Carl Schmitt (1888-1985) es uno de los pensadores más controvertidos y heterogéneos del pasado siglo. En las facultades de Derecho y Ciencias Políticas, su filosofía política sigue siendo objeto de estudio a día de hoy. Tierra y Mar (Land und Meer: Eine weltgeschichtliche Betrachtung, 1942)[1]SCHMITT, Carl. 2007. Tierra y Mar: una Reflexión sobre la Historia Universal. Madrid: Trotta, pp. 107, es un ensayo breve escrito por Schmitt en plena desilusión ideológica —recuérdese que fue en su momento un conocido miembro del NSDAP, el Partido Nacionalsocialista Alemán— y que, además, supone una mirada hacia delante, una salida hacia el mundo y las fuerzas que lo guían.
Schmitt quiere que comprendamos el poder del mar, para lo que se nos brinda un intrigante análisis del eslabón entre el mar y la culminación del proyecto moderno del individuo librepensador que se mueve y actúa en un contexto de orden global. Liberal, incluso. Tierra y Mar es una meditación sobre el espacio en el que vivimos y su conexión recíproca con la mente y la identidad. La manera en que percibimos el espacio y dónde nos situamos dentro de él, influye sobremanera en nuestra elección de amigos y enemigos, nuestras decisiones económicas y políticas, y por supuesto, en cómo entramos en guerra. En estos tiempos de tecnificación imparable, comunicación instantánea, fronteras suprimidas y en medio de un conflicto global de la desterritorialización, Schmitt deviene, si no profeta y luz, al menos sí conductor lumínico con visos de adivino.
Schmitt ve la historia universal como «la historia de la lucha entre las potencias marítimas contra las terrestres y de las terrestres contra las marítimas»[2]Ibíd., p. 26, aportando su propia visión de la historia mundial desde la guerra del Peloponeso hasta la expansión europea colonial y nacimiento del capitalismo. Todo ello, dicho sea de paso, desde una postura no desprovista de cierta polémica, pues defiende la -entonces nacionalsocialista- Alemania de los años cuarenta como una tierra continental y poderosa contra sus enemigos marítimos: Gran Bretaña y los Estados Unidos.
Pese a todo, lo que a Schmitt parece fascinarle es la decisión revolucionaria que impulsa a un país hacia una existencia marítima. Al haberse hecho Inglaterra heredera de la conquista europea de los océanos mediante la piratería, la dominación marítima británica termina siendo un hecho fundamental de la historia moderna, la piedra angular del nomos terráqueo, global y oceánico, de los siglos XVII al XIX, y que reposaría en la distinción tierra / mar. Carl Schmitt ha estado fascinado por el impulso glorioso[3]Vid. SCHMITT, Carl. 1992. Hamlet ou Hécube. Paris: L’Arche, p. 108 de la Inglaterra isabelina hacia el mar abierto, cuyo resultado, la revolución industrial, provocó un trastorno más profundo que la noción continental de Estado, nacida también en el momento de la revolución espacial, propia del advenimiento de la modernidad.
Tierra y mar representa, por tanto, una de las más relevantes tentativas contemporáneas de encontrar una llave para el entendimiento de la historia del mundo, en este caso la dialéctica entre tierra y mar, interna a la estructuración geopolítica del globo terrenal y simbolizada por la lucha entre las figuras antagonistas del Behemot (alegoría de la Tierra) y del Leviatán (alegoría del Mar), dos criaturas míticas y presentes en el antiguo Testamento, que sirven para acotar en el texto de Schmitt la diferencia real y concreta de las civilizaciones estatales arraigadas en la tierra o desarrolladas hacia la conquista del mar.
Schmitt bosqueja una concepción dualística para explicar el orden político mundial, estructurado en torno a una bipartición entre civilización de tierra o continental, que tiende hacia el interior y está casi completamente falta de tradiciones marineras (e.g.: el Sacro Imperio Romano Germánico) y civilización de mar, que ha visto en él más un recurso y una posibilidad de desarrollo que un riesgo, tal como la antigua Atenas o la Inglaterra isabelina. A estos últimos les dirá Schmitt «hijos del mar».[4]SCHMITT, Tierra y Mar, p. 45
La tensión dinámica entre tierra y mar es, en todo caso, sólo el punto de inicio de una reflexión que se define y se precisa sobre el papel de la conquista del mar a lo largo de la historia universal, a través del desarrollo del arte náutico y el descubrimiento de nuevos mares y nuevas tierras, descubrimiento que siempre ha tenido notables repercusiones sobre la estructura morfológica del nomos de la tierra, o bien el tipo de orden jurídico y político general del planeta. Tierra y mar revela, por tanto, la tentación schmittiana de concebir la geopolítica fuera de la tradicional dialéctica entre los estados —contemplados en su teoría de los Grandes Espacios (Grossraum)— y que deben ser entendidos como agrupaciones territoriales más vastas que las entidades individuales del estado.
Para Schmitt, que reconoce además la influencia de Kapp y Ratzel, falta «toda unidad y amenaza el peligro de que la deshilvanada coexistencia de esos diferentes conceptos descomponga y saque de quicio el gran problema. La filosofía y la teoría del conocimiento decimonónicas tampoco nos dan una respuesta sencilla y aplicable a todos los casos; nos dejan prácticamente en la estacada».[5]Ibíd., p. 49 Por último, el esquema del estado-nación resulta insuficiente a la hora de explicar fenómenos que sólo en su correlación con la historia del conflicto entre civilizaciones adquieren un sentido pleno y profundo.
En definitiva, para el lector y el erudito, la obra de Schmitt ejemplifica con rigor divulgador los episodios más significativos en los que el descubrimiento de nuevas tierras y nuevos mares ha influido en la vida de los pueblos y las instituciones, sobre todo respecto a las potencias coloniales de la Edad Moderna como Portugal, Holanda y, sobre todo, Gran Bretaña. Este último como prototipo de talasocracia (basada en el dominio de los mares) y que presenta caracteres peculiares como el de una concepción política más abierta a instancias liberales y una economía basada en el libre mercado.
Aparte del agua como realidad implicada en la revolución espacial de la Edad moderna, Schmitt considera también otros elementos como el aire (elemento indispensable para la aeronáutica y las telecomunicaciones) y el fuego, producido por los motores, reviviendo así la filosofía de Empédocles y la teoría de las cuatro raíces del ser, esquema retomado y ampliado por Aristóteles, que añade, como sabemos, el éter, la mítica sustancia circundante. Schmitt entrega al futuro una reflexión importante sobre la historia del mundo y sobre la revolución espacial que ha sido capaz de transformar la organización política del globo, con un tono extremadamente original, que supera la clásica identificación entre tierra y poder para dirigir su atención a la -más fluida y dinámica- dimensión del mar.
Porque no podremos leer el mar, Carl Schmitt nos dio un mapa del territorio.
Título: Tierra y Mar: Una Reflexión sobre la Historia Universal |
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