El título «La ridícula idea de no volver a verte» augura una historia de amor de ésas en que todo son desencuentros, discusiones tontas, frivolidad, pasión y final feliz. Una historieta para pasar el rato, vamos.
Pero ésa es la primera sorpresa que Rosa Montero nos ha preparado en este libro maravilloso: que su título es una máscara. Y lo mejor de esta máscara es que simboliza, precisamente, lo que explica en él: la sensación de ridiculez, de incredulidad, de absurdo, que experimenta una persona al perder de manera definitiva a su compañero de vida. Porque no habla de una separación, sino de la muerte. Y no sólo lo hace apelando a su propia experiencia, como viuda de su querido Pablo, sino adentrándonos en el universo de una figura tan enorme e inesperada como la de la gran científica Marie Curie.
Rosa Montero leyó el diario que Marie escribió tras la muerte de su marido, Pierre Curie, y la pasión, la sensación de abandono y la podredumbre existencial que captó en esas páginas la dejó tan fascinada que decidió combinar su historia con la de ella, para crear un libro absolutamente emocional en el que la muerte se funde con la vida.
Rosa nos abre la puerta de la vida de Curie, y esa puerta abierta nos permite sumergirnos en una historia de superación, de injusticia, de vocación y de amor. Es fácil imaginar cuántas trabas, zancadillas y convenciones sociales tuvo que superar una mujer que a finales del siglo XIX y principios del XX decidió que quería dedicar su vida a la ciencia. Es fácil imaginarlo, no hacerlo, y eso nos lleva a la Curie luchadora y segura de sí misma. También puede ser fácil imaginar que para superar todas esas dificultades debía de tener una vocación muy grande, un ansia de conocimiento inmensa y una disciplina férrea. Eso nos lleva a la Curie científica, absolutamente entregada a su profesión de investigadora, la cual, casualmente, la llevó a la muerte, tras años y años expuesta al venenoso radio, con cuyo descubrimiento ganó el Premio Nobel y perdió la salud.
Pero lo que no es tan fácil, porque muy poco se ha hablado de ello, es imaginar el profundo amor que Marie sentía por su marido y colaborador Pierre. Eso nos lleva a la Marie amante, y de ella hace Rosa un retrato tan palpitante, tan lleno de pasión y devoción, que nos cambia totalmente la imagen que teníamos de mujer dura e implacable. Ay, cuánto se ha difundido esa imagen de frialdad y ambición de las mujeres brillantes, como si esa ambición fuese una característica perversa cuando se da en el alma femenina. Marie era ambiciosa, sí, porque tenía una vocación y se daba a ella con todo su ser, y eso se combinó perfectamente con su amor incondicional hacia un hombre que no sólo la amaba de igual manera, sino que la aceptaba, la alentaba y la acompañaba en su trayectoria vital como investigadora científica.
El Diario de Marie Curie, incluido en la parte final del libro, es un documento desgarrador acerca de la soledad y el sinsentido que experimenta una mujer que ha compartido todo con su compañero. A pesar de que ambos estaban condenados a no vivir muchos años por su exposición al radio, la muerte sorprendió a Pierre una mañana como cualquier otra mientras cruzaba la calle, atropellado por un coche de caballos. Salió de casa vivo y sólo volvieron trocitos de su masa encefálica pegados a su pañuelo, y ese absurdo, ese ridículo insoportable, hicieron mella en una Marie para la que la vida, hasta ese momento, no había sido fácil, pero sí dotada de un sentido perfecto: si vales y luchas, puedes conseguir grandes cosas. Esa fractura del sentido fue un escollo muy difícil de superar, y de ello deja sentida cuenta en unas páginas que destilan una pasión desbordante.
Rosa también perdió al amor de su vida, y por eso comprende perfectamente el desaliento de Marie. Pero su libro no es una oda a la muerte, sino a la vida, de la que la muerte es una asquerosa parte, pero parte al fin y al cabo. Repasa detalles tanto de la vida de Curie como de la suya propia de una manera tan profunda y desenfadada a la vez que ayuda a comprender esa ligereza que menciona varias veces a lo largo del texto. Anima a sus lectores a encararse con las grandes contradicciones de la vida, como el deber de honrar a los padres (padres que, como el de Marie Curie, a veces no son un puntal ni un motor, sino una fuente de desánimo), la capacidad de volver a amar después de la pérdida trágica de un compañero (por la que denostaron a Marie, cuando, varios años después del fallecimiento de Pierre, se enamoró de otro científico, Paul Langevin) o el eterno sinsentido de las comparaciones entre hombres y mujeres, que hace, como ya se ha comentado antes, que la ambición sea para ellos una cualidad muy deseable y para ellas una prueba de maldad y motivo de repulsa.
La forma en que Rosa se acerca a la realidad es absolutamente deliciosa, porque combina la poesía con la cercanía, haciendo que su lectura sea como una conversación. Y es que consigue traspasar la barrera del papel, haciéndonos partícipes de sus miedos, sus inseguridades y su verdad. “Sólo siendo absolutamente libre se puede bailar bien, se puede hacer bien el amor y se puede escribir bien. Actividades todas ellas importantísimas. Y entonces me preguntarás: ¿Estás siendo de verdad libre en este texto que ahora estás haciendo? Y yo te contesto: Pues no. Tampoco aquí. Pero me esfuerzo.”
Título: La ridícula idea de no volver a verte |
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Después de leer esta reseña, las ganas de leer este libro hasta el momento desconocido para mí ¡son enormes! Gracias, por fin otro libro con quien compartir mis horas de largas de viaje en el metro.
Hola Bianca
Nos alegra mucho que sea de tu agrado la reseña y el libro. Si te lo lees y te apetece, estaremos encantados de saber tus impresiones acerca del libro. Gracias por comentar 🙂
Un saludo.
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