Casi 4 horas de vuelo a Oslo desde Madrid, otras tantas en el aeropuerto de Gardemoen de la capital Noruega, otro vuelo de 90 min hasta el aeropuerto de Harstad/Evenes/Narvik, sobre la orilla de un fiordo y casi tres horas por una carretera desconocida, para colmo, con intervalos de niebla y lluvia a bordo de nuestro Toyota de alquiler que nos acompañará todos estos días, son las que nos han alejado los 5.000 km que separan Badajoz del Hotel Hamn i Senja, la que ha sido nuestra base de operaciones hace unas semanas y a las que nos han llevado las andanzas de nuestro hijo por Escandinavia.
Hamn por lo poco o nada que queda de lo que fuera a principios del siglo pasado uno de los mayores centros de pesca de aquella región y Senja, la segunda mayor isla de Noruega que con sus alrededor de 8.000 habitantes, fiordos, lagos, montañas y en definitiva su enorme diversidad de paisajes se le conoce por «la Noruega en miniatura». Un paraíso de la naturaleza, por fortuna, aún sin esquilmar.
Les dejamos aquí un resumen del diario que a modo de blog escribimos durante nuestro recorrido por aquellas lejanas y frías tierras. Esperamos que les guste y anime a explorar las mismas.
Día 2º. La ruta nacional
Día nublado, lo habitual de la zona. Estamos en la provincia de «Troms og Finnmark», en la región histórica de Laponia, que se extiende hasta el Cabo Norte el punto más próximo al Polo Norte del continente europeo. Así que hay que abrigarse bien porque las temperaturas aunque no excesivamente bajas –estamos alrededor de los 4°C mientras escribo estas líneas-, la nieve ya ha hecho acto de presencia en las montañas y un viento gélido, aunque sea de manera tímida, se hace notar.
Hay que aprovechar el día -la noche se hace a las 5 de la tarde y se irá alargando paulatinamente hasta llegar a «la noche eterna» a finales de noviembre-, así que desde el pequeño islote donde se ubica nuestro hotel, hemos tomado la Ruta Turística Nacional que recorre la isla de Senja.
La verdad que son innumerables los parajes que saltan a la vista y se siente uno tentado de parar el coche y tirar y tirar fotos pero, como casi siempre, el tiempo es limitado -como las horas de luz-, y hay que centrarse en lo más importante o, al menos, lo más contrastado y buscar entonces perspectivas diferentes.
Así nuestra primera parada ha sido la plataforma de 44 metros que se asoma imponente al fiordo de Bergsfjorden, rodeado de montañas con sus picos nevados y que alguna de las mismas parecen hundirse directamente en el mar.
Después hemos atravesado Skaland, una pequeña localidad de apenas unos 200 habitantes, como las del resto de la isla, al pie de un fiordo. Bordeando esa misma orilla hemos alcanzado Bøvær, un curioso lugar que aúna dos características. Por un lado una singular playa de finísima arena, casi impropia de estos lares, donde nos hemos topado con los restos de una foca para festín de las gaviotas y el Kråkeslottet, un antiguo edificio de madera que fue el corazón de la industria pesquera local y donde los pescadores trabajaban y vivían en él. Ahora tiene uso como un espacio dedicado al arte y donde se celebran también algunos eventos.
Tungeneset es uno de esos espectáculos de la naturaleza cuya impresionante visión no puede dejar indiferente a nadie y, de hecho, es una de las imágenes más icónicas de la isla de Senja. Un conjunto de montañas cuyos afilados picos parecen dispuestos a tocar el cielo pero cuyas laderas se hunden de forma estrepitosa en el mar. Otra magnífica plataforma sobre el acantilado nos abre las puertas a una visión que nos quedará en la retina para siempre.
El almuerzo lo hemos dispuesto en Mefjordvær otra pequeña localidad de la Ruta que junto a Senjahopen reúnen la mayor flota pesquera de la isla. Lo cierto que la experiencia ha sido grata, hemos probado el tradicional bacalao en diferentes formas, halibut -otro pescado de la zona-, todo bien aderezado y en un bonito restaurante.
