Acercarse a la figura de Frida Kahlo es siempre un camino de espinas. No sólo se trata de uno de los iconos artísticos femeninos más potentes del siglo XX; es también una de las celebridades con una historia más contradictoria, oscura, alocada, triste e irreverente. Un cóctel explosivo en el que, tras bucear durante, por ejemplo, las páginas de un libro, uno puede salir absolutamente cautivado… pero también con necesidad de coger aire.
Mi hermana Frida no sólo es una lectura apasionante por hablar de quién habla, sino también por hacerlo desde una perspectiva poco conocida: la de Cristina, la hermana menor de Frida Kahlo, siempre a su sombra. Bárbara Mujica se pone en la piel y la voz narrativa de esta mujer prácticamente desconocida para el gran público, cuyo relato sobre la vida de Frida está marcado por las mismas contradicciones que envolvieron a la artista.
La vida de Cristina estuvo marcada por el ascendiente de su hermana mayor (que sólo le sacaba once meses) desde su más tierna infancia. Frida siempre fue la lista, la atrevida, la brillante, la que acaparaba toda la atención para bien y para mal, mientras Cristina, aunque más guapa y con un carácter más preparado para la vida en sociedad (una mujer tiene que ser dócil, servil, cariñosa y prudente, ¿no?), se quedó con las migajas del amor de todos los que las rodeaban.
Los capítulos del libro se suceden cronológicamente en una línea temporal que nos permite adentrarnos en la vida de la artista mexicana y de su hermana desde su niñez hasta su madurez, pasando por todos sus momentos clave. Las tragedias personales de Frida (la poliomielitis que la dejó coja a los seis años, el accidente de autobús que destrozó su cuerpo e impidió que pudiese tener hijos) y sus grandes amores (el muralista Diego Rivera, por supuesto, pero también su compañero de colegio Alejandro y hasta Trotsky, con quien vivió un inefable romance) constituyen el caldo de cultivo que dotó a su obra de ese sentido entre trágico y explosivo, entre colorido y grisáceo, entre lleno de vida y lleno de muerte. Resulta conmovedor comprobar cómo hasta Cristina, quien siempre se define a lo largo del libro como una mujer inculta y sin inteligencia para poder opinar sobre el mundo que la rodea con algún fundamento, es capaz de comprender e interiorizar las emociones contenidas en los cuadros de Frida. Su arte es elevado y está lleno de alegorías, símbolos y guiños, pero puede ser aprehendido por cualquier persona que pose sus ojos sobre él, porque es un desnudo continuo de su alma, y todos podemos entender el alma humana si nos lo proponemos.
El corpiño, desgarrado desde el hombro hasta la cintura, deja al descubierto… ¿un pecho exquisito y seductor? No. ¿Qué se ha creído que es esto? ¿Una novelita rosa? Deja al descubierto las entrañas de la mujer, sus vísceras. Porque la piel también está desgarrada, y muestra un corazón vivo, que palpita. Palpita bombeando sangre a pesar de que las arterias están cortadas.
Las agudas luces y las incontables sombras de la pintora conforman una trama en la que vamos a conocer a dos mujeres unidas no sólo por el lazo familiar, sino por una vida conjunta (Frida casi siempre quiso mantener a su hermana cerca, y la incluyó en prácticamente todas sus reuniones, fiestas y momentos sociales) e incluso por la pasión amorosa, ya que ambas se enamoraron del mismo hombre: Diego Rivera. El marido de Frida nunca ocultó sus infidelidades (de hecho, conformaban su aura artística casi tanto como sus obras), y éstas acabaron incluyendo a Cristina. Esta traición supuso un antes y un después en la relación entre ambas, ya que Frida podía hasta reírse de los deslices de su marido… pero imaginarlo con su propia hermana superó su paciencia y su confianza.
En una historia sin buenos ni malos los matices se convierten en la medida para comprender (no juzgar) a los personajes, y esta novela está llena de ellos. Cómo una artista que fue un símbolo revolucionario podía codearse y disfrutar en compañía de personas poderosas. Cómo un hombre que decía amar a su esposa sobre todas las cosas podía irse a la cama con cualquier sistema respiratorio femenino que se le pusiese delante. Cómo una mujer siempre a la sombra, siempre sumisa, siempre callada, pudo acabar en los brazos de su cuñado… y seguir queriendo a su hermana con todo su ser.
Título: Mi hermana Frida |
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