Logan aborda el fin de Lobezno, el mítico personaje de los X-Men. Planteada como una película amarga y crepuscular, el tono de la película parece anunciarse, como su tráiler, mediante la mítica interpretación de Hurt de Johnny Cash. De nuevo, con la dichosa calificación para adultos que tan bien funcionó a la promoción de Deadpool (Tim Miller, 2016), Logan y su armamento publicitario parecen gritar a los cuatro vientos su condición de película seria y dramática, adjetivos que, si hablamos de cine como conjunto sin diferenciaciones ni clases, interpelan más adecuadamente a obras como No home movie de Chantal Akerman o Amor de Michael Haneke, buscando así una mayor trascendencia que la aleje del San Benito de puro entretenimiento palomitero del blockbuster superheroico. Ese algo más que una película de superhéroes que pretende conseguir Logan mediante la maquinaria del departamento de comunicación de la FOX (también productora de Deadpool) parece haber calado en su positiva recepción como la película más triste y madura de un superhéroe de la Marvel, pero ¿Qué es lo que de verdad hay en la película, se puede ser serio solo con pretenderlo?
Dejando a un lado lo referente a la más pura trama, que procede, como es lógico, de la adaptación del comic Old Man Logan (2008), lo cierto es que encontramos una película llena de elementos interesantes estropeados al disfrazarse de algo que no son. El mundo Marvel no renuncia a explotar sus, hasta ahora, principales virtudes: su capacidad de inyectar diálogos cómicos en medio de cualquier apurada macro escena de acción sin destapar la inverosimilitud de la situación, su habilidad para dilatar el tiempo y las acciones sin dejar caer el ritmo dramático en largometrajes de larga duración o su facilidad para dibujar de forma satisfactoria la idiosincrasia de sus personajes en unos pocos gestos. Es en los elementos ajenos, los que luchan por convertir a Logan en algo que no sabe ser, en donde la película resulta impostada. Lo peor que se puede pedir de un producto es que, en vez de centrarse en llegar a buen puerto, se dirija, contra su propia identidad, hacia un lugar ajeno y forzado. Así, Logan mantiene la superficialidad de sus personajes (que juegan con la referencialidad a los comics y al resto de películas del estudio para completar su carácter) o la inclusión de diálogos cómicos en situaciones que le son absurdas a ese tono para enfrentarlos a unos sucesos cargados de insistencia y bombardeo dramático que se notan inseguros y forzados.
Como decíamos, por encima de la historia que funciona de manera adecuada (el Logan herido, el anciano profesor Xavier o el tono de western crepuscular del paisaje fronterizo sur-norte de EEUU) es en la insistencia cinematográfica, destinada a vender Logan, dentro y fuera de la película, como una película seria y dramática, donde la película subyuga su realización en post de una imagen que resulta inorgánica consigo misma. Sí Deadpool solo podía resultar una obra cinematográfica verdaderamente gamberra dentro de una mentalidad adolescente que considera a Justin Bieber un atormentado rebelde de la industria musical y no a un espectador maduro que ha visto obras como Pink Flamingos (John Waters, 1972) o Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (Pedro Almodóvar, 1980), Logan vuelve a demostrar algo que la gran industria del blockbuster intentaba volver a enmascarar con ella la infantilización buscada de su público. Buscar que el cine de superhéroes esté y se considere a la par que el sector más respetado de la cinematografía es hacerle un flaco favor porque demuestra que esta igualdad hay que buscarla y conseguirla y, por tanto, admitir que no existe. Pese a que ahora parecen querer ocultarla (quizás todo esto empezó con la trilogía de Batman de Christopher Nolan), esta infantilización no es, ni mucho menos negativa, desde la década de los ochenta hasta hoy ha dado grandes películas a la historia del cine (ET. el extraterrestre de Spielberg, Los Goonies de Richard Donner o la reciente Kong: la isla de la calavera de Jordan Vogt-Roberts), lo malo es enmascararla haciendo que el espectador crea que ve algo que en realidad no es tal.
Es, esencialmente, en la última parte del largometraje en donde el estudio aborda más descaradamente el dramatismo que dará lugar a la imagen de la película «más seria del universo Marvel». La cutrez de las escenas de acción, liberadas de la sutil censura de la restricción por edades, brilla de forma más cómica y liberadora que antes, las cuchilladas y los saltos vuelven a formar un conjunto de jocosa espectacularización de la violencia (recordemos el momento en el que Logan, recién inyectado, sale literalmente volando con sus garras hacia un enemigo) incompatible con los sentimientos de recogimiento que la historia quiere proyectar, como si una película de Tarantino quisiera convertir su violencia en un afectado drama de cámara.
Temerosa de incumplir una de sus dos promesas, espectacular película de acción y triste despedida de su personaje, la película alterna los momentos espectaculares, de ritmo frenético y diálogos jocosos, con pequeños y rápidos momentos dramáticos que tienen, para resultar efectivos en tan poco tiempo, rodeados además de un clima tan hostil al recogimiento y la madurez, que ser transmitidos con la sensibilidad de un martillo. Logan se asegura, con desvergonzada insistencia, en remarcarnos estos momentos. (La siguiente frase contiene spoilers). Planos como en el que la niña (X-23 en el comic) llora la muerte de Logan, al que conoce hace una semana, mucho más que la muerte de la enfermera que la cuidó desde su nacimiento o imágenes absolutamente ridículas como la final, donde la cruz de la tumba versa en una X son imágenes que no buscan narrar, solo insistir al público en el dramatismo, añadiendo algo tan forzado a la trama dramática como las risas enlatadas hacen en las comedias.
De esta forma, Logan se convierte en una película que quiere traicionarse a sí misma, avergonzada de ser lo que es y, por tanto, incapaz de admitir y explotar adecuadamente su variedad de virtudes. En la secuencia final, cuando los niños mutantes corren por su vida a través del bosque, la cámara se centra en el seguimiento de uno de ellos, un niño con sobrepeso y que corre con dificultades. La historia es dramática, sabemos que pronto se caerá y será alcanzado por los enemigos. Sin embargo, dentro de ese espectáculo de acción, la forma de correr del niño y la insistencia de la cámara en este no deja de tener una función cómica reforzada en la tranquilidad que da saber que puede que sean capaces de despedir a Logan después de 9 películas de los X-Men pero no de acabar con un niño encantador bajo la atenta insistencia de la cámara. Así, al igual que esa pequeña escena de una historia dramática, disfrazada de seria por su superficial imagen y de infantil por su forzada realización resulta ser Logan.
Ficha técnica