Pablo Larraín siempre ha sido un cineasta comprometido con la historia de su país, articulando sus relatos en torno a sucesos reales, algunos tan oscuros como los que narraba en su anterior película, los abusos sexuales por parte de la iglesia en El club. Su forma de enfocarlos, sin embargo, nunca llegó a ser la periodística (recorriendo los hechos atando su relato a las fuentes), sino la de crear una ficción que se alimente de las mismas pero potenciar con la creación, sin traicionar el espíritu de la información, el relato que quiere contar y el mensaje que quiere transmitir.
Parece que tras cinco largometrajes explorando esta actitud, el chileno se ha atrevido a llevarla al relato real cuya libertad es más difícil de justificar, la del biopic. A la espera de que se estrene Jackie, su otro trabajo del año (también biopic de Jacqueiline Kennedy), Neruda muestra ya las intenciones con las que Larraín ha decidido afrontar este subgénero. Este, a priori, biopic de Pablo Neruda (Luis Gnecco) narra los sucesos que le llevaron a tener que huir del país tras su posición de Senador del Partido Comunista de Chile, a finales de los años cuarenta. Durante este tiempo y, tras su huida a París, el poeta escribió el Canto general (uno de sus libros más conocidos), mientras su seguimiento y su figura política lo convertían, junto con su arte, en leyenda mundial.
Su tocayo, Pablo Larraín, escoge este suceso para derivarlo en un relato fantástico de estética folletinesca donde se mezclan el cine negro y las novelas policiacas dominando el interés por el metarrelato. Así, el detective Óscar Peluchonneau (Gael García Bernal) será el encargado de narrarnos la historia en primera persona y de intentar capturar al poeta. Una vez en el terreno de lo legendario, Larraín se abandona a la ficción y se dedica al disfrute a lo largo de una persecución entre policía y prófugo que pasa por los callejones más oscuros, por extraños y barrocos burdeles palaciegos, por diversas y fastuosas fiestas intelectuales y, en definitiva, todo el país de Chile, enfrentando el mar con la montaña.
El mayor acierto de la postura de Larraín es, sin duda, el de enfocar la historia del escritor como un metarrelato que los personajes se esfuerzan en escribir a su manera, saltándose todo realismo. Así, Pablo Neruda, siendo el retratado, parece, por su genio, escribir la historia a su antojo, yendo siempre un paso por delante de su perseguidor. Sin embargo, nuestro narrador es el antagonista, el propio Peluchonneau, un detective de libro (nunca mejor dicho) que se esfuerza en capturar al poeta para, literalmente, convertirse en el personaje principal del relato. Su miedo a quedarse como secundario, quedarse fuera de la leyenda de esta historia que un cineasta nos está contando casi ochenta años después de los hechos, sería su verdadera muerte.
La explotación por parte de Larraín del género policial para narrar la caza de brujas particular chilena se convierte así en un relato profundamente cinéfilo que desafía de forma estimulante las cuadriculadas reglas de su esencia y nos enseña a mirar la historia de otra manera. Queda patente sin embargo que, pese a que el relato de Larraín narra lo importante y se encarga de dejar muy clara su identidad de fantasía, de delirio y de cuento, esta decisión y las características que conlleva pueden hacer caer a la obra, fácilmente, en la indiferencia histórica y política dada su aparentemente escasa credibilidad. Lo cierto es que, aunque en un primer vistazo, el tratamiento caricaturesco de este biopic puede parecer engañoso y, por tanto débil, lo único que hace Larraín es dejar muy claro lo que ya veíamos en los western de John Ford (incluso literalmente en El hombre que mató a Liberty Balance, 1962), lo que se representa, se escribe o se recrea siempre no es la historia, sino la leyenda.
De esta forma, Larraín consigue de forma ejemplar todos los objetivos que se podía haber planteado. Por un lado, retratar lo único que puede retratar de su personaje, la leyenda; por otro, crear una película de género llena de referencias y estética retro-pop que regala y permite imágenes y situaciones fantásticas y; por último, volver a hacer que nos cuestionemos la historia que nos han narrado, no solo en la película, sino también, y he aquí la clave, fuera de ella.
Ficha técnica