Por la tarde algunas compras en Finnsnes, que ejerce de capitalidad de la zona y es la puerta de entrada a Senja desde el continente a través del magnífico puente de Gisund.
Con una población que no llega a las 5.000 habitantes, lo cierto que aparenta ser mucho más grande de lo que realmente es por la enorme dispersión de sus edificaciones.
Por último, cuando ni siquiera contábamos con ello ya bien caída la noche, las luces del norte, la tan deseada aurora boreal, se han abierto paso entre las nubes y aunque ha sido de las consideradas de bajo nivel, ha sido lo suficiente para capturarla casi de primeras con el objetivo de la cámara.
Todo un espectáculo de la naturaleza pero que, recordemos, solo puede ser visible en todo su esplendor una vez su imagen resulta procesada por la cámara tras al menos 10-20 segundos de exposición, además de otros parámetros a tener en cuenta.
Ello es debido a que el ojo humano es incapaz de distinguir dichos matices en la oscuridad de la noche. Solo cuando la aurora sorprende con intensidades altas, es posible ver sus majestuosos movimientos y tonalidades. En el resto de los casos, las legendarias «luces del norte» se aparecerán como una especie de nube blanquecina sobre el firmamento estrellado que cambia paulatinamente de forma.
Día 3º. Tromsø
Tromsø es una de las ciudades más pobladas del mundo al norte del Círculo Polar Ártico. Sus 75.000 habitantes la convierten en una ciudad bulliciosa pero a la vez lo suficientemente tranquila que conserva, al menos en su corazón histórico, las esencias de la vida en estas latitudes. Pequeñas tiendas con la decoración tradicional, los productos de la zona y sus preciosos jerséis de lana, de la de verdad.
Eso no quita que se alternen entre estas algunas de las franquicias que nos encontramos en todos lados que, de una manera u otra, vienen a desfigurar el paisaje con sus estereotipos y monotonía habitual. Por fortuna en Tromsø parece que todavía no han saturado el mercado y queda mucho sitio para esas tiendas «de toda la vida» que prácticamente han desaparecido en muchas partes.
Otra de las particularidades de Tromsø, como suele ocurrir en los países escandinavos, es su interés por la innovación en los estilos arquitectónicos. Esta ciudad no resulta ajena a ello con edificios como la llamada «Catedral del Ártico», aunque sólo se trate de una parroquia, la biblioteca pública o «Polaria», un espectacular edificio que alberga un pequeño acuario de carácter educativo para los más jóvenes.
Lo que nos ha parecido más caótico de Tromsø es su apabullante crecimiento en la isla de
Tromsøya que ocupa en buena parte y que desborda sobremanera en su orilla oriental.
Hemos almorzado justo al lado de la calle Storgata el mismísimo corazón de la ciudad y, como previsiblemente volvamos en un par de días, hemos tomado rumbo antes de que llegara la noche hacía los Alpes de Lyngen, la cordillera con las montañas más altas de Noruega. Nuestra base aquí va a ser una preciosa cabaña a los mismísimos pies del fiordo en un lugar llamado Svensby y desde aquí, esperamos disfrutar de tan extraordinario paraje.
Permaneciendo siempre atentos a las «luces del norte», que esperamos nos sorprendan nuevamente, siempre y cuando el tiempo lo permita que hoy, precisamente, no se muestra muy amable al respecto.
Día 4º. Los Alpes de Lyngen
Es lo habitual, cada vez que visitamos Escandinavia, que el tiempo aun siendo benévolo en su mayor parte nos depare alguna o algunas jornadas desapacibles en nuestro recorrido. Nos pasó el año pasado en nuestro viaje a través de las tierras de Småland en Suecia y ahora no habría de serlo menos, con más motivo, al norte de Círculo Polar.
No obstante y a pesar del inconveniente no hemos venido aquí para quedarnos en nuestros aposentos así que está mañana partimos decididos a conocer en lo posible está espectacular región de Lyngenford.
La palabra Lyngenfjord se deriva de la palabra nórdica antigua logn, que significa silencio o calma y no puede ser un título de lo más acertado en este caso.
Lyngenfjord está a solo un par de horas de la metrópolis ártica de Tromsø. Sin embargo, se siente como un mundo diferente, con picos dramáticamente puntiagudos, fiordos profundos e islas montañosas que sobresalen de los mares árticos.
