Ya estaban aquí, su canto era inconfundible. Su vuelo una de las postales más amables del año. Los vencejos eran el sinónimo de que el verano asomaba. Y muy a pesar del calor, le encantaba esa sensación en el cuerpo. Asociaba su canto a las vacaciones, a los perezosos días de verano. Pero inexplicablemente, verlos volar, dirigirse directamente hacia sus nidos sin un ápice de duda, siguiendo la inercia perfecta de su vuelo, le producía una desazón sin límites. Digo le, porque ver a Leire ensimismada en su vuelo no dejaba de ser algo perturbador. Sabía que desde hacía algún tiempo algo le preocupaba, pero nunca supe a ciencia cierta de qué se trataba. Sus embelesamientos eran más frecuentes, más largos, su mirada perdida más allá del monitor era como el augurio de los días turbios, como el relámpago que precede a la tormenta.
Aunque hace años que trabajamos juntas y compartimos alguna que otra trivial charla sobre familias sin rostro o planes entretenidos para el fin de semana. Lo cierto es que nunca se trata de nada profundo, nada que pueda exponernos o vincularlos de una forma más personal. Nunca sabríamos si estábamos pasando por un mal momento, si habíamos discutido con alguien o si queríamos mandar a la mierda este puto trabajo. Nuestra relación era como la de una partida de hundir la flota. Nunca sabríamos dónde se encontraban nuestras naves, o de cuántas se componía nuestra flota. Somos excelentes estrategas, las tapamos para no vernos expuestas a través de ellas.
A veces me preguntaba cómo sería encontrarnos en la vida real. Fuera de este lugar donde todo son pasiones tibias. No sé si era un requisito para trabajar aquí, puede que forme parte del acto performativo que supone venir aquí diariamente. Cuerpos homogéneos, vidas homogéneas. Algo inevitable al dirigir nuestros cuerpos hacia esta trituradora de tiempo. O sencillamente, puede que ambas finjamos aquí ser como no somos y nos dé miedo ser descubiertas. Ver(nos) sin el filtro de la oficina y dejar a la vista nuestras posiciones. Nunca hemos coincidido fuera de este habitáculo de pladur y eso no deja de convertirnos en dos desconocidas íntimas.
El pladur es la mejor metáfora de nuestro trabajo, es tan contingente como nosotras mismas. Trabajando me siento como el pladur. Moldeable, aparentemente estática, perfectamente adaptable y completamente prescindible. Cualquier mañana mis cosas podrían estar en una caja. Lo he visto tantas veces en películas que lo confundo con una experiencia real. Si ocurriera, todo seguiría igual que esa imagen estática de mi mente. Esas cosas que acabarían llenando la caja no son ni siquiera cosas, son requisitos de una lista de normalidad. Horrocruxes del eje del mal que es patriarcal y un sin fin de cosas más. Una planta de plástico, una foto cutre simulando un instante de felicidad.
Aquí no es solo obligatorio ser feliz, sino parecerlo. El acto performativo de la felicidad se compone de una lista larga de requisitos que no comprendo, lo que me lleva de forma irremediable a pensar que tal vez nunca conozca la sensación de winner que hay detrás de los anuncios de tipas en mallas, flacas blancas sin canas ni arrugas comiendo muesli. Nunca suficiente. Siempre nada.
Ayer, cuando salimos a por el café, Leire se detuvo delante de una pequeña mancha en el suelo. Era una de las crías de vencejo que se había precipitado del nido. En la caída, su frágil cuerpo se había convertido en un Jay DeFeo en el cemento. Su pequeño cuerpo amorfo configuraba un espectáculo en sus ojos, brillaba como una galaxia propia. En el suelo se percibía su minúscula mandíbula desencajada y una de sus alas rotas. Sus diminutas patas mantenían una posición imposible. Pasar al lado de su pequeño cuerpo le pareció una atrocidad. Con un pañuelo que rescató de su bolsillo recuperó el cuerpo del asfalto en un gesto que no dejó de parecerme una heroicidad contemporánea. Me miró y me espetó ¿Qué hago con esto?
Tuve la sensación que su pregunta era eso y mil cosas más que no terminaba de leer, comprender, alcanzar. Así que solo pude contestar si le pedía un solo o con bebida de avena.