Comentario a BLAY, Eulàlia: Píndaro desde Hölderlin. La Oficina, Madrid, 2018.
Cualquiera puede entender que el título de este ensayo es un homenaje a Joseph Roth, pero ningún homenaje es del todo evidente por sí mismo, y por eso se hacen tal vez homenajes. Si hemos elegido ese pequeño relato, el que cierra la obra y la vida del escritor austriaco, se debe a su naturaleza mixta, indecidible. Pues es, tal vez, el relato más judío, casi la moraleja de un «hassid» místico, y a la vez muy católico, que se centra en la devoción de un vagabundo parisino, un bebedor, hacia Teresita, a Santa Thérèse de Lisieux, enigmático como el propio Roth, judío del que no hay constancia de bautismo, pero que a su muerte fue enterrado bajo la más estricta obediencia cristiano romana. O como Hölderlin, en cierto modo griego y alemán y, a la vez, extraño a ambos. Condición que, como veremos en este libro, no es ajena a la intención del propio Hölderlin, cancelada por la locura, de traducir a Sófocles (Edipo, Antígona) y a Píndaro. Porque de eso se trata en el título del homenaje. De demarcar una tierra de nadie, un límite o frontera. También entre los géneros, ya que el precioso libro de Eulàlia Blay Montamany resulta, en definitiva, bastante inclasificable: un libro de filosofía, en el que no resulta difícil hallar el estilo oracular ni la profundidad especulativa, que caracterizan a la escuela de Felipe Martínez Marzoa, una de las más consistentes de la escena ibérica. Pero también un libro de traducciones de Píndaro, de las Odas Olímpicas y Píticas, que se exhiben aquí con toda su brillante riqueza de imágenes y referencias mitológicas. Y por último, pero no lo menos importante, un libro sobre Hölderlin, uno que se acerca tanto y de manera tan ajustada, que podría ser casi un libro «de» Hölderlin. Uno en el que fuese salvado de la enfermedad, por ejemplo, pero en el que el poeta, por una singular inversión temporal, hubiese leído sin embargo a Heidegger. Y por ello, a pesar de ello además, Blay sabe que hay que devolver el poeta al poema, pues, así lo traduce Marzoa, «el canto de la naturaleza, en el clima de las musas, cuando encima de la flores cuelgan como copos de las nubes, y encima del esmalte de flores de oro. Por este tiempo cada ser declara su tono, su fidelidad, el modo en que se encuentra unido a sí mismo. Sólo la distinción de los modos hace entonces la separación en la naturaleza, de modo que todo es más canto y pura voz que acento de la necesidad o, del otro lado, lenguaje.»[1]HÖLDERLIN, Friedrich: Ensayos. Hiperión, Madrid, 1990, p. 158.
Ser, tono y modalidad. Podría decirse que Hölderlin aborda la traducción como una suerte de ontología poética; una capaz de mostrar la diferencia sin reducirla, como en el juicio («Urteil»), sino haciendo comparecer esa escisión originaria. El sentido de esa separación o escisión, es el de precaverse de una identidad poderosa, como la que propone el idealismo de Fichte, que será pronto motivo de disidencia para Hölderlin, según una lógica que ha ocupado la reflexión, entre nosotros, por ejemplo de José Luis Villacañas, en la que habría que sustentar, más allá de una cuestión provincial, la eventual reivindicación de una lectura no alemana del poeta.[2]VILLACAÑAS BERLANGA. José Luis: Narcisismo y objetividad. Un ensayo sobre Hölderlin. Verbum, Madrid, 1997, p. 11. ¿Puede ser no alemán lo griego? Esa es la pregunta a la que nos emplaza Hölderlin. Ella misma es la que irá modulando su itinerario vital, literario, intelectual. Porque lo que se va complicando, lo que se aprieta y densifica, hasta resultar desmembrada, es una de las respuestas posibles, la que permite la novela «Hiperión», y que no es otra que la que toma de Platón, como unidad de los diferentes (idilio) en el amor, que se dibuja en la borradura parcial de la «palintropos armonie», de Heráclito (ágon), en la armonía de contrarios como la del arco y la lira, según ha determinado Clément Layet con su magnífico ensayo sobre la filosofía de Hölderlin.[3]LAYET, Clément: Hölderlin. La démesure et le vivant. Vrin, Paris, 2020. Y hay, desde luego, un eco significativo de la misma en el comentario de Blay a la primera Oda Pítica, ése que titula «De ruido y música»: «Es decir, lo que sonando en la sola cuerda da ruido, por selección, enlace y reunión da música. Fondo heroico preterido en el surgir de la figura (…). La primera oda pítica, pues, empieza señalando el motor mismo del canto, incoando, con ello, una meditación sobre el comparecer. Por de pronto se dice que la lira, a diferencia del arco, encamina lo no-atado, lo doma, lo templa, y el resultado entonces, es maravilla (v.26) y hasta olvido.»[4]BLAY, Eulàlia: Píndaro desde Hölderlin. La Oficina, Madrid, 2018, p. 138. Por cierto que, según Píndaro y no menos que para Hölderlin, «lo bello comporta una maravilla, un asombro que puede dar en extravío» (p. 44).
