La mayoría de nosotros reconoce a la chica esbelta encarnada por Audrey Hepburn que fuma cigarrillos de boquilla infinita y que luce un lujoso collar de diamantes. La hemos visto en cuadros, camisetas, hasta en tazas de desayuno. No es para menos. El tiempo la ha consolidado como icono del cine, de la moda y de la cultura popular. Se trata de Holly Golightly, protagonista del clásico Desayuno con Diamantes (1961). Sin embargo, como sucede con algunos fenómenos, se ha perdido parte de su complejidad en la reproducción. Y es que este personaje creado por Truman Capote es en realidad un personaje complejo, que más que ir a Tiffany’s por glamour lo hace por supervivencia.
Detrás de esta mujer que se pasea por la Quinta Avenida de Nueva York de madrugada y hace «viajes al tocador» se encuentra una mujer vulnerable, que también se enfrenta a «días rojos», peores que los negros, en los que uno tiene miedo y no sabe por qué. Y en esos días lo único que puede salvarla es ir a Tiffany’s, el lugar en el que puede seguir la ensoñación que ella misma ha creado. La que ha hecho de su propia vida. Una que los domingos cuesta un poco más sostener. Porque después del ruido de la fiesta siempre se hace un silencio ensordecedor y se queda una consigo misma.
La historia de Holly – o Lullaby- es una historia de huida. Huida de un pasado marcado por el trauma, la carencia, la depresión. Huida de la soledad, del anonimato, de la invisibilidad. Huida de sí misma, en medio de fabulosas fiestas con la jet set de Manhattan donde su tristeza se camufla entre carcajadas. Huida de la realidad – la ingenuidad con la que enmascara sus viajes al tocador, incluso pareciendo en ocasiones que a ella misma le pillan por sorpresa-. Dueña de un gato sin nombre, huye de pertenecer pero sobre todo de pertenecerse.
También es una historia de conservación y supervivencia. Porque no se puede leer una carta en la que a una la abandonan con los labios sin pintar. Todo lo que Holly hace, lo hace para sobrevivir. Para construir un futuro en el que ya no tenga cabida la niña huérfana. Uno más parecido a Tiffany’s.