«La cultura no sirve para matar el tiempo sino para acercarnos a nosotros mismos, como individuos y como sociedad»
Juan Diego Botto
Lunes al sol por primera vez en veinte años.
Tiempo con mis hijas, mi mujer y una pila de libros que leer.
Un compañero de CGT decía: La vida del obrero es vida de gallinas, te crían, te engordan, produces todo lo que puedes, y cuando ya no puedes, te matan.
Todo este tiempo libre del que dispongo de improviso se torna inútil por la preocupación latente sobre nuestro porvenir, duermo poco y siempre tengo la sensación de desaprovechar el tiempo. La maldita incertidumbre (realmente es pavor) golpea con fuerza estos días.
Después de 20 años de asistir a festivales de cine, debo decir que todos se parecen. Ves películas buenas, otras mediocres y en otras, directa y explícitamente, el director se ríe del espectador.
Cuando veo un plano de duración desmesurada siempre me acuerdo de los maravillosos planos-secuencia de Emmanuel Lubezki en “Hijos de los hombres”. También recuerdo, pero esta vez con tedio, los larguísimos planos del cine del “Totem” Abbas Kiarostami.
Y si hablamos de planos fijos muy extensos pero con “chicha” detrás, habitualmente pongo de ejemplo el plano final de “Cache” de Michael Haneke.
Este extraño 2020 en San Sebastián han premiado una tomadura de pelo de título “Beginning”.
En la película de la Georgiana Dea Kulumbegashvili todas y cada una de las secuencias están planificadas al milímetro y la puesta en escena es brillante, ésto son hechos.
El problema viene cuando la directora quiere epatar al personal y en un momento dado todo se va al trastea causa de una pedantería innecesaria.
La cámara se fija en cenital sobre la protagonista y graba…
Un minuto…
Tres minutos después ahí sigue…
A los 8 minutos empiezas a percibir y a recordar todos los pliegues y ángulos del rostro de la actriz.
Y a los 13 minutos de plano fijo sin ningún tipo de interacción, el plano se termina igual que empezó.
¿Obra maestra?
Para el que esto escribe: NO.
Como decía un sabio: “…nos mean y dicen que llueve…”.
Luca Guadagnino como presidente consiguió imponer su criterio, y premiaron a la película Georgiana con la mayoría de los premios importantes.
Realmente el mérito de Beginning reside en su capacidad para crear controversia. Dicha controversia solo se da entre unos pocos espectadores. Éstos elegidos, por su inteligencia superior, son los guardianes de la esencia del CINE. El señor Guadagnino es un claro ejemplo de estos seres humanos.
En la sección oficial sí que pudimos ver y disfrutar de una gran película, cine con mayúsculas: Crock of Gold: A Few Rounds with Shane MacGowan es su título, y la dirige un director de mucho talento llamado Julian Temple.
Apabullante maravilla. Insultante y ofensivo el talento de Shane MacGowan.
Película orgásmica y orgiástica. Una ópera hardcore y un bellísimo poema audiovisual. Nacida para el ditirambo y el asombro.
Es un trozo de materia gozosa con forma de narración audiovisual, un disfrute compulsivo, abrasivo, denodado, ávido. Perdonen la acumulación de adjetivos, la emoción.
Llegados a un punto te haces una pregunta: ¿quién puede soportar tanta hermosura barroca y amor por el exceso; quién puede convertir su vida en una celebración tan lujuriosa y tremebunda? Shane MacGowan fue el hombre capaz de atravesar el Rubicón y experimentar el desarreglo de todos los sentidos. Cualquiera de nosotros viendo su estado actual diría que pagó un precio muy alto por su «arte».
Intuyo que Shane diría que mereció la pena. Y lo haría con esa risa siniestra suya tan característica.
Sin duda lo mejor de la sección oficial.
Fuera de una sección oficial bastante anodina pudimos disfrutar de una joya titulada Nomadland.
La película de Chloé Zao conquistó la última edición del festival de Venecia con una declaración de amor al cine y una certera (¿descreída?) radiografía política de la sociedad occidental y de los EEUU en particular. Un canto emocionado a la libertad y una mirada escéptica sobre casi todo: la familia, el sexo, la amistad, el amor, los ideales… Una mirada global sobre un momento clave en nuestras vidas, y una observación microscópica sobre una mujer en medio de la nada. Un retrato íntimo y a la vez colectivo. Una rareza en el cine actual. Una auténtica maravilla.
También en la sección de Perlas pudimos disfrutar de una historia de sororidad: Never Rarely Sometimes Always parte de un guión espléndido de la propia directora Eliza Hittman.
La directora nos relata en primera persona (¿alter ego?) el difícil camino que deben recorrer dos chicas muy jóvenes para ejercer un derecho tan básico como el de poder decidir sobre tu propio cuerpo. Planos muy cerrados y una puesta en escena al servicio de las dos actrices protagonistas son las herramientas que usa Hittman para mostrarnos una historia llena de dolor. Al mismo tiempo, y eso es lo milagroso, soterradamente primero y claramente al final, nos golpea con un ejercicio de implacable crítica. Y esa mezcla imposible de emoción sensible y frío análisis social, de memoria y ficción, de pesadillas y burocracia, convierten esta historia en una película grande.
Por último recomendar vivamente el documental “El drogas”. Maravilloso testimonio sobre la vida y obra de Enrique Villarreal Armendáriz, más conocido como “El drogas”.
Historia de éxito y caída, de superación y redención, de luchas obreras y hedonismo. Una gran sinfonía con solista, coros y orquesta, con varios movimientos y repeticiones. Trata de ser precisa, rigurosa, hermosa, cuidada y, más o menos, lo es, lo consigue. Película tan sencilla y modesta como hermosa y poderosa, tan esquemática y transparente como vigorosa y recia.
La tragedia y la alegría, el valor y la cobardía, la maldad y la entrega, todo cabe en la vida de “El drogas”.
Relato de los últimos 40 años del rock español.
Y es muchas cosas más, tantas.
Otro día hablamos de los mejor que he visto este año:
Antidisturbios, la serie de Rodrigo Sorogoyen.