Stranger in Paradise te remueve en la butaca desde los primeros minutos, incluso haciendo que la indignación sea una de las sensaciones más notorias y agobiantes a medida que pasan las secuencias y diálogos. Es un ejercicio de reflexión y contención soberbio que el directo Guido Hendrikx ha realizado lanzando el testigo al espectador, para que ahora en su tejado, su cabeza, quede a la especulación lo que ocurre en esas cuatro paredes y a donde nos lleva.
En cierta forma la película está dividida en tres partes, dos que tienen la misma finalidad pero desde distinta forma y fondo, y la tercera donde los personajes ya a cara descubierta abren la pantalla y crean un debate paralelo donde la ficción es la protagonista, ya que lamentablemente en las partes anteriores era la realidad encriptada en un guion no real al instante, pero si en el día a día, lo que se describe con sutileza y con la crueldad de la vida y la sociedad supuestamente avanzada y civilizada.
Stranger in Paradise es la perfecta descripción de etiquetación de las personas como números, de valoración de los problemas por tantos por cientos, y de decisiones de validez o no para poder acceder a una vida mejor por medio de unos criterios que se miden por una tabla rasa que no justa humanitariamente.
La película es una ficción de dos formas distintas de tratar a los refugiados a la llegada a una frontera, y donde un psicólogo hace las veces de juez visible para ver las necesidades de las personas, y poner en tela de juicio si son válidos o no para acceder al país. Perspectivas dispares que harán que la inquietud y la indignación estén latente en el espectador, buscando un resquicio de humanidad en los baremos establecidos por los países que ponen sus fronteras a las personas.
En ese ejercicio de diálogo, en muchos momentos pedagógico y pareciendo totalmente real, las declaraciones que se plasman en las conversaciones son una exposición candente de la situación actual europea frente a los refugiados que huyen hacia un futuro incierto pero con una cierta ilusión pero con el miedo y desconfianza en su mirada, no siendo ello para menos.
Stranger in Paradise es gran película que se mueve entre la realidad y la ficción, y que no quisiéramos que la primera parte fuera verdad, siendo la verdad en todos sus sentidos, con el poder de los estados de bienestar que se ha creado y que lamentablemente va creciendo día a día.
Guido Hendrikx en su primer largometraje ha arriesgado mucho, ha puesto en la mesa un debate abierto que no gusta hoy en día y que se pasa de soslayo en la sociedad, y es la gran ingratitud con el prójimo el juzgar siempre por delante sin conocer de dónde viene cada uno y que carga lleva acumulada en su mochila.
Es una apuesta arriesgada que se presentó en la pasada edición de Documenta Madrid, en la sección Fugas, que después ha estado en Atlantida Film Festival en Muros y Fronteras, y ahora mismo ha sido elegida entre los 15 documentales para European Film Awards, y que ha pasado por muchos otros festivales.
Técnicamente utiliza fondos neutros para realzar cada uno de los personajes y darle el protagonismo necesario. Pero no solo a las personas, si no a esos cálculos que realizan a mazo alzada y que de esta forma, con esos fondos, y con colores que se van diluyendo aumenta la potencia emocional del guion.
Ficha técnica
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