Cuando nos preguntan de dónde somos, siempre contestamos: “de un pueblo de Alicante”. Pero realmente la respuesta que suena en nuestra cabeza y nunca articulamos es: “de un polígono con casas”. Todas las ciudades tienen sus cosas, pero hay ciudades, como la nuestra, en la que era más fácil comprar unos gramos de cocaína que ir a un concierto, más sencillo hipotecarse que estudiar en la universidad o era más habitual ser padre o madre a los dieciséis que acabar bachillerato.
Ser una persona adulta en un polígono con casas puede ser un castigo de las diosas, pero ser adolescente fue una verdadera faena: una tortura medieval, porque a parte de ir a los bares del polígono y hacer botellón, ¿qué íbamos a hacer con nuestra vida? La ruta del Bakalao se había desvanecido, pero el estado de ánimo seguía sus pasos. Maduramos entre los restos del naufragio, entre barracones y recortes.
Recordamos las tardes/noches en las puertas de bares que no nos gustaban, fingiendo que nos gustaba la música que sonaba sólo para gustar a gente que no nos importaba pero cuya atención requeríamos, para sentir menos complejos, para tener más autoestima, para parecer una persona normal.
El ocio, la cultura, la música también le pertenece a lxs más jóvenes. La adolescencia es un proceso complicado, nos gustaría pensar qué ocurre con las personas adolescentes en lugares que no ofrecen alternativas de ocio. Nosotrxs asistimos a un panorama dantesco, presenciamos el exterminio del talento de muchas compas, el aletargamiento de inquietudes y finalmente, mandar (con suerte o no ) al exilio permanente a lxs más motivadxs.
A veces nos preguntamos qué hubiera sido de nosotrxs si, en lugar de pasar tardes al sol esperando que algo ocurriese, hubiésemos sabido qué era un fanzine, qué era el movimiento riot grrrll o que se podía tocar una guitarra sin ir al conservatorio. Lxs hijxs de la workingclass de los polígonos con casas del sur del litoral mediterráneo nos quedamos abandonadxs en la época de boom inmobiliario. Puede que incluso antes. Drogarte o aburrirte. Así vivimos la adolescencia. Nosotrxs nos aburrimos mucho, nos enfadamos con el mundo e hicimos las maletas. Siempre con la vista puesta hacia algo que no nos resultara tan desalentador. Pero, en el fondo, siempre deseamos volver.
Y ojo, no es mejor ni peor, pero nos apetece explorar con sus virtudes y defectos lo que somos, lo que hemos sido y las circunstancias que lo han hecho posible.
Nuestros padres llegaron al sur de Alicante sobre los setenta a una zona en la que todo era posible (ese es su relato). Nuestra madre venía de la Mancha profunda y nuestro padre de una Andalucía igualmente profunda. Sin duda se lo curraron, se lo curran, construyeron un futuro mejor para ellxs y para nosotrxs aquí.
A ellxs les funcionó, a nosotrxs no.
De hecho lo que más hacemos es quejarnos de nuestro polígono con casas, de lo poco que se puede hacer, de que todo es lo de siempre…
Pertenecemos a una generación que se ha autoexiliado de sus polígonos. Y ahora, a tiempo pasado nos da rabia no devolverle nada a cambio. No queremos quedarnos en la queja fácil que no genera movimiento. Nos encantaría recopilar los relatos de esas zonas poligoneras, las experiencias, historias y movidas que hemos pasado. También nos gustaría reírnos de lo que somos para intentar hacer algo diferente. Recordar (o no) a la gente que hemos conocido en nuestro camino, mitad imaginación, una pizca de juego, un cuarto de verdad y otro de mentira.
Nos gustaría que estas torpes letras sirvieran para animarte a que formes parte de una catarsis colectiva a la que hemos titulado: polígonos con casas.
Si te animas, mándanos un mail a poligonoconcasas@gmail.com con tu texto, poema, ilustración, fotografía, collage, la playlist del polígono… Nos encantaría darle forma de fanzine a la recopilación de propuestas. Tienes hasta el 1 de septiembre para formar parte del número 1.
Irene Bebop & Jose Beebop