Disculpad la ausencia de mi sección en el mes de septiembre. Algunos cambios eran necesarios. Vuelvo con mucha fuerza y ganas para contaros cosas nuevas.
A partir de ahora PalabrArte centrará su espacio mensual en hablar de un único escritor o músico, siempre con ilustraciones mías vinculadas al contenido, como siempre.
He tomado esta decisión porque al empezar mi sección el objetivo era dar a conocer a autores, más o menos conocidos, y que los conociérais a medida que yo también lo hacía.
Os he dado varios nombres y creo que es hora de profundizar. Al hablar de aquí en adelante de un solo autor podré daros a conocer con mucho más detalle a cada uno de ellos y de una manera más subjetiva e intimista.
Escribiré, por ejemplo, en cada artículo, una palabra que para mí define al autor del que os hablo.
En este caso es el turno de Paula Aguirrezabala, joven escritora a la que admiro por su trabajo pero también como ser humano, ya que tengo el placer de conocerla personalmente.
Paula y yo conectados incluso antes de vernos las caras. Quizá sea por nuestra forma de vivir apasionadamente.
Mi palabra para Paula es: ‘SAUDADE’
Fue una estudiante de ésas para las que septiembre es sinónimo de exámenes y no de reencuentro, hasta que se topó con el arte el día que empezó a estudiar publicidad y relaciones públicas.
Después se fue a Lisboa a aprender sobre ruinas, fotografía y fados, pero le brillaban tanto los dedos cuando miraba el Tejo, que terminó escribiendo sobre la saudade. Su libro, «El cadáver presenta», dice que aún no ha dejado de llorar a aquella ciudad.
Le gusta escribir porque una vez le preguntaron que si escribir ayuda a superar las cosas, si puede ser algo constructivo para ser una persona más equilibrada. «¡Por supuesto que no!», dijo Paula.
Le gustan las personas que escriben porque son capaces de observar con atención y pasión el mundo que les rodea, porque pueden ver belleza en la cotidaneidad, porque son capaces de describir sus emociones y porque son los creadores de la literatura, sin la cual todos tendríamos que ceñirnos a la realidad. Hay una nueva generación de poetas repoblando con versos las aceras y eso le hace sentirse orgullosa de pertenecer a ese movimiento.
Pero no le gusta escribir, lo necesita. Si tiene una idea, ha de plasmarla. Si quiere que pase algo, no le vale con imaginarlo. Lo vierte sobre el papel y se deshace de la necesidad. No le gusta escribir, le obsesiona.
Escribe cuentos, poesía, relatos, prosas poéticas… O no. Le da exactamente igual qué es lo que escribe, mientras sea. «Lo vital de la escritura creativa es la fuerza, la belleza, la emoción, la transgresión, el desahogo», dice la joven escritora.
Siente profunda admiración por los escritores que cuidan la técnica, pero ella sólo busca sobrevivir y el más importante de sus efectos secundarios: la lágrima ajena. Una mentira literaria o un sentimiento real que obligue a sentir a través de un puñado de letras es lo que ella escribe.
«Quitémonos la costumbre de ponernos límites», dice con modo imperativo Paula.
Sus proyectos a corto plazo:
Desde hace algo menos de un año, todos sus esfuerzos están condensados en su libro «El cadáver presenta». Éste será publicado en noviembre con la editorial Lapsus Calami y, al igual que ella, es inclasificable. No es un libro de relatos, una novela o un poemario, aunque posea caracterísicas de éstos. Es la autopsia emocional de una mujer que ama vivir y amar, pero que se ve envuelta en un torbellino de tristeza que pretende succionarle la vida. Se trata de 52 textos independientes pero que poseen un hilo conductor claramente marcado.
Sus proyectos a largo plazo:
«Mi único proyecto a largo plazo es enamorarme -preferiblemente de un artista-«, afirma la escritora. Pretende dejarse llevar por todo el arte que le sugiera el amor. Escribir una novela que haga bailar asesinatos con romances, concienciar a la sociedad sobre las enfermedades mentales y alguien se sienta orgulloso al decir que le conozca son deseos, no proyectos.
Siempre se negó a tener un blog. Todo el mundo tiene uno y ella nunca tuvo especial anhelo de que el mundo conociera lo que escribe, ya que libros también hay millones. Pero ellos son inmortales y ya que ella nunca conseguirá serlo y que su nombre lo acabarán difuminando los años, le parece más hermoso que por lo menos exista la tapa de un libro con un «Paula Aguirrezabala» escrito. Hasta entonces, buscando ese nombre por facebook o por twitter aparece un poquito de lo que la intimidad de su ordenador quiere que salga a la luz.
Facebook: https://www.facebook.com/Pauloshki?fref=ts
Twitter: https://twitter.com/Pauloshki
[hr]
Te imagino temiendo caer,
ajena a que los suicidas se tiran de los aviones
sólo por atravesar la bruma
que aísla tus párpados
de cualquier prófugo onírico
que quiera refugiarse en un sueño tuyo.
Te imagino bailando un charlestón a cámara lenta con el sol,
mientras éste a su vez te baila el agua
con tal de hacer arder todos los abismos
que atrincheran tus labios.
Te imagino metiendo los dedos en melancolía,
ante la duda de meterlos en tu corazón
para hacerme un hueco
o entre tus piernas
para olvidarte de mí.
Te imagino llorando.
Cada lágrima tuya rompe la melodía de tu rostro,
como si fuera sangre que sólo busca alguien
que vea belleza en ella, y no muerte.
Te imagino rota,
como una caja de música cuya bailarina no gira
desde que el cascanueces se largó
detrás de una muñeca de porcelana barata.
Te imagino escupiéndole al miedo
—porque escupir los miedos sólo es digno de mediocres—
igual que un preso escupe a su verdugo
cuando éste le pregunta cuál es su último deseo
y ríe intuyendo inmortalidad.
Te imagino como una pluma cayendo sobre un charco de tinta
que derramaste sobre todos los folios vírgenes
que juraste jamás violar en mi nombre.
Te imagino con la autoestima malherida,
vagando por un cementerio de almas inertes,
en las profundidades que los dioses griegos parieron para Medusa,
suplicando ser capaz de que ella
aún baje la mirada al verte.
Te imagino creyéndome guitarra,
intentando convencerme de que si tú me tocas
podríamos prolongar un si sostenido toda una noche.
Yo, fingiéndome incrédula.
Mis cuerdas, fantaseando con atarte.
Te imagino descalza,
yendo de puntillas al baño,
sin saber que tus tobillos
son el cordón umbilical invisible
con el que tantos poetas han torturado a sus letras
por no ser cárcel de musas.
Te imagino,
como tú dices,
destilando poesía.
Convirtiéndola en elixir proscrito,
tiñéndola de Otoño
como el mismísimo Joaquín haría
si se hubiera perdido en tus clavículas.
Te imagino con las muñecas en cruz,
puerto de latidos náufragos,
que anhelan más mi estigma
que una casa caliente donde aprender a morir.
Pero,
¿sabes cómo no te imagino?
Feliz;
sonriendo mientras tu espalda le frunce el ceño a la pared.
Y al mundo,
que incauto e ignorante de tu poder,
sólo sabe mirarte el culo.
Pero es que,
¿sabes?
Aún no te he imaginado conmigo.