Las películas, sencilla, humilde y dignamente, hayan gozado o no del público… las películas, TODAS, forman parte del patrimonio cultural de este país. (José Sacristán)
Hubo una época en la que el cine español repartía “hostias” como panes a todo bicho viviente. Cuerda, Berlanga, Azcona, Fernán Gómez, Forqué, Masó, disfrutaban y nos hacían disfrutar con su humor negrísimo. La crítica social nunca era directa y nunca tenía la más mínima intención de aleccionar. Estos maestros anteriormente citados conseguían hacer convivir el chovinismo recalcitrante con la autocrítica corrosiva.
Esa simbiosis hoy en día se ha perdido. Quién nos iba a decir que la auto-censura sería más restrictiva que la “auténtica censura”.
Esta auto-censura tiene un claro sesgo de clase, porque, ¿quién no tiene miedo de perderlo “todo”? …quien nada tiene que perder.
En primer lugar, nos hacemos “La pregunta” (ya lo siento, otro QUIÉN…):
¿Quién puede permitirse el lujo de dedicarse a oficios artísticos como el cine o la literatura y vivir de ellos?
Basta con ver las ficciones burguesas donde todo el mundo tiene un chalet y una segunda residencia para saber la respuesta. Es importante que las diferencias de clase, de raza y de género se hagan patentes en la ficción, y esa es una batalla ideológica. Si tenemos una cultura homogénea que nos hace creer con sus obras que todo el mundo tiene las mismas preocupaciones y que la clase media es la clase universal en la que todos estamos metidos, estás escamoteando un montón de realidades sociales diversas que están viviendo la vida desde otras circunstancias. Por eso también son tan importantes las políticas culturales, porque velan por la pluralidad y evitan que haya una clase dominante que aglutine todos los productos culturales.
El cine, en todas sus variantes, debería dar cuenta de la realidad social y hacerlo sin reforzar estereotipos, dando cuenta de la complejidad del mundo. El CINE quizá no cambie la realidad, pero sí modifica las subjetividades que podrían cambiarla, porque puede obligarnos a hacernos preguntas que nunca antes nos habíamos hecho. No es ingenuo pensar que la cultura puede cambiar el mundo.
Al final se trata de leer los libros que nos recomiendan, ver las películas que hicieron a otro pensar en uno mismo, indagar en la música que asociamos a alguien; ahí se crea un lenguaje común.
La gran ganadora de la edición de los Goya 2024 ha sido La sociedad de la nieve y su director Juan Antonio Bayona es un director que en multitud de ocasiones ha declarado que “solo hace cine”, que se dedica al entretenimiento y que su cine no tiene ideología. Qué bonito…y que equivocado …
«Me llamo John Ford y hago westerns» decía el maestro intentado renegar del calificativo “autor”. Pero en esa frase Ford también reivindicaba la obligación de responsabilizarte de los trabajos creativos que haces. Y en el cine todo tiene su ideología al igual que en la vida.
¿Era La sociedad de la nieve la mejor de las películas nominadas? Evidentemente NO.
Pero sí era la más necesaria para el cine español en estos momentos de incertidumbre. La película de Bayona ha sido y es un éxito global. Es poner al cine español en lo más alto internacionalmente. Y esa es una muy buena noticia.
Bayona se ha hecho un CARRERÓN con un tipo de cine tradicionalmente denostado por gran parte del mundo del cine en España, cine abiertamente comercial, deudor de Spielberg y sentimental hasta la cursilería…pero… ¿de verdad el cine de Bayona es lo mejor de este año?
Solo en la escena final de “Un amor” de Isabel Coixet hay más CINE que en toda La epopeya de los Andes. Que la película de Isabel Coixet se vaya de vacío en esta edición de Los Goya es algo inexplicable, a la par que recurrente.
Por último, apuntar que El Goya más importante de la edición fue sin duda el concedido a Juan Mariné.
Mariné, de 102 años, ha vivido todas las épocas del cine. Empezó a trabajar en un laboratorio fílmico con 13 años, y en noviembre de 1936 rodó cámara en mano el entierro del líder anarquista Buenaventura Durruti.
Como era miembro del sindicato CNT, asistió al entierro de líder de las tropas anarquistas. “Había tanta gente, y filmamos tanto, que agotamos las baterías, y yo era el único que sabía rodar a mano arrastrando la película con la manivela”. La mayor parte del material que está disponible hoy pertenece a esa parte. La falta de sonido la solucionaron sincronizando las imágenes con la retransmisión de Radio Barcelona.
Solo por la filmación de este extraordinario documento histórico y vivir para contarlo ya merecería un Goya. Mariné es historia viva de este País.
En fin.
Larga vida al cine…en cines, en casa o en clase.
Dejemos de decir al espectador dónde ver las películas.