La producción ensayística en este país siempre estuvo lejos de ese equilibrio entre lo mundano y lo académico que existe -o existió- en Francia y que todavía sigue existiendo en Italia. Parece como si el aprendizaje iniciático de la tesis doctoral obligase ya para siempre a nuestros escritores a repetir hasta la saciedad el género de la monografía. Una rara excepción es Cuesta Abad, quien desde su adscripción universitaria a la Teoría literaria y Literatura compara, hace sin embargo la mejor y más significativa filosofía, toda vez que hay una evidente deserción y abdicación del pensamiento, con contadas compañeros de aventura como Félix Duque o Ángel Gabilondo antes de su conversión a lo positivo y al crecimiento personal.
Posee en común con Duque cierta voluntad de estilo, de estetización reflexiva, aunque la tradición en la que se mueve es, por así decir, menos germánica y, como este primer Gabilondo, se afinca en el horizonte francés del postestructuralismo y la deconstrucción. En la Nota final de Demoliciones se refiere al libro como un «conjunto de ensayos fugitivos». Mi intención es demostrar que no son tan fugitivos, que aunque hay muchos pájaros diferentes pertenecen no obstante a la misma bandada. ¿Literatura y destrucción? ¿Es que acaso escribir no supone ya una construcción?
Entre los nombres propios con los que se expone Cuesta Abad, y de hecho la del nombre propio es una de las cuestiones medulares que introduce en el juego de cuestiones, está el de Maurice Blanchot, quien en La escritura del desastre apunta: «El desastre no me pone en cuestión pero suprime la cuestión, la hace desaparecer, como sin con ella «yo» desapareciese en el desastre sin apariencia»[1]BLANCHOT, Maurice: La escritura del desastre. Trotta, Madrid, 2015, p. 31. Aceptemos tentativamente que la destrucción es una acepción del desastre. Por ejemplo en los heterónimos de Pessoa, que son el signo o la marca de lo que hay de divino todavía en que no haya dioses[2]CUESTA ABAD, José Manuel: Demoliciones. Literatura y destrucción. Abada, Madrid, 2015, p. 175.
Escribir supone abdicar-se, acceder a ese lenguaje de la mendicidad (Beckett), pero que en el fondo no es sino la variante balbuciente del monólogo dramático sin el que tampoco podríamos entender a Shakespeare. La escritura es esta invención de la soledad, la soledad misma como artefacto, hasta el punto de que el escritor se queda solo no sólo con respecto a cualquier compañía o comercio humanos, sino con respecto a la propia soledad. Incomunicable hasta para sí mismo. Self overhearing, captando por casualidad la propia escucha, la escucha de sí, como tantas otras escuchas ominosas y aniquiladoras en las estancias de un palacio de Dinamarca. Es la soledad más habitada del mundo, plagada de una selva lujuriante de ancestros (surrealismo), de fantasmas y simulacros espectrales (Klossowki). La literatura no es la ontología del presente, sino más bien la de que el presente no haya llegado todavía o esté a punto de desaparecer. La literatura es ese todavía o aquel a punto puestos por escrito, firmados aunque se trate ya de una firma inoperante, devaluada.
Ahora bien, este libro no es un mero repositorio de ensayos, de nombres o estrategias, sino que se funda en una cierta idea benjaminiana de la crítica. De tal manera que comienza ante el espejo, nos explica qué es el concepto de crítica, antes de describirnos el rostro propiamente dicho. Esta suma de citas se convierta a su vez en una summa de la cita y la citabilidad: «Una cita suele ser un pretexto. Lo es siempre, obviamente, en el sentido de que remite a un texto previo o a una obra del pasado tanto más memorable cuanto más fragmentable en «momentos de la verdad»; y lo es casi siempre como coartada de escritura, estrategia retórica que permite comenzar, proseguir, detenerse, ejemplificar, aducir argumentos, polemizar con ideas ajenas, fingir un diálogo entre ausentes… Una cita nada prueba o constata de por sí, poco o nada tiene en sí de enunciado constativo: es uso y mención al mismo tiempo, un acto de habla cuando menos ambiguo (y aun antes, praxis de reinscripción fragmentaria en el habla o en la escritura), un gesto performativo que presupone en el fondo cierta decisión crítica»[3]Ibíd., p. 5.. Y así, con esta cita citada, que es la intro de sí misma, vemos que la crítica, es un crinein, un separar el texto que es también separarse de sí mismo. En efecto, el texto es el término relacional opuesto al comentario. Un texto es lo que puede ser comentado, hay comentario porque hay textualidad, etc.
En cambio, la crítica se refiere a la obra, aunque de una manera paradójica. Ya que la crítica hace a la obra como quien le hace violencia. La desmonta, la despieza, la des- obra. Así que eso que llamamos la obra vive a través de su muerte, a pesar de su muerte o gracias a ella. A propósito de Barthes, Cuesta Abad nos dirá que el romanticismo no es sino teoría convertida en literatura; la teoría como literatura[4]CUESTA ABAD, José Manuel: La transparencia informe. Filosofía y literatura de Schiller a Nietzsche. Abada, Madrid, 2010. Esto, que sirve para un cierto Barthes, lo hará desde luego para todo Walter Benjamin; algo que Cuesta Abad sabe desde hace mucho tiempo y tal vez mejor que nadie. Un alma gemela a la del autor comentado, que es una mezcla perfecta de perspicacia analítica y de pasión, esa que nos eleva con una especie de éxtasis frío, me refiero al padre de la llamada escuela de Yale, Paul de Man, hablaba del miedo a la teoría. Algo que percibimos una y otra vez como diversas formas de no leer, de enterrar los libros, bien sea desde la reverencia culturalista o desde los prejuicios ideológicos de tales o cuales estudios: postcoloniales, de raza, género, marxismo e tutti quanti.
Siempre habrá una excusa para no leer, para omitir ese gesto que requiere valentía y arrojo. Porque el muerto está mal enterrado, y en cuanto lo desmembramos comienza a andar de nuevo.
Título: Demoliciones |
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Referencias
↑1 | BLANCHOT, Maurice: La escritura del desastre. Trotta, Madrid, 2015, p. 31 |
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↑2 | CUESTA ABAD, José Manuel: Demoliciones. Literatura y destrucción. Abada, Madrid, 2015, p. 175 |
↑3 | Ibíd., p. 5. |
↑4 | CUESTA ABAD, José Manuel: La transparencia informe. Filosofía y literatura de Schiller a Nietzsche. Abada, Madrid, 2010 |