Ya nos conocíamos…
Un enorme recuerdo que sigo teniendo es la noche de sábado que fui a ver la por entonces película de moda, El sexto sentido, donde una sorpresa final del guión tenía encandilado al personal. Sin ella, algunos insistían, la película era un tanto aburrida y sin interés. El caso es que yo me quedé absolutamente fascinado con esa gramática insólita en el cine fantástico. Esas imágenes en suspensión, ese tiempo detenido, ese terror nacido del tratamiento del espacio, esa invención de un aire que no se parece a nada que pudiéramos recordar.
Night Shyamalan, de origen indio, no había cumplido los 30 años y ya se convertía en una de las más grandes revelaciones/promesas del género en particular y del cine de Hollywood en general, tan huérfano de talentos.
Su carrera fue fácil de seguir, El protegido fue esperada con delirio y decepcionó. A mi su retórica sobre héroes y villanos del cómic no me interesó nada pero su puesta en escena siguió siendo deslumbrante (por no hablar de sus esplendorosas escenas de crisis matrimonial), y así fueron llegando Señales (donde se impone para mal el Shyamalan guionista), El bosque, La joven del agua (su película más vilipendiada) y El incidente.
Shyamalan, que ya había sido tentado con Indiana Jones y Harry Potter se aleja del terror o se toma un descanso de si mismo con The last airbender y After earth, que por pereza desconozco, para volver con La visita, un nuevo paso adelante en su exploración del género, siempre alrededor de personajes heridos, y que nos dejaba preparados para un nuevo paso maestro que sin lugar a dudas ha llegado.
La conexión Hitch
No se trata de asimilarlos ni de encumbrar al segundo gratuitamente a la altura del primero. Pero si se trata de reconocer un rastro muy escasamente o muy mal seguido.
No hay nada más recomendable para un cinéfilo joven que la lectura del famoso libro-entrevista de Truffaut El cine según Hitchcock. Es emocionante si entiende que es una determinada visión del cine, muy estimulante y muy apasionante. Cualquier lectura que sea entendida como un catecismo acaba convertida en un mazo con el que ir golpeando, llámese Tarkovski o sobre todo llámese Bresson, el mazo más habitual con el que golpea la cinefilia.
Pero Hitchcock, cuando se le entiende como una opción extasiante, un lujo privado, es un placer de dioses. Y cuando Hitchcock habla sobre Psicosis se escriben páginas que bien podrían hacer caer lágrimas de felicidad a cualquier aficionado.
La búsqueda de una forma visual pura que emocione en si misma más allá de la calidad literaria del guión se expresa en la teoría por Hitchcock con una devoción contagiosa y en la práctica por una imperecedera película como Psicosis.
Pocas veces se ha seguido el rastro de Psicosis. Yo pienso en ella al ver Tiburón de Spielberg, llena de esa emoción primigenia, antes de esos compases finales con su grupo humano en un impasse de peligro a lo Hawks, y pienso en ella con algunos pasajes terroríficos de No es país para viejos de los Coen, o al menos pensé en ella cuando la vi en un pantallón, porque la televisión y la sobreescritura de otros pasajes de la misma película desvirtúan esa herencia.
En definitiva, casi nadie ha seguido Psycho, hasta que Shyamalan abre Múltiple, la película que nos ocupa con una escena de terror absolutamente magistral, cortante, definitiva y una brutal irrupción a créditos que le hacen a uno sentir como si de repente esto fuera el 16 de junio de 1960 (mira por dónde, también un 16 de junio hizo cambiar la historia de la literatura) y de repente las imágenes y cómo nos relacionamos con ellas cambiara para siempre.
La película
¿Qué se puede decir de Múltiple?. Que su guión es absurdo, tópico. Que está lleno de simplezas, de incoherencias, que ella no va a la policía (porque Hitch enseñó que ir a la policía es un rollo). Que sus diálogos a veces son retóricos y son ridículos. Que no podemos pretender aprender nada serio sobre el trastorno disociativo de personalidad, (incluso se han ofendido los enfermos, imposible mayor disparate).
Pero Shyamalan filma ese guión atendiendo a la creación de un espacio inquietante, significativo y poderoso que protagonizará la película (lugar del cautiverio), al que contrapone la consulta de la psiquiatra (un personaje parlanchín que cataliza los nervios de los espectadores).
No son los diálogos los que conducen la película, Shyamalan sabe que es ese juego con los espacios. Shyamalan sabe que es la pantalla de un ordenador que se llena de emails. Shyamalan sabe que es la incerteza de la violencia, que es una carta que se guarda muy bien. Hay una contención con la violencia que nos pone extremadamente nerviosos.
Y Shyamalan sabe que su máximo logro no va ser que salgamos del cine con una lección aprendida sobre nosotros mismos y el concepto de identidad. El máximo logro de Shyamalan, y esto es algo que a la crítica le cuesta mucho aceptar y concebir es que nos ha mantenido dos horas clavados en la butaca, en tensión, ojipláticos, vibrando con una película como hace mucho tiempo que no lo hacíamos.
Puede escribirse y reescribirse el sentido de lo que hemos visto, pero es una pena que lo que acabo de escribir se considere un asunto baladí, se sobreentienda o se desestime como algo poco importante.
Shyamalan se guarda para el final dos sorpresas. Una es la identidad del espacio que lo ha protagonizado todo. Y la segunda es la interconexión con otra película suya. Un guiño simpático que puede anticipar un proyecto futuro, no sé si muy acertado pero que en mi opinión no deja de ser un guiño que responde a la parte del Shyamalan que menos me interesa.
Y no hay que dejar de encumbrar las interpretaciones de James McAvoy como la Bestia y Anya Taylor-Joy como la Bella y animal trágicamente herido, que finaliza la película con una brillante y precisamente hiriente coda de guión, antítesis de todas las escenas de sirenas de policía que acuden al lugar de los hechos y devuelven a la víctima al Paraíso familiar.
No creo que Múltiple en el actual panorama sea recordada como una de las mejores películas del año. Para mí lo es. Una película importante. Así.Sin más. Y sin menos.
Ficha técnica
[…] cine como arte puramente visual sin servidumbres ni ataduras literarias. Lo que cuenta Múltiple de Shyamalan me parece una estupidez. La película la creo sublime. Puedo decir cosas parecidas de […]