Rose Edelstein es una niña alegre, risueña y vital. Lleva una vida plácida junto a sus padres y su hermano Joseph. Vive en una casa bonita, va al colegio, juega a balón prisionero… Una vida normal para una niña.
Pero la “normalidad” siempre es una tapadera, el continente mal sellado de un contenido que siempre acaba saliendo al exterior de una manera u otra.
En el caso de Rose, la tapadera cae el día que prueba el pastel de limón que su madre le ha preparado por su noveno cumpleaños. Ella espera llenar su boca del dulzor del azúcar y la acidez del limón, saborear un postre cariñoso hecho por una madre cariñosa… pero lo que estalla en su paladar no sabe a dulce. Sabe a tristeza y soledad.
Esta sensación es la primera que experimenta de lo que va a convertirse en la piedra angular de su vida: tiene la extraña capacidad de conocer el estado de ánimo de una persona comiendo algo que ésta haya preparado.
Rose podría convertir esta rareza en algo a su favor: aprovecharse de conocer información privilegiada sobre las personas para conseguir cosas, o anticiparse a las situaciones por conocerlas antes que nadie, o simplemente idear travesuras para entretenerse.
Pero Aimee Bender va a llevarnos por los tortuosos derroteros de quien siente que sabe más de lo que debería, de quien obtiene datos que no quisiera conocer, de quien se considera un espécimen raro alejado de la normalidad de los demás.
Es demasiada información para una niña. Especialmente porque la persona que más suele cocinar para una niña es su propia madre… y conocer según qué secretos de una madre no es placentero.
Tenía doce años cuando, una noche de febrero, nos sentamos a cenar rosbif con patatas y sentí tal bofetada llena de culpa y de aventura amorosa en el primer bocado, que al instante supe que mi madre había conocido a alguien.
La vida de Rose va a estar marcada por este don que ella no ha elegido ni desea tener. Su existencia va a ser un viaje a lo largo y ancho de las emociones humanas más recónditas, y quizá lo único positivo es que no va a realizarlo sola.
Va a confiar en unas pocas personas para explicarles su habilidad extraordinaria, especialmente en su hermano Joseph, un chico muy inteligente, con una mente dotada para el pensamiento científico y lógico pero un comportamiento hosco, frío y distante, y en el mejor amigo de éste, George, también dotado para las Matemáticas y las Ciencias pero con un carácter mucho más cercano y afable.
Experimentos como ir a un local de meriendas para comer y analizar lo que se esconde tras las galletas y los dulces y luego interrogar sutilmente a los empleados para comprobar el nivel de acierto van a convertir durante un tiempo la capacidad de Rose en un desafío a la razón… aunque quizá sólo sea durante un tiempo.
Y es que la historia de Rose se revelará a lo largo de las páginas del libro como una pieza de un puzzle familiar que la falta de comunicación había impedido cohesionar.
Rose tiene un don… pero quizá no sea la única. En uno de los extractos más inquietantes de la literatura de ficción de los últimos años, Joseph, el hermano huraño y esquivo, va a convertirse en un misterio de proporciones insospechadas. Porque Joseph, a veces… desaparece.
Mi padre empezó a cobrar forma a partir de la nada.
Con esta frase Rose nos ofrece una de las claves de la belleza de este libro, singular en su forma (los diálogos no están introducidos con guiones, sino con simples puntos y aparte, que los fusionan con el resto del texto, dando a éste una impresión más etérea y compacta a la vez) y poético en su contenido: a veces vivimos rodeados de personas, incluso las más cercanas a nosotros, a las que en realidad no nos hemos preocupado por conocer realmente. Quizá hemos dado por hecho que eran de una determinada forma, sin pararnos a comprobarlo realmente, o hemos creído que tras un silencio prolongado o una sonrisa forzada no había nada destacable… pero sí lo hay.
Quizá no tengamos la habilidad de Rose para detectar el estado de ánimo de nuestra madre, hermano, pareja o amigo comiendo un plato que haya preparado… pero podemos mirarlo directamente a los ojos y tratar de establecer un puente de comunicación. Quizá no sea tarde.
¿Lo será para Rose y su estructurada familia desestructurada? Quienes se embarquen en el viaje por los sentidos que constituye este hermoso libro, hallarán la respuesta. O quizá sacarán sus propias conclusiones, porque Aimee Bender deja que nuestra imaginación vuele y rellene los huecos de una historia compleja, original y profundamente… bella.
Título: La insólita amargura del pastel de limón |
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