felicidades.