Errancia y extravío primero en su forma más impersonal y definitiva. De cuya inminencia da cuenta Helena Cortés Gibaudan, en una suerte de biografía interior, que goza de un más que merecido prestigio, y que coincide con este esfuerzo como traductor: «La última etapa del poeta Hölderlin se convierte en un hervidero de ideas complejas y diversas que, entre otras cosas, expresan mejor que nunca su concepto de la poesía. Y como el desaliento y desasosiego que le produce su propia penuria económica, el fracaso de sus ambiciones literarias y su soledad van minando su mente y llenando de frío su alma, es consciente de que tiene que darse prisa, sacar fuera todo lo que quiere decir antes de que sea tarde.»[5]CORTÉS GIBAUDAN, Helena: La vida en verso. Biografía de Fiedrich Hölderlin. Hiperión, Madrid, 2019, p. 329. Convencionalmente se distinguen tres grandes periodos en la obra de Hölderlin, así lo hace por ejemplo Françoise Dastur, uno de los nombres mayores de la fenomenología francesa contemporánea, apelando a la importancia que se le asigne al cultivo de distintos géneros: novela («Hiperión») imposible tragedia («Empédocles») y lírica (grandes elegías o himnos). Según Dastur, este desplazamiento siempre tiene en frente como objeto a la naturaleza, pues hay una unidad íntima de la naturaleza y de la poesía, aunque la idea que tiene Hölderlin de naturaleza se parece más a la natalidad de la «fisis» que a la «natura» de lo natural: «naturaleza es el nombre de la totalidad en sí misma, del proceso entero de diferenciación que ha lugar en el universo y que incluye de por sí al ser humano y a sus productos.»[6]DASTUR, Françoise: Hölderlin, le retournement natal. Encre Marine, Paris, 1997, p. 91. De ahí que se pueda dar cuenta de la naturaleza de un modo, representar su tragedia y por último celebrarla de un modo lírico.
Pero es que el autor de «Hiperión», novela nada feliz y cuya lectura satisfecha acompañaría sin embargo sus larguísimos años en la torre de Zimmer, en Tubinga y junto al río Neckar, va haciendo poco a poco cuenta de las dificultades, apunte de las imposibilidades, que se abren en esa triple actividad. La novela está tocada por el luto y por la pérdida. Pero con Diotima se trata de un duelo, de una muerte necesarias, ofrecidas en aras de la órbita excéntrica del héroe que se plantea en la novela, primero la lucha política saldada con un fracaso, y luego el amor consolador y unitivo disuelto por la finitud. Pero es que Diotima se parece demasiado a Susette Gontard, quien fuera su gran amor, pero no el único en absoluto, y puede que ni siquiera el último de los que no faltaron a este joven aniñado con bellos ojos. Y esa es otra herida, otro golpe. Uno que no podemos separar, con justicia, con este regreso de Hölderlin a lo poético del poetizar. Porque eso, el decir, es un misterio. Y en el error del duelo, en su falla, lo que anida es la melancolía. De hecho, y es lo que sostiene Alsem Haverkamp en su vibrante deconstrucción de poemas tardíos como «Mnemosyne», y en particular de su última estrofa, la que comienza «Am Feigenbaum ist mein», pues lo que se nos presenta es una metonimia sin centro, una enumeración paratáctica como la que identifica Theodor W. Adorno en Hölderlin. De tal manera tiene lugar una resistencia a la síntesis, pero el Feigenbaum, la higuera, no es la abertura, como en San Agustín, de una conversión, tampoco de una propiedad en sentido estricto, sino el desfiladero por el que se desploman, ya marchitos y espectrales, los nombres de todos los héroes.[7]HAVERKAMP, Anselm: Leaves of Mourning. Holderlin´s Late Work. State University of New York Press, Albany, 1996, pp. 42-44.