Los Alpes de Lyngen se elevan hasta los 1.833 metros desde el fiordo de Lyngen, creando un laberinto impenetrable de picos imponentes, valles profundos y glaciares. En invierno, están cubiertos por la nieve desde el mar hasta la cima. Hoy cubiertos en buena parte por la niebla no han destacado en todo su esplendor pero, en cualquier caso si han dejado entrever su aspecto mastodóntico y sus cumbres nevadas a lo largo de nuestro recorrido bordeando el fiordo.
Por el camino, con otro ferry de por medio, un buen número de edificaciones típicas de la zona y pequeñas localidades hasta llegar a Storslett, una pequeña ciudad de unos 1.800 habitantes que ejerce de capital administrativa de la zona y cuya historia quedo marcada tras haber sido completamente destruida por los alemanes en la II Guerra Mundial.
Por cierto que antes de llegar a Storslett y tras tomar un desvío nos hemos topado con un hotel de lo más original cuyas habitaciones son iglús y otras curiosas cabañas de cristal para observar las auroras en todo su esplendor o el sol de medianoche durante el verano, en un marco incomparable.
Después del almuerzo en una bonita cafetería de Storslett hemos retomado el camino a nuestra cabaña en Svensby, sin que la lluvia nos haya dado tregua.
Así que está noche, aunque los servicios meteorológicos anuncian actividad intensa de las auroras, el cielo encapotado va hacer imposible su observación.
Día 5º. La nevada
Hasta ahora apenas si había sido una breve experiencia el haber conducido bajo los efectos de una nevada. Fue hace unos años en la Selva Negra, cerca de Estrasburgo, aunque tan sólo se trató de unos pocos kilómetros en el descenso de la montaña.
Hoy, tras una noche con una incesante ventisca, no hemos podido cumplir nuestro plan de viaje porque los dos ferris que teníamos que tomar en dirección contraria a la de ayer habían suspendido sus operaciones por el mal tiempo lo que nos ha deshecho todos los planes que teníamos previstos.
Así, que visto lo visto, hemos decidido tomar rumbo a la isla de Senja e ir improvisando sobre la marcha.
Lo que no podíamos prever o desconocíamos en todo caso que los 166 km que separaban nuestra cabaña en Svensby hasta Finnsnes, la puerta de entrada a Senja, nos iban a deparar 5 horas de trayecto, buena parte de los mismos bajo una intensa nevada y durante muchos kilómetros con una carretera prácticamente sepultada por la nieve de la que sólo podíamos adivinar sus márgenes gracias a los postes de referencia que la delimitan.
Menos mal que tuvimos la ocurrencia de alquilar para nuestro viaje un apañado 4×4 que nos ha venido de perlas para, como es mi caso, sumar experiencia en este tipo de situaciones tan alejadas de lo que para nosotros resulta cotidiano. Además de la obligatoriedad en la zona para todo tipo de vehículos de usar neumáticos de invierno con clavos para estas fechas.
El camino hasta Finnsnes se ha desarrollado a través de bosques interminables al asilo de las majestuosas cumbres y laderas heladas de la cordillera que flanquea estas tierras con la frontera sueca.
Por cierto que debería recordaros que estamos en la región histórica de Laponia que abarca el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. La región donde vive Papá Noel, en sus innumerables variantes, y con el que hacen su agosto -aunque sea en Navidad-, sólo en la parte finlandesa que es la que explota el fenómeno.
Pero Laponia es mucho más que Papá Noel y todos sus adláteres. Montañas, bosques, lagos, alces y renos o sus conocidas minas de hierro. Y, por supuesto, el pueblo sami que mantiene sus costumbres nómadas aunque fuera de nuestra isla de Senja.
Después del almuerzo en Finnsnes, otros desafiantes 50 km hasta nuestro hotel al otro lado de la isla por una carretera nevada donde el hielo se ha hecho notar en algún momento.
En cualquier caso una jornada que damos por buena, en la que hemos vivido nuevas experiencias y contemplado paisajes tan extraordinariamente distintos a los que estamos acostumbrados.