La enterramos con su vieja chaqueta de bolsillos y su raído pantalón caqui. Aquellas prendas con las que había explorado el mundo entero. Selvas, cordilleras, mares, desiertos. Para que viaje bien pertrechada por la otra vida como nunca se cansó de recorrer esta, dijo mi hermana mayor. Y con su brújula de la suerte. Para que siempre encuentre el camino correcto, dijo mi hermana mediana. Y con su veterana mochila de camuflaje. Para que guarde los tesoros que encuentre a partir de ahora, dijo mi hermana gemela. Y con las zapatillas de felpa que le regalé por su último cumpleaños, me empeñé yo, haciendo el amago de calzárselas tras quitarle con decisión sus botas de montaña. ¿Y eso? Me preguntaron ellas, con gestos de extrañeza. Para que, por una vez, tenga ganas de volver a casa.
