Ni tanto ni tan poco. La historia de la legalización de la marihuana en el Uruguay no es un ¡Viva la Pepa y a emporrarse “to Dios”! Así que quienes anden buscando el mejor precio para comprar pasaje y viajar a las hermosas tierras que me han visto nacer, lamento informarles que allá hace un frío que pela porque es pleno invierno y que si piensan ir a por un porrete, mejor pillarlo con el proveedor de la esquina que os va a salir más en cuenta.
Y es que para empezar si no eres ciudadano uruguayo, para lo que tendrás que exhibir tu documento de identidad o sea el DNI, va a ser que “nanai” contigo chavalot@, que no te darán ni media brizna. O sea que te quedarás con el mono y encima se te congelarán hasta los pensamientos.
Y si piensas que puedes pedirle a cualquiera de mis compatriotas que entre en una farmacia y te compre unos gramitos de hierba, también lo tienes chungo, porque para hacerlo hay que estar inscrito en un registro en el que te declaras consumidor habitual de cannabis.
O sea que si el “charrúa” al que le solicitas amablemente el favor no está en la lista, te dirá que tururú y te mandará a tomar vientos y si sí lo está, también te dirá lo mismo porque solo le venden una cierta cantidad por mes, cosa que vuelve a mis generosos compatriotas en unos “marihuatacaños” empedernidos. Allá ya no corre ni lo del “rúlate el porro”.
Lamento enormemente haberle “pinchado el globo” de la felicidad marihuanera uruguaya a más de uno de mis asiduos lectores y fervientes seguidores de mi columna, pero tenía que decíroslo. Que lo sepáis: no es oro todo lo que reluce, ni a todos les toca parte en lo que es oficialmente legal, si no, fijaos en la justicia española. Amén.
Usted qué cree ¿esto TAMBIÉN es cultura?