Se preguntaba Irene Choya en la entrada al blog: ¿La maternidad? Bien, gracias ¿Cómo ser una madre feminista? ¿Esas dos palabras pueden conjugarse juntas?
Durante mucho tiempo he pensado que era bastante difícil. Pero ahora diría que sí. Es difícil, ser madre y feminista porque hay muchos obstáculos que sortear, pero se puede y además hay múltiples maneras de serlo.
Simone de Beauvoir me inició en el feminismo. Y, su obra El segundo sexo es fundamental para mí. De tal modo que siempre he percibido la maternidad como un gran obstáculo a la hora de que las mujeres puedan desarrollarse profesionalmente, he entendido la maternidad como una atadura que anula mi existencia y trascendencia social. Lo pensaba antes y también lo pienso ahora que soy madre. La maternidad, teniendo en cuenta como está considerada en nuestra sociedad, es un gran obstáculo y un continuo cuestionamiento.
¿Por qué? Porque llega un momento en nuestras vidas en que van a empezar a bombardearnos ¿Niños para cuándo? (niños y no niñas) ¿no te haces el ánimo? ¡Se te va a pasar el arroz! Y un sinfín de preguntas más. Así que tienes que soportar las continuas preguntas.
Llega un momento en que tienes que decidirte ¿Nos lanzamos a la aventura? Pero… ¿Cuándo? ¿Me espero a tener un trabajo más estable? Según como están las cosas no sé si esa estabilidad llegará algún día. Total… que yo, una mujer feminista, a más no poder, que veía la maternidad como obstáculo para desarrollarse profesionalmente decide ser madre. Y lo soy.
Pero ¿qué me ha llevado a tomar esta decisión? ¿por qué he dicho que sí? La verdad es que no tengo una respuesta que me convenza. Decidí en un momento que quería serlo ¿puede que fuera la presión social? ¿o mi vida profesional no era la que había deseado y me planteé que ese era el mejor momento para no quedarme estancada, darme tiempo y empezar de nuevo? Creo que sí, es más, muchas veces pienso que si mi vida personal hubiera ido mejor no me habría planteado tan pronto, o incluso nunca, la cuestión de la maternidad. Nunca ha sido un deseo central en mi vida pero ha supuesto un antes y está siendo un después.
Una maternidad que ahora, ha dado un giro de 360 grados.
Por una parte el sistema me obliga, si quiero ser de utilidad y productiva para esta sociedad, a separarme de mi hija con apenas 4-6 meses de edad. Un sistema que lo debería hacer es revalorizar la maternidad. Darle el valor que tanto la maternidad como los cuidados se merecen. Sería una manera de conseguir que la maternidad no resultaras a muchas mujeres tan complicada incluso frustrante. Deberíamos, al igual que hicieron las welfare mothers en los años 60 en EE.UU., exigir un sueldo por criar. Como dice Alicia Murillo, las mujeres deberíamos cobrar por gestar, parir y criar (ahora es cuando las madres esencialistas, las feministas de la esencia se me echan encima, pero no importa).
Por otra parte, la maternidad como se está ejerciendo últimamente, de manera intensiva (colecho, crianza natural, lactancia materna a demanda, escolarización tardía…) tampoco lo pone fácil. Ahora si no sigues determinados preceptos eres una mala-madre. Algunos aspectos de los que defienden me convencen, pero en general estoy bastante alejada de ellas, de la manera en que perciben su maternidad en general. Desde mi punto de vista, la manera en que perciben la maternidad hace un flaco favor a toda la tradición feminista al renunciar, con sus posturas, a las ventajas que las mujeres hemos conseguido históricamente.
En el modelo de crianza con apego (que no digo que sea malo, de hecho yo lo practico, pero poniendo y poniéndome límites) son muchas las madres las responsables de la crianza, los padres en muchas ocasiones son ayudantes. Y, yo me pregunto ¿no se está asumiendo con esta postura los roles tradicionales? Me viene ahora a la cabeza lo que defiende Carolina del Olmo en su libro ¿Dónde está mi tribu? Donde se plantea en un determinado momento, si toda esta “moda” (esto son palabras mías) lo que pretende es llevarnos de nuevo a los hogares para criar a nuestras hijas e hijos.
Ahora la maternidad es algo que hay que vivir como los románticos, como si fuera la experiencia más bonita a la que las mujeres pueden aspirar. Las buenas-madres según las feministas de la esencia son las que recurren al parto sin anestesia, las que alargan la lactancia materna hasta que la criatura quiere; las que utilizan el pañal de tela, las que se preocupan porque la comida sea siempre ecológica, orgánica; las que ofrecen a sus hijas e/o hijos solo juguetes de madera.
Sí, la leche materna es gratuita y muy buena por todos los beneficios que aporta a los bebés, pero ¿qué hay de todo el tiempo que las madres invertimos? ¿Por qué criticar a aquellas que se extraen la leche para ofrecérsela con biberón y poder descansar un poco o simplemente recurren a la lactancia artificial?
Y, lo digo cuando yo he practicado LME los primeros 6 meses y he alargado hasta el año la lactancia materna. Pero al año dije ¡Basta! La decisión fue mía, unilateral. No le consulté a mi hija y tampoco a mi pareja. Se estaba volviendo una carga, empezaba a estresarme y necesitaba tiempo para mí.
Ser buena madre no es sinónimo de estar disponible las 24 horas de día. Es muy importante tener proyectos propios. Y, nuestras hijas e hijos deben aprender que, además de sus padres y/o madres hay más personas que las pueden querer y proteger.
Mi hija es muy importante en mi vida, también en la de mi compañero, pero no domina nuestros ritmos existenciales.
El feminismo ha enriquecido mi visión de la maternidad. Una maternidad que ha relegado mi vida profesional a un segundo plano, porque he decidido que sea así momentáneamente. He renunciado a mi independencia económica, dependiendo económicamente de mi pareja. Vamos que no sigo ningún precepto de la buena feminista, si es que hay algún modelo a seguir, y… ¡encima madre! Vamos que he sucumbido a mi función reproductora, al rol que le corresponde a mi género.
Algunas feministas me van a juzgar por esto, algunas mujeres me van a juzgar porque soy madre pero no lo vivo con la naturaleza y el apego que una madre debiera.
Pero yo sé que soy mujer, soy feminista, soy una madre feminista. Y, la renuncia que para mí ha supuesto la maternidad me ha dado cosas muy positivas, entre ellas, un gran aprendizaje personal y de empoderamiento.
Feminismo y maternidad no son excluyentes. La maternidad nos permite atacar al sistema de raíz con todo lo que puedo enseñarle a mi hija. Voy a poder enseñarle las herramientas necesarias para que pueda ser ella y luchar, crecer, desear, soñar, amar… siendo ella y para que no tenga que ser lo otro, sino el sujeto de su propia vida. Como madre feminista quiero reformular los mandatos del patriarcado.
Os cuento todo esto mientras mi hija está revoloteando por aquí, intentando sentarse conmigo, ella también quiere escribir, ejerciendo mi maternidad prácticamente a tiempo completo, temporalmente. Pero sin olvidarme de quien soy, de lo que me queda por hacer, de lo que nos queda por hacer. Y, sabiendo que la maternidad se puede ejercer de múltiples maneras, ninguna manera es mejor que otra, todas son válidas. No juzguemos. La sororidad es nuestra mejor arma.