Este luto ya no permitido, verdadera empresa de derribo de una de las mentes que, sin conjetura alguna, está entre las más brillantes de esa edad, ya no clasicista pero tampoco por completo romántica. Pero ese estar en medio de Hölderlin obedece a una luz muy solitaria, solo suya, tanto como fueron solitarios y suyos el oscurecimiento. Porque hay más, mucho más tiempo, aunque ya no ocurra nada, en eso que Giorgio Agamben de manera bien perspicaz ha dibujado bajo la categoría de «la vita abitante»; una que no tiene más que su habitualidad, la fuerza suave de su costumbre. Porque para Hölderlin, y también en cierto modo para cada uno de nosotros durante el gran encierro pandémico, como revelará Agamben, después de su minucioso, y sin embargo fascinante, recuento de esa nada que contar, la vida a veces puede que sólo sea el hábito de vivir.[8]AGAMBEN. Giorgio: La follia di Hölderlin. Cronaca di una vita abitante 1806-1843. Einaudi. Torino, 2021, p. 223. Aunque Eulàlia Blay no está allí, sino en su límite. En el umbral de fuera. Pero ese umbral, que se abre con un empobrecimiento implacable de todas las oportunidades vitales del poeta, parece que le exige como una nueva seriedad, por dañada que ésta se halle ya, como un deseo desesperado de claridad y plenitud especulativa.
Nace así lo que Jean-Luc Nancy ha llamado el cálculo del poeta, «porque para el cálculo no hay indecible ni decible; sólo hay el decir exacto. (…) Digamos que la obra es más bien, de manera tendencial, el lugar de un decir exacto: punto de paso, entonación, flexión».[9]NANCY, Jean-Luc: Lugares divinos seguido de Cálculo de poeta. Arena, Madrid, 2014, p. 89. En esta seriedad ve Nancy además todo lo que separa a Hölderlin de sus contemporáneos románticos, pues invalida toda reflexión sobre el fragmento, que, como en Schlegel o Novalis, proporcionase un nicho finito para lo infinito. Charles Lewis ha estudiado con penetración este cálculo, pero, aunque sin ignorar la importancia de los esbozos pindáricos de Hölderlin, como el «De los delfines» que antes citábamos, su atención se ha centrado sobre todo en la cesura, o interrupción antirrítmica de la tragedia, por ejemplo con la intervención de Tiresias en la «Antígona» de Sófocles.[10]LEWIS, Charles: The Law of Poetry. Studies in Hölderlin´s Poetics. Modern Humanities Research Association, Cambridge, 2019. Lo que Charles Lewis soslaya es que la «Reines Wort», la palabra pura que se da a sentir en la cesura trágica en realidad es silencio. Por eso el «Empédocles» de Hölderlin no podía quedar sino inacabado. Stefan Hertmans escribe que el poeta, como antes el filósofo greco siciliano, cae y tropieza. Pero que Hölderlin tropieza con la naturaleza arcaica de la tragedia misma, es decir, con su irrepetibilidad.[11]HERTMANS, Stefan: El silencio de la tragedia. Pre-Textos, Valencia, 2009, p. 196.
Esa detención de lo trágico es la que conduce al poeta a dos situaciones del todo diferentes, que son aquellas en las que se halla en el momento que tan bellamente recoge y colecciona Eulàlia Blay.
Por un lado se ha hecho consciente de que los tonos poéticos obedecen a una especie de alternancia, que su sucesión sirve a una ley o cálculo. Pero al mismo tiempo comprende que esa alternancia afecta también al poeta como traductor, que le empuja tanto como lo detiene, comprometiendo su identidad. Como ha demostrado Antonio Gómez Ramos, el consabido «libre uso de lo propio», de cuya dificultad se hace portavoz el poeta, en su carta a Böhlendorf del 4 de diciembre de 1801, incumbe de manera directa a la idea de la traducción. Y que pasa por enfatizar y reforzar las particularidades de las lenguas, incluso hasta la caricatura, hasta el punto de que las traducciones de Hölderlin fueron, para sus contemporáneos, cualquier cosa menos santas o indemnes, o bien motivo de irrisión o bien llamada de aviso sobre la gravedad de su colapso mental.[12]GÓMEZ RAMOS, Antonio: «El libre uso de lo propio es lo más difícil.» Traducción y dialéctica entre Hegel y Hölderlin, en CARRASCO CONDE, Ana, ANNA MACOR, Laura y ROCCO LOZANO, Valerio eds.: Hegel Hölderlin. Una amistad estelar. Círculo de Bellas Artes, Embajada de la República Federal de Alemania, Madrid, 2021, pp. 81- 97.
Y así, tal vez demasiado rápido, pero en cualquier caso como exige el espacio que se me ha concedido, llegamos a lo que en principio sólo parece un comentario a los fragmentos pindáricos, es decir, a ese momento que resulta, a la vez, el más trabado y el irrevocablemente disuelto. Porque Píndaro le sirve a Hölderlin para hacerse presente el ya no de Grecia, para asomarse a la pérdida como centro (p. 177). Sabemos que el libro de Eulàlia Blay tiene una manera mixta, algo así como un libro que consiste en un libro que se oculta en otro libro. Pero ese ocultamiento, ese secreto incluso, y nadie podría advertirlo mejor que ella, no es un accidente de la verdad, sino que la errancia, en el doble sentido de lo que se mueve y de lo que yerra, pertenecen íntimamente a la verdad como despojamiento del velo. Pues más allá de las seguridades más o menos convenientes que nos proporciona lo dicho, está el decir, peligroso y quién podría suponer que además fuese salvador. Si salva, lo hace desde lo negativo. «Hay en la misma verdad: «alétheia», una articulación que conduce a errar, porque todo intento de decir lo que hay pasa por trasladarlo («metaphéro») a otra cosa, de modo que lo dicho, aconteciendo como contrapuesto, en cierto modo se pierde.» En todo lo dicho, una vez que hemos limpiado a la palabra de los restos del amnios de silencio, está lo natal. Porque es eso lo que custodian los poetas. Y la traducción, también las que presenta Eulàlia Blay, en estos versos pindáricos cuajados, abigarrados y llenos de movimiento, es una metáfora de metáforas, una traslación de lo que es, de suyo, traslaticio. Grecia ya ha sido, así que la traducción exige otra fidelidad, una diferente, desde luego, a la «Urbild», a la forma originaria en la que se basa Walter Benjamin, en su doble calidad de cabalista y revolucionario. A Hölderlin se le han helado casi todos los sueños, así que su fidelidad se dirigirá a la extrañeza de lo extraño, «al menos intentará, al escuchar los textos, que resuene su carácter de ruina» (p. 184). Cierro el libro de Eulàlia Blay, que es de oro viejo por fuera. Y he descubierto mientras tanto que el oro de dentro no es viejo sino eterno.
Título: Píndaro desde Hölderlin (Odas Olímpicas y Odas Píticas) |
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Referencias
↑1 | HÖLDERLIN, Friedrich: Ensayos. Hiperión, Madrid, 1990, p. 158. |
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↑2 | VILLACAÑAS BERLANGA. José Luis: Narcisismo y objetividad. Un ensayo sobre Hölderlin. Verbum, Madrid, 1997, p. 11. |
↑3 | LAYET, Clément: Hölderlin. La démesure et le vivant. Vrin, Paris, 2020. |
↑4 | BLAY, Eulàlia: Píndaro desde Hölderlin. La Oficina, Madrid, 2018, p. 138. |
↑5 | CORTÉS GIBAUDAN, Helena: La vida en verso. Biografía de Fiedrich Hölderlin. Hiperión, Madrid, 2019, p. 329. |
↑6 | DASTUR, Françoise: Hölderlin, le retournement natal. Encre Marine, Paris, 1997, p. 91. |
↑7 | HAVERKAMP, Anselm: Leaves of Mourning. Holderlin´s Late Work. State University of New York Press, Albany, 1996, pp. 42-44. |
↑8 | AGAMBEN. Giorgio: La follia di Hölderlin. Cronaca di una vita abitante 1806-1843. Einaudi. Torino, 2021, p. 223. |
↑9 | NANCY, Jean-Luc: Lugares divinos seguido de Cálculo de poeta. Arena, Madrid, 2014, p. 89. |
↑10 | LEWIS, Charles: The Law of Poetry. Studies in Hölderlin´s Poetics. Modern Humanities Research Association, Cambridge, 2019. |
↑11 | HERTMANS, Stefan: El silencio de la tragedia. Pre-Textos, Valencia, 2009, p. 196. |
↑12 | GÓMEZ RAMOS, Antonio: «El libre uso de lo propio es lo más difícil.» Traducción y dialéctica entre Hegel y Hölderlin, en CARRASCO CONDE, Ana, ANNA MACOR, Laura y ROCCO LOZANO, Valerio eds.: Hegel Hölderlin. Una amistad estelar. Círculo de Bellas Artes, Embajada de la República Federal de Alemania, Madrid, 2021, pp. 81- 